A cada día que se tacha en el almanaque del Verano-2020, tan alegre y despreocupado en lo superficial como el de los otros años 20 de hace un siglo de entreguerras, la escalada del rebote coronavírico marca un nuevo récord. En España, en las comunidades autónomas, en los pueblos y ciudades… Aquí, en la Región de Murcia, donde su orondo presidente le echa la culpa a Sánchez en lo mucho malo, y se lame a sí mismo como los gatos en lo poco bueno, los rebrotes afloran como los cardos, con desorden y desconcierto. Hoy leo que en una casa de comidas para llevar, pollos asados y usted-no-se-moleste-señora-cuando-el-ojo-le-llora, la cocinera de positiva ejercía y lo sabía la tía… O conocidas pescaderías costeras con más gente dentro que peces en el mostrador, donde ni empresa, ni clientela, ni autoridad hacen nada por evitarlo. Imagínense las posibilidades de eclosión del bicho…
Y se me ocurre que, en un país donde la hostelería es el sector nomber one, primera y principal industria, emblemático de España, en que los ciudadanos autóctonos y “turis” foráneos nos dedicamos a barrear y terracear, todos sus servidores deberían de hacerse las pruebas cada mes, si no cada semana. Nadie sabe qué manos le pone el carajillo, y son muchísimos carajillos y muchas manos… Pues nada, cero controles, Mariloles… Los santuarios multiprolíficos por donde todo parroquiano, de vecindad o visitante, pasamos a diario a santiguarnos y a recibir la bendición de Santa Tapa de largar y alargar, y son, sin embargo, donde menos se vigilan los controles sanitarios personales… No deja de ser muy curioso… o muy poco curioso.
Pero este extraño verano de entrepandemias, de los segundos años veinte, todos colaboramos alegremente al no mirar/no ver/no pensar. Unos actuando, y otros justificando. Cerramos los ojos a todo, y el pensamiento a las entendederas, con el “chi e sará, sará…” del Gatopardo. Nos movemos todos en un terreno de nadie, pisando entre minas de Cóvid-19, unos pocos con cuidado, otros muchos con ligereza, saltando y bailando de aquí para allá, y otros no menos, dejándose llevar por una corriente con cierto sabor a una especie de fatalismo sin resistencias al mismo. La alegre y ciega irresponsabilidad junto a la triste y preocupada tensión. Ambas dos cogidas de la mano.
Yo lo veo en mi propia familia, que es una familia más de las propias de cada cual que forman la totalidad del espectro… o del fantasmeo. Se puede generalizar, sin riesgo a equivocarnos. Están los siemprefuera, están los siempredentro, y están los queleden… Los siemprefuera, como los jóvenes mayores o mayores jóvenes, que solo se relacionan con el amigueo, y su existencia es más extraña que entraña, más “ex” que “en”. Los siempredentro, como nosotros, gentes de riesgo con fecha próxima de caducidad, a los que hay, - ¡ ja ! -, que cuidar. Vale, de acuerdo. Los del sector intermedio, madurinmaduro, que arriesgan su alrededor sin renunciar a nada por nada, y que suelen responder con el clásico queleden…Y, por fin, una especie de interfase compuesta por los tres grupos, que, por comodidad, debilidad o convencimiento, todo lo justifica-justificamos con una especie de Carpe Díem…
Y es verdad y cierto que, entonces, no nos molestemos ni nos disgustemos ni nos desgañitemos, que todo nos debe valer y a cuanto ocurra no debemos temer, puesto que es lo que queremos, buscamos y justificamos. Como cierto es también que la incidencia de ocupación hospitalaria de esta tanda masiva de segunda ola de contagios (al menos cuando esto escribo) es menor que en la primera, aunque en algunos puntos de la geografía ya están saltando las alarmas y los primeros avisos de al límite. Y eso puede redundar en que el “índice de inmunización de rebaño” suba, y que la gente se autovacune por el roce entre el ganado…
¿Y quién dice que los ángeles-pastores de tal borreguerío no están teniendo en cuenta la tendencia gremial de las reses y la están utilizando a efectos inmunitarios de la especie?.. Entre ellos se dirán (en comunicación telepaticospiritual, naturalmente) “ya que ellos no usan sus mentes, usemos nosotros de sus tripas”. Lo que en román paladino querría decir: elaboremos a través del sentimiento, ya que aún no controlan el pensamiento…
Pero lo que sí es cierto y verdad, es que, desde mi limonero de echar pensadas, capto este verano como una mezcla de locos años veinte, despreocupados y desprejuiciosos, y un sentimiento opuesto de apocalipsis casero, algo así como un ensayo a mínima escala de lo que nos andamos buscando con más fruición que preocupación… Ignoro, no lo sé, si me habrán entendido en mi “anélises” de hoy. Es como un retortijón premonitorio, cuando veo al personal actuando como el morro de un cochino, no sé si me explico… Ya me contarán…
MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ
http://miguel2448.wixsite.com/escriburgo
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