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Foto del escritorMiguel Galindo Sánchez

...Y UN PRÓSPERO AÑO NUEVO



Mal futuro el que augüro, y más pan duro (para los comercios urbanos, me refiero). Cada nuevo año, las gentes – más por costumbre ignorante que por responsabilidad rampante – se desean/nos deseamos todos y todas, y entre todos, los mejores y más entrañables deseos de prosperidad… “Próspero año nuevo”, le decimos también al comerciante vecino; al tendero del barrio; al zapatero de toda la vida; al de la tienda de ropa del pueblo… Pero es una mentira piadosa, como casi todos los embustes que se largan llegadas estas fechas de estreno de calendario. Es como un soniquete – indudablemente falsete – que se expide en automático; de esos que pulsas un botón y te sale un christma, que se arroja como el tiquet de aparcamiento…

Pero en nada de eso hay un ápice de verdad, ni de realidad. Ni por parte de unos ayuntamientos que medran de sus impuestos que luego no gasta en ellos, ni por parte de unos ciudadanos que los abandonaron de prisa y corriendo apenas asomaron los primeros parques comerciales. Toda una falsedad condimentada con turrón y mazapán y travestida de hipócrita costumbre… Cada año, como un reloj bien afinado, aparece la tradición de luces y de color cocacola, que aluden a la entrañable… digo estreñida, Navidad, pero para poner a Amazon al límite de sus servicios y de sus beneficios, y hacer languidecer al comercio local un poquico más cada vez, con la ilusión de que todo sigue igual… Y una chocolatada eme.

En las farolas más aparentes de cada centro urbano aparecen coloridos pasquines, con el mensaje en fariseo de “En esta Navidad, compre en su pueblo”, que reza, más o menos, como una llamada… ¿responsable?, de los edilatos a sus ciudadanos. Pero ese mismo Ayuntamiento no compra en su pueblo, si no fuera de su pueblo. El comercio de ese pueblo, de cuyos impuestos mantienen sus propias nóminas políticas y las de sus funcionarios, queda fuera del criminal sistema de licitaciones, que (legal pero inmoral) utilizan para empobrecer a esos sus mismos pueblos, empezando por sus propias empresas, como generadoras de empleo y de riqueza… Pero eso sí, claro, usan la doble moral del mensajito del que ellos no hacen el menor caso de tal embustero consejo; pero engrasan ciertas entidades profesionales para que no chirríen demasiado y sigan repartiendo estampitas de San Antonio…

Pero es que el ciudadano, mezquino pero sonriente, que es el modelo de cliente, hace la ola a sus nefastos administradores. Porque (es un dato sacado de las agencias de consumo) el 58% de media – y va en alza – de sus compras se hace por Internet, a través de las redes, en amazones y compañía. Hay quiénes gastan dentro un 10% de sus compras, como hay los que gastan el 100% fuera, apuñalando así mortalmente a su comercio local, al de sus convecinos y paisanos, a su gente. A los que luego, después, achaca encima que no son competitivos… Algunos comercios que, en su tiempo, mantuvieron el 65% de un muy digno empleo, y sus gremios eran un claro polo de desarrollo urbano en sus pueblos…

¿Qué?.. ¿Qué no gusta oír estas cosas?.. Pues sí, pero es que es una verdad matemática, cuantificable y comprobable… Pero hay otra aún más incómoda: en un pueblo, como el nuestro mismo, una cada vez más apabullante mayoría de esos locales que cierran a una velocidad vertiginosa, caen en manos de árabes, hindúes, o extranjeros asentados entre nosotros, que: 1).- al tener una población residente estable de su etnia; 2), al mantener la fidelidad y cercanía entre ellos que nosotros largamos por el escusado y tiramos de la cadena; y 3): al ser parcos en sus necesidades y longánimos en sus horas de trabajo (eso también se nos olvidó un día), pueden subsistir y ganarse la vida… Y lo que es más sangrante y vergonzante, pagarnos a nosotros un modesto alquiler, encima, que nos permite apuntalar y parchear nuestros justos, por escasos, ingresos. Gracias a ellos, precisamente.

Y a esos ciudadatas que luego vamos y nos quejamos de nuestros comercios, habría que decirles que han colaborado muy activamente a esta situación de empobrecimiento de los mismos y de nuestros pueblos… Y habría que preguntarles que a ellos qué más les dá unas calles de comercios pobres, exógenos y miserables, si tienen su egoísta solución a mano de whatshap… Así colaboran a que megacompañías esclavicen a sus empleados con sueldos raquíticos, a que monopolicen los mercados, y a hacer zombis a sus clientes, mientras arruinan al comercio de toda la vida… Y con la culpable e hipócrita actuación de unos ediles que regalan fuera lo que cada vez recaudan menos dentro.

MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ www.escriburgo.com miguel@galindofi.com

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