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Foto del escritorMiguel Galindo Sánchez

Y PORQUE VIENE A CUENTO



(de TeleMadrid)


El llamado “Miércoles de Ceniza” (me enteré que era tal porque mi santa mártir me lo hizo notar), por casualidad, o causalidad inconsciente, sin saberlo “in consciencia”, hice mi habitual prospección bíblica – suelo abrirla al azar y leer qué me dice – y me encuentro, y a mí ya no me extraña nada, con el siguiente párrafo del profeta Isaías:


“¿A quién me asemejáis e igualáis, y me comparáis, para que seamos semejantes?. Sacan oro de la bolsa y pesan plata con balanzas, alquilan un platero para hacer un Dios con ello, se postran y le adoran. Se lo echan sobre los hombros, lo portan y lo colocan en su lugar; allí se está, no se mueve de su sitio. Le gritan y tampoco responde, ni libra de la tribulación” (Isaías, 46,5-7)


Es leer eso y acordarme de la inminente Semana Santa que tenemos encima, y que nos están vendiendo desde que terminó el otro santo grial del negocio de la Navidad… Y comprendo que la descripción le viene como anillo al dedo. A portar y procesionar dioses revestidos de oro, plata y vestiduras preciosas, para asemejar, igualar y comparar al Dios genuino es a lo que hemos cogido afición desde el Becerro de Oro. Naturalmente, lo que hacemos es cambiarle el nombre y las etiquetas para que aún resulten más creíbles a nuestras propias conciencias. La iconoclastia de la religión primigenia la hemos convertido en la adoración de todo lo contrario… Utilitates habemus.


Y pensando en esto, que le aplico un correpáginas con el dedo, algo que suelo hacer cuando agarro La Biblia, y miren ustedes vuecencias, que aterrizo en otro sembrado que aparece como seleccionado sin que lo hubiera mirado:


“Porque los ídolos de las naciones son plata y oro, obra de manos de hombres; tienen boca y no hablan; tienen ojos y no ven; tienen orejas y no oyen; tampoco hay aliento en sus bocas. Semejante a ellos son los que los hacen y todos los que en ellos confían”. (Sl.135:16)


Es suficiente para mí, no sé para los demás. Así que cierro el gran Libro y me pongo a pensar en ello. El paralelismo me parece demasiado asombroso, y la sincronicidad apabullante… Resulta curiosísimo que de las tres llamadas Religiones del Libro: judía, cristiana e islámica, tan solo la “cristiana” es iconódula: esto es, que venera (dulía) a las imágenes (icono). Sus dos hermanas – las tres vienen del mismo tronco: Abraham – practican, por todo lo contrario, la iconoclastia. Aún resulta más llamativo que siendo la católica (no cristiana) un remedo del judaísmo, otorgue culto a las imágenes, porque hasta el primitivo, auténtico y original cristianismo (Santiago y su Iglesia de Jerusalén) eran enemigos también del pito, la mortaja y la sonaja.


Aquí decimos honrar mucho la cosa de las tradiciones, pero hasta dónde nos interesan y que sean bolsilleras, claro… La “Traditio”, que por cierto significa “donación”, “regalo”, nos la adaptamos a nuestra cultura, o incultura, según nos rente en la bolsa y las ovejas se amontonen en el redil. Si ahora aterrizara por aquí el de los Salmos, o el mismísimo Isaías, a decirnos que la verdadera, genuina y auténtica tradición siempre es la más antigua, y que la que hemos entronizado es contraria a la fe, haríamos con ellos un Paso y los vestiríamos de Judas… Y convenientemente momificados para que no juraran en arameo.


Los antiguos patriarcas, como los primeros seguidores de Jesús, sabían muy bien que no se podía entrar en el fondo por la forma, porque acabamos por adorar lo de fuera excluyendo lo de dentro. Y porque lo sabían, lo prohibieron taxativamente… En el siglo IV el Concilio de Elvira en su Cánon 36, dice: “las imágenes no deben colocarse en las Iglesias para que no se conviertan en objeto de idolatría y falsa adoración”; de lo que se deduce que fuera de los templos ya circulaba cierto tipo de iconografía, más o menos pseudosagrada, que contaminaba la pureza y esencia de la Fe.


Fue tres o cuatro siglos después, cuando lo de la ortodoxia bizantina, que la Iglesia volvió grupas, porque advirtió un par de cosas que la beneficiaría grandemente: una, que le hechura, compraventa y monopolio de imágenes de cristos, vírgenes y santos, bendiciones y demás, sumado a la vergonzosa explotación de las santas reliquias, suponía una pasta gansa en las arcas del clero; y otra, que comprobaron lo fácil que era llevar al redil al personal tras una buena procesión, y tenerlos entretenidos y contentos en sus fervores y favores.


Así que, como cuentas viene de cuento, ni dos palabras más: iconodulía habemus, que es jauja… hasta el presente. Llevamos casi milenio y medio de religiosidad popular basada en una cada vez más pujante industria de imaginería religiosa, que fomenta enfebrecidas cofradías que rebosan fieles abducidos por la fe del carbonero, esto es, adorad a Dios por la peana, que Dios siempre será Dios, y lamer la peana siempre os dará lustre y esplendor a la lengua; que si no en el conocimiento, que no lo necesitáis para nada, sí en el cocimiento intelectual, que es lo que necesitamos nosotros…


Pues lo que se cuece en curias de postín es otro festín; y en obisperíos de troníos, ya ni le cuento… Eso es otro cantar, me dicen los de la saeta… Vale, pues será…


MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ – www.escriburgo.cominfo@escriburgo.com


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