En la Edad Media, e incluso hasta el mismo siglo XIX y parte del XX, no crean, cuando había una pandemia, la gente abarrotaba las iglesias y lugares de culto. Tanto los creyentes-practicantes como los tibios-dubitativos. Por si acaso, se decían estos últimos. Primero, pensaban que eso iba a lograr que la cosa parara en seco (y si no para todos, para mí al menos), y segundo, dentro de los templos se consideraban a salvo. Lugar sagrado, ya saben, y la magicidad de lo divino en lo humano… Ocurría, claro, todo lo contrario, que tales aglomeraciones ayudaban a que el virus se pusiera “morao” a contagios. Como la peste, y nunca mejor dicho ni más a cuento.
Yo creo que es la primera vez en la historia de la humanidad, en que la jerarquía católica ha aceptado las recomendaciones de la ciencia, con muy buen juicio por cierto, que ya iba siendo hora, y ha recomendado a sus fieles todo lo contrario: que no vengan, que recen en casa, que también vale y sirve igual, y lo mismo tiene que lo mismo da… Pienso que se ha sentado un precedente importante. Que la apostólica y romana haya asumido la suspensión de una Semana Santa, basada en una ritología multitudinaria, sin desgarraduras de mitras, sin mesadas de cabellos y sin destemplados alaridos al Altísimo, lo veo como un salto cualitativo positivo en una institución que ha hecho de las visitas a lugares e imágenes (todo lo contrario, por cierto, al cristianismo original) un clientelismo fijo y entregado. Y, en cierta forma, también manipulado.
Que el Papa Francisco haya celebrado las fiestas pascuales en solitario y ante una Piazza de St. Pietro vacía – aquello hubiera sido un banquetazo para el Cóvid-19 – acatando las normas antipandémicas de las autoridades médicas en vez de fiar en el milagrismo, y con un mensaje profiláctico de humilde petición a la Virgen del Divino Amor, lo veo consecuente y civilizado, y la verdad es que me congratulo de ello. Más vale tarde que nunca, ilustres mosenes… Hasta la ortodoxa rusa, que ya es decir, en palabras de su Patriarca Tirill, puso el dolorido dedo en la dolorida llaga: “He rezado durante más de medio siglo en compañía, y espero que entiendan ustedes lo difícil que me resulta decir a la gente que no acuda a las iglesias”, se sinceró con un reportero que a lo peor ni era parroquiano siquiera… Pero sus palabras encierran la clave. ¿Cómo justificar al personal lo que, durante siglos, se le ha venido diciendo al contrario. Y es que lo esencial no es eso
Y eso mismo es precisamente lo que yo quiero subrayar. Millones de fieles que hacen unos pocos años pensaban que no acudir personalmente al rito era pecado, ahora se quedan tan benditamente en casa admitiendo que, incluso Dios, los libera de obligaciones cuando vienen mal dadas, a pesar de todo su infinito poder. Y esto es bueno, porque ya dijo Jesús en su día que no buscaran al Padre en templo alguno que no fuera el interior de sí mismo, y no le hicieron puñetero caso. A ver si ahora… (aunque yo sea hombre de poca fé en mis semejantes). Caiga sobre mí el castigo. Pero puede ser, no sé, quizá, que alguno o alguna empiecen a pensar si la fe primigenia está en las prácticas y tradiciones, y costumbres, o en otras cosas mucho más profundas, auténticas e importantes. Enfín…
Miren en EE.UU., donde las iglesias evangélicas se declaran negacionistas del coronavirus, y como son los mayores votantes de Trump, han declarado a las actividades religiosas como “servicios esenciales”… para el contagio, naturalmente. Bárbaros fanáticos y fundamentalistas dónde los haya. Incluso Rodney Howard, predicador de Florida, fleta autobuses para su iglesia asegurando a sus fieles que acudan a la Casa del Señor que él, su humilde siervo, puede desactivar el virus. Ya… por eso quizá su país es el más contaminado del mundo. Porque su dios castiga, pero con palos. Porque los burros solo entienden el palo, claro.
Me quedo con los míos, visto lo visto, y a pesar de… E incluso a pesar de no comulgar con ruedas de molino y estar más solo que la una en esto. Pero el joío coronavirus este me ha demostrado que tales ruedas de molino se están atrancando ante las evidencias, y ya no son lo que eran. Y que, aunque no lo reconozcan, en el fondo lo saben porque lo están viendo… salvo los ciegos de siempre, claro.
Y no es que yo sea ateo, ni mucho menos, que no es eso, no… Es solo que el Dios en el que yo creo difiere tanto del suyo que no me parece el mismo. Solo eso. Mi fe no necesita ritos, ni obligaciones, ni aspavientos, ni imágenes a las que adornar y adorar, ni mucho menos, dogmas. Nada más. Por eso cuando veo que, a pesar del milagrerío y de tanto teatro y tanto iluminado, la gente hace caso a la ciencia médica, que, a pesar de humana, sabe de los hombres y entiende de sus males, y sus obispos bajan su siempre orgullosa cerviz, pues miren, que me alegro, joer…
MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ / El Mirador / www.escriburgo.com / viernes 10,30 h. http://www.radiotorrepacheco.es/radioonline.php / próximo programa, día 17 Abril: …MISIÓN CUMPLIDA
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