Visité Tabarca hace muchos, muchos años, tantos como casi sesenta, o allá cerca... Entonces, la diminuta isla frente a la costa alicantina, puesta en el mapa por los refugiados genoveses en el siglo XVIII, era un paraíso natural preñado de paz, encanto y misterio...
Después quise visitarla de nuevo, sin poder hacerlo. Hoy leo que ya no cabe un solo chiringuito más en la isla. Y que el turismo que dió vida a los tabarquinos está empezando a quitársela. Por lo menos, la calidad de esa vida...
Pues creo que pospondré mi regreso eternamente. Ya no me interesa. Prefiero mantener vivo un recuerdo grato que matarlo en su realidad actual. Es lo que me pasa con esto...
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