(de Omega Institut)
Durante cierto tiempo ha, que me vienen diciendo, de forma y manera más o menos recurrente, que cómo es posible que yo sepa todo eso que escribo en mis artículos; o que cómo puedo tener tanta imaginación para soltar cuanto suelto; o que de dónde saco todo eso que publico en mis libros, y estos escrituriales que vierto por estos andurriales… Aquí, si se fijan, según lo que muchos me preguntan, también también ustedes mismos se encargan de establecer un par de puntos primordiales: ¿Cómo puedo saber?, y ¿de qué saco lo saco?. Porque lo de la cosa de la imaginación está para los novelistas que inventan tramas y todo eso. En modo alguno es mi caso, como bien saben. Mi fantasía resulta penosa, ya se lo adelanto yo.
Lo primero que hemos de tener claro es que, imaginación aparte, de la que estoy en números rojos, en los temas que me muevo nadie inventa nada, sino que descubrimos todo. Lo destapamos. Descubrimientos de principios pre-existentes y olvidados, que, eso sí, actualizamos a los tiempos presentes, para que nos sean de utilidad tales re-conocimientos. Conocimientos que son eternos, por cierto… Pero ese es el ciclo natural y universal de las cosas. Esta es la primera premisa de la que tenemos que partir para entender todo esto.
En mi caso personal, mi mérito está al alcance de cualquier ser humano. Nada de extraño hay en ello. Lo que se achaca a mi imaginación es como una especie de “echar balones fuera” que suelen utilizar mis compadres que me leen: “es que tiene mucha imaginación” se dice, como se puede decir “está como una cabra”, que también se dice, y todo explicado y solucionado… Ya les he confesado que yo de esa imaginación tengo el pozo seco. Así que, en mi caso de la cosa, tan solo existe una fuente confesable y constatable: Un servidor nada más les traslada, les traduce, se los acerca y les vulgariza todo aquello que ha leído, ha estudiado, ha aprendido y ha contrastado de cientos, sí, digo cientos, de libros, antiguos y modernos, ensayos, historia, autores clásicos, religiones, disciplinas científicas, y todo lo antiguo que cae bajo mis ojos operados de cataratas… Como verán, ningún invento del otro mundo.
Esto es todo el secreto…Eso sí, claro, condensan décadas y décadas de rastreo, inmersiones y búsqueda (sobre todo búsquedas) en todos aquellos temas que me interesan. Pero solo soy una especie de correa de transmisión conectada a aquellos que me siguen regularmente, y a los que pueda interesar el mismo conocimiento del que este abrazafaros dispone y les va transmitiendo convirtiendo lo indigesto en digerible papilla… No sé si habré sabido explicárselo a vuesas mercedes con la suficiente claridad, aunque verán que suelo utilizar para lograrlo un mecanismo tan elaborado como el asa de un botijo. Expliquémoslo de la siguiente manera: yo le saco el pringue una cosa mala a la máxima crística aquella del “buscad y encontrareis”, y lo que encuentro lo comparto con ustedes-vosotros, como dicen los gaditanos… Si les gusta, encantado, y si no, pues descartado.
Otra cosa muy distinta a mi caso son aquellas extrañas personas, poquísimas en realidad, donde sí que existe esa conocida por llamada “ciencia infusa”, esto es: conocimiento infundido, que quiere decir literalmente, o sea, depósitos vivientes, receptores naturales de esa sabiduría, que conectan, consciente o inconscientemente, con esas fuentes de superior conocimiento (me arriesgo a ser quemado en la hoguera por esto), pero no es nada raro, en absoluto. Son esos denominados “Archivos Akáshikos” de la cultura antigua oriental, y esas “grabaciones etéreas” – del éter – de la ciencia moderna (física quántica)… “Nada nuevo bajo el sol” que recoge el Eclesiastés Cap.1 Vers. 9, y que se atribuye al sabio rey Salomón; o el “en verdad te digo, Horacio, que hay más cosas en cielo y en la tierra…”, del iniciado Shakespeare; o el más conocido “Hay otros mundos, pero están en éste”, de Paul Elouard.
Lo que pasa es que la Iglesia, como institución chupaconciencias, se ha cuidado de justificarlo en casos como San Agustín, Santa Teresa de Jesús, San Juan de la Cruz y otros, todos ya fallecidos y bajo su control, pero, a la vez, se cuida muy mucho de perseguir, acosar, secuestrar y acallar a todos aquellos vivos que no se dejan manipular (un caso famoso es el de Stephen Hawking y el intento de hacerlo callar). Es tan sencillo de entender como eso… Y es que esa información, ese conocimiento, esa sabiduría,,. o como ustedes quieran etiquetarlo, pone en evidencia todo lo que hasta ahora hemos aceptado, primero por la fuerza, y luego por comodidad, porque es más cómodo seguir mansamente los ritos, las “tradiciones” y los dogmas, que buscar su verdad o su mentira.
En la actualidad hay varios casos, más o menos cercanos, de… digamos “canalización” como concepto primordial, pues nacieron dotados de esa capacidad de contacto dimensional, y que, dadas las circunstancias, les supone más una maldición que una bendición, por las inmensas dificultades que han de afrontar para expandir esa verdad… El caso del actual N.D. Walsh, norteamericano, resulta paradigmático. A lo largo de la historia moderna ha habido muchos sensitivos/as de diferentes especialidades y/o categorías: Edgar Cayce es el más conocido y representativo, pero también están John Edward, Daniel Dungle, Nina Kulagina, Peter Hurkos, William Crookes, Meríe Lenor, Wolff Messing, y otros tan formados y espectaculares como Emmanuel Swedenborg.
Como los hay también próximos en tiempo y lugar. Escriben libros espléndidos y esplendorosos; son faros vivientes y guías sufrientes; despertadores de la humanidad, y que son víctimas de su propio don… Ellos/ellas son los importantes, los que tienen acceso directo, los que no se doblegan a los chantajes y presiones del brazo secular de la iglesia; los que dicen lo que tienen que decir; los testigos a los que se quieren silenciados…
Pero yo, no. Yo soy un copypega cuyo mérito ni siquiera es mío: “tú sientes el impulso de buscar lo que hay que buscar y sabes cómo y dónde buscarlo, y tu misión es encontrarlo y divulgarlo”, me dice una de estas criaturas excepcionales. En pocas palabras, soy un Rastreator, un olfateador de pistas, un “policecan”, ya saben… Y esto es lo que transmito en mis escritos y de lo que se asombran mis lectores… Dicho queda.
Miguel Galindo Sánchez / www.escriburgo.com / miguel@galindofi.com
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