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Foto del escritorMiguel Galindo Sánchez

¿Y QUÉ PODEMOS HACER..?




Mi peluquero es de los clásicos pata negra, como debe ser. No solo no te pregunta por lo que quieres (ya lo sabe), sino que te conoce y te suelta carrete en los temas que te pueden interesar. Es un fígaro que conoce el oficio de bien aprendido… La última vez que le rendí visita me hizo un cultivado regalo que demuestra el grado de dominio de su variado nivel de clientela: “te brindo un nuevo palabro para que lo utilices en tus escritos” – me dijo – y es “Burriborrego”, y ni siquiera esperó las gracias. Se limitó a comentar y preguntar mi supuesta docta opinión sobre ya no recuerdo qué tema. Recursos no le faltan al competente eficiente.


Una de las teclas que tocó, como buen “pianista” que es, respaldada por la concurrencia al completo, es el truco empleado por la banca para dar el peor (y menor) servicio posible a sus clientes, que es nombrarte un Gestor Personal. En el truco psicológico de halagar nuestro ego nos dice que pidamos cita, saquemos hora y aguardemos cola… Nos insultan con ello, se ríen de nosotros, se ahorran sueldos, y nos toman por tontos de pura cepa (aquí viene al pelo, por cierto, lo de burriborrego). Ellos abusan, y nosotros bajamos las orejas como las ovejas.


Y aquí, el tijerillas me encaró el capote con el consabido y con-rendido ¿qué podemos hacer? buscando mi respuesta. Y la respuesta es que la única respuesta que puede servir no vale. En cuanto a este país, al menos, no… En estos casos de desprecio y maltrato social lo único que sirve es una respuesta colectiva y concertada. Por ejemplo: ponernos todos de acuerdo (para eso están las redes) para acudir a nuestros bancos en unas mismas fechas a sacar nuestros efectivos de sus cajas. Ardería el Monario, que es una frase que decía mi abuela, pero que yo aún no he sabido qué o quién es el dichoso Monario, pero que es de la misma quinta de “como puta por rastrojo”, que sí que sé de qué vá.


Porque como esa ilustre señora vamos todos los ciudadanos de este triste país. Abusan, se mofan de nuestra ignorancia, y nos toman el pelo sin ellos despeinarse, en multitud de casos y cosas; léase el precio del aceite, el de los comestibles y combustibles; las compañías telefónicas, eléctricas; de servicio de aguas, u otros de primera necesidad; los funcionarios de ventanilla tenebrosa; las administraciones que te sacan el impuesto pero no te dan ni los buenos días; y un etcétera más largo que un cólico: que aquí, en esta España mía, esta España nuestra, hay más izas y rabizas, y colipoterras (Camilo José Cela) que rastrojos.


Otro ejemplo sangrante y mangante es lo que está ocurriendo con el aceite de oliva. El mismo producto y las mismas marcas, nacidas de nuestros mismos bancales, en las estanterías de los supermercados irlandeses, sus etiquetas marcan un 300% menos de precio que aquí. Nosotros lo producimos, lo exportamos allí, y lo pagamos en nuestras calles al triple que ellos… ¿Qué a qué se debe?. Es simple: a la ley de la oferta y la demanda. La única diferencia es que en Irlanda compran estrictamente lo que necesitan, independientemente de los bulos que corran, y aquí, en este país, subimos nosotros mismos los precios con nuestro consumo desaforado. Y somos tan petardos, que aún los sinvergüenzas de los distribuidores se permiten decir que la futura cosecha “vá a ser mú mala”, para subir todavía más los precios ya mismo, y no cuando toque… Ahora parece que se está preparando el timo con el azúcar, y ya han puesto a correr los bulos. Nosotros solicos nos pondremos la soga al cuello.


Si actuáramos con cordura y mesura, pero sobre todo, coordinados,, estos atracos no ocurrirían. Y todos los abusos con que actúan, empresas y administradores, sobre el general de la gente, tampoco habrían lugar… Por eso, que cuando me refiero a acciones conjuntas y concertadas, me baso en la existencia de una conciencia social, ciudadana, comunitaria, como debiera ser. Y convendrán conmigo, o no convendrán, que no la hay en modo alguno. O, por lo menos, no inteligentemente. Sí, en cambio, ciega y obtusa. Aquí se eliminan los moros y cristianos, los toros y marranos, las patronales, una procesión o una subida almontiana, y se organiza un santo pifostio, pero pueden meternos mano impunemente en nuestros derechos, bolsillos y dignidades, que nos portamos como perfectos bovinos.


Es posible, puede ser, que sea el carácter mediterráneo, aparte lo que cante Serrat, que sí, que vale, que bueno… pues los parámetros recogidos de Italia, o de Grecia, en ese sentido, son muy parecidos, y entonces resulta fácilmente achacable al clima o a la meridionalidad, al que “hay que ver cómo semos” y todo el tópico típico que arrastra el sur, todos los “sures”… Quizá por eso, no lo sé, los del norte son manufactureros y nosotros camareros; a ellos les uedan largas las propinas y a nosotros nos quedan cortos los sueldos; y las necesitamos, claro, como el comer, o para poder comer; o quizá por ello nuestro principal valor sea el turismo, versus hostelería, su señoría…


Sociólogos hay que saben y cuentan de este camino ancho, amigo Sancho… Pero yo no me puedo quitar de la cabeza que todo se basa en eso, y ya está. No. Aparte el sol, el vino y la paella, existe también, o debiera existir, la Cultura, el conocimiento, la disciplina, el no apego a la ignorancia, que lo hacemos encima con jactancia… El saber, y creer, y entender, lo que nos conviene y lo que no; el juntarnos para lograr el bien de todos, y no agarrar el bidón de 5 litros de aceite y gilipollas el último… y tener la mala fe suficiente para “el de detrás que arrée”, y ser insolidarios cuando se nos pone la alfalfa en el rabo, también cuenta en nosotros.


Por eso, la aportación de mi Eduardo Manostijeras a mis expresiones coloquiales, cae aquí, en el caso que comentamos, como canica en el “guá”… Burriborrego, me repite ufano y satisfecho; un híbrido de no querer saber y no poder parar. Las dos “bés”… ¡Ah!, la misma mañana me dice mi educado farmacéutico que viene cabreado como un choto sin madre porque ha acudido a su Gestor Bancario, a la hora de su cita, y estaba almorzando. Que se ha quejado, y que los otros dos (porque no hay más en la importante oficina) le han dicho que no abuse… O sea, hasta nos hacen creer que somos nosotros los abusadores y ellos los abusados… Pero, eso sí, ¿pá cuándo las fiestas, acho,

tío..?.


MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ / info@escriburgo.com / www.escriburgo.com

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