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COSAS QUE PASARON



A veces alguien me para por la calle… no lo reconozco. Me dice que en mi época de Cáritas le ayudé en no sé qué trance, y que no lo olvida. Me siento reconfortado por ello, pero a la vez me pregunto a mí mismo a cuántos no pude ayudar, o si con esa persona pude hacerlo mejor, y dejo de levitar al momento… También, muy a menudo, gente a la que he olvidado, a los que, según ellos, les aconsejé o eché una mano en algún caso concreto en los más de 20 años que estuve como Juez de Paz. La verdad es que me traen esa paz, no lo voy a negar, pero siempre pienso en los proyectos que pude hacer, pero aún más en los que no pude llevar a cabo en aquel Juzgado.


En tanto tiempo, casé a unas dos mil personas. Son muchas de esas personas las que me dicen: “usted me casó…” y siento no acordarme de ellas. Quizá algún detalle, por algo, pero nada, es imposible. Sin embargo, ellos se acuerdan de mí, de lo que les dije, de lo que hablamos, y hasta lo guardan con cariño. Pero me siento mal por no poder estar a su altura en el recuerdo; aunque, en ocasiones, eso desata el legajo mental y me vienen otros casos y otras cosas…


Algunas de esas parejas volvían a los cuantos años pidiendo hablar conmigo porque se estaban planteando la separación, y querían que antes mediara entre ellos y les aconsejara… todo un regalo para mí. Otras, naturalmente, no. Pero a esas pocas yo siempre les decía lo mismo: haced inventario de lo que habéis construido juntos en estos años, y luego volvéis a contármelo. Metedlo todo: lo material, lo humano, lo espiritual, todo; todo lo que compartís ahora y habéis levantado entre ambos… Luego les pedía valorarlo, poniéndolo todo en el Haber y en el Debe las dificultades y encontronazos, y, valorando y comparando, preguntarse si merecía la pena salvarlo, o no merecía la pena. Y, al final, les proponía examinar si lo que eso exigía de ambos estaban dispuestos a pagarlo, o no…


Solía dar resultado, aún siendo un método tan simple, si bien el solo hecho de venir juntos a hablar conmigo ya demostraba un interés y una buena disposición a valorar, e importante en sí misma. La cuestión solo era ponerles ante los ojos la posibilidad de destruir lo que habían levantado juntos, salvo que no mereciera la pena, claro, o si, por el contrario, merecía el esfuerzo – el intento – de salvarlo. Nada más que eso… pero funcionaba.


Recuerdo que llegué a proponer a la municipalidad de entonces el disponer de un par o tres de charlas informativas previas para las parejas que estaban tramitando su expediente de matrimonio, a fin de poderles aclarar dudas, no solo administrativas, sino también todas aquellas humanas y de convivencia que pudieran exponer, y que me consta bullían por sus cabezas… Hablo, claro está, de plantearse la asunción de responsabilidades que supone un proyecto de vida en común y sus consecuencias. Tan solo que preguntar por sus dudas y tratar de aproximarse a ellas. En fin, una especie de valor añadido humano. Pero aquel proyecto no se vió, no se estimó, no se valoró, no salió adelante…


Se estarán preguntando a estas alturas del artículo a qué vienen todas estas historietas de abuelos cebolletas… Pues miren, no lo sé. Cuando algún alguien me para por la calle y me hace recordar, ignoro la causa y el motivo, tiendo a pensar más en lo que pudo ser y no fue que en lo que fue. Hace poco, una pareja de recién jubilados me recordó que yo les había dado el curso de aquellos “prematrimoniales” que hace décadas arriesgaban ciertas parroquias (a años-luz de los actuales, por cierto) y en los que igual colaboraba… Me ocurre lo mismo con mi laaarga etapa de luchas en la COEC, en temas de supervivencia local empresarial (de aquí nadie me para para comentarme nada, dicho sea de paso), en que, con cientos de iniciativas emprendidas – de ahí viene empresa, de emprender – mi personal y particular inventario arroja más decepción que satisfacción, si bien otros serán los que deban valorar, pues está claro que mi tasación puede pecar de poco objetiva.


Y eso me ocurre, como están viendo, con todo lo defendido y emprendido, aun siendo de tantos y variados charcos (entre ellos, para no estar ocioso, co-fundé 7 Ong´s, de las que algunas funcionan muy bien, gracias a Zeus) pisados a lo largo de esta vida mía, que aún dudo que haya servido para mucho… “Deberías hacértelo mirar”, me sopla un cercano. Pues puede ser, quizá, es posible. Todos tenemos algún ala tocada; todos, en mayor o menor medida, necesitamos de alguna chapuza psicológica; de algún tipo de fontanería en nuestras ya cascadas cañerías… “Tú has hecho muchas cosas en muy poco tiempo, y eso deja secuelas, lo quieras o no”, me suelta otro próximo prójimo. Pues a lo mejor es eso, y habría de buscarme un terapeuta que me trajine barato, barato, paisa…


Porque son los terapeutas – o eso aseguran – los que te cambian por dentro los ojos de ver por fuera… al fin de normalizarte en tus apreciaciones y que no te procuren problemas a la hora de juzgarte a ti mismo y a los demás que te rodean. Aunque a mí, eso de que me normalicen me da cierto yu-yu, pues me suena un poco a ajuste de las tuercas del pensamiento que se ha aflojado con el tiempo. Y digo yo que a ver porqué , por el hecho de no pensar del todo como la mayoría de los demás, ya significa eso que no llevo razón en mi rareza. Y es que el psicoanálisis tiene esos dos polos: que lo mismo puede servir para liberarte que para alienarte.


Y yo confío en lo primero, claro que sí, pero igual desconfío de lo segundo…Así que, como mi caso es de los leves, creo, y nada que ningún buen amigo no me pueda aliviar en un momento dado, prefiero “Virgencica mía, quedarme como estoy”, y que, al final, como decía aquel torero, sea “que Dios reparta suertes”, que a mí ya no me quedan más salidas al ruedo que la despedida, si es que fuera necesario, y sin vuelta, que tampoco…


Crecerá como un sol / los rayos inundarán tu rostro / penetrarán en ti /serás iluminado por dentro / te sentirás ligero y todo espíritu / y después, tu carne pesará menos.”…(Flaubert). Pues eso mismo digo yo, que ya, si acaso, solo me queda esperar la visita redentora de ese sol.


MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ / info@escriburgo.com / www.escriburgo.com

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