Si te pones a pensarlo, cada “yo” está construido por muchos “yoes” de uno mismo. Son como las cruces y las ramas de un mismo árbol. El primer brote de “yo”, tierno, es el del bebé, que depende demasiado de la rama de donde nace, pero que ya intuye su propia autonomía; el “yo” de la niñez es la práctica en serio y en serie de esa capacidad de obrar por sí mismo; luego, a ese crío le nace el “yo” adolescente, que no solo obra, si no que también piensa por sí mismo; otro “yo” que nace con fuerza es el de la juventud, que se rebela contra los yoes más próximos para buscar alianza con los más prójimos de sus iguales; el “yo” de la madurez es el que nos ancla y sitúa en la realidad que nosotros mismos nos hemos buscado; y el “yo” de la vejez, que analiza toda una vida a la que vislumbra su final cercano.
Mi pregunta es: ¿esa media docena de “yoes” es el mismo “yo” modificado sobre la marcha, y, por lo tanto, uno solo, o son seis “yoes” desarrollados alrededor de un mismo ego?.. Ya tienen materia que labrar, si quieren establecer entre varios un diálogo alrededor de un café… o una discusión. No es lo mismo diálogo que discusión, si no que lo segundo nace de lo primero; como tampoco es igual el “yo” que el ego, puesto que lo segundo nace también de lo, o de los primeros, que lo van conformando.
Yo creo (y puedo estar equivocado, no vayan a pensar) que son muchos “yoes” distintos, si bien que complementarios y dependientes, los que se acoplan en un solo ego… Solo tienen ustedes que ponerse a pensar en lo que, o en cómo, pensaba – valga la redundancia – en su niñez, o en cualquier etapa de su vida pasada, para darse cuenta que era un ser existente y muy diferente al de hoy. A veces, hasta radicalmente distinto, si no opuesto. Existe una potencia en nosotros que nos hace conservar esos “yoes” anteriores en la mente, en una especie de memoria inactiva y subconsciente, solo de consulta. Es posible que mi amigo Juan, psicólogo de pró y muy señor mío, me diga que qué clase de sublimes gilipolleces estoy soltando hoy en mi columna… Y puede que tenga razón en su docta opinión. Pero, aunque no me reconozca en ellos, sé con certeza que pertenezco a ellos, con la misma seguridad que ellos me pertenecen a mí.
El caso es que es así cómo se escriben y quedan constituidas las biografías. Exactamente lo mismo que como se teje un tapiz, o una alfombra. Se van cosiendo piezas y retales que se van uniendo e incorporando unas a otras hasta formar toda la obra completa. Puede ser magnífica, lamentable, o pasable… o simplemente mediocre, vulgar, pero es el resultado de la suma de los “yoes” lo que confirman toda una existencia. La de cada cual, naturalmente… Luego, está el que se hace trampas a sí mismo, y quiere vender la burra enjaezada a los demás, que, si tiene posibles, o poder, se busca un “negro” al que le larga todos los retales (yoes) de su vida, y le manda hacer, debidamente falseada y/o modificada, toda una biografía, si no brillante, sí, al menos, coherente, de esa vida.
Incluso, fíjense, si existiera un biógrafo independiente y no condicionado, honesto y cabal, si no es pedir mucho, la biografía sería real, investigada en las fuentes, si bien bajo el punto de vista personal de quién la escribe, dado que no todas las personas nos ven del mismo modo… Y hasta los que coinciden en su opinión, cada cual lo ve con distintos matices y desde diferentes ángulos. Resulta inevitable… El único que conoce bien a sus “yoes” es el “yo” mismo, y aún así, no podría evitar mostrarse subjetivo consigo mismo.
Es la suma de todos los demás los que pueden aproximarse al análisis de nuestro “yo”, y eso siempre y cuando sus pensamientos no resulten manipulados y envenenados por intereses, pues cuántas biografías históricas “nos han vendido” y hemos aceptado inocentemente habiendo sido todo lo contrario a su realidad…
Entonces, acabaremos por preguntarnos a nosotros mismos, uno por uno, ¿cómo, dónde, o cuándo, o qué coño soy yo?.. Y la respuesta se nos dio hace miles y miles de años, grabándola en el frontispicio de una antigua Esfinge: “Hombre, conócete a ti mismo”. Han pasado milenios y aún no lo hemos logrado. Ni siquiera hemos avanzado un jodido milímetro... La pregunta hoy sería: ¿Cuál de tus “yoes” eres más tú?, y acabaríamos perdiéndonos en el laberinto de nosotros mismos, porque no nos conocemos en absoluto. Incluso creemos conocer a los demás, sí, pero hasta también eso es mentira… A la vista está.
MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ www.escriburgo.com miguel@galindofi.com
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