A mí me gustaría que rigieran otras matemáticas en la clase política. Otras economías. Pero, claro, no es así… Los partidos políticos se rigen por unas matemáticas socieconómicas que, a veces – yo diría, siempre – son absolutamente opuestas a las que mandan (e incluso ellos imponen) fuera de su propia concha. Los parámetros cambian también totalmente cuando se miran y admiran su propio ombligo que cuando valoran el de los demás. Y en eso son todos iguales, izquierdas y derechas, extremas de ambas o cócteles de gambas, da exactamente igual pues son la misma sopa… Todos y cada uno de ellos se agarran a la nómina que le haya tocado en el reparto de la urna, aunque solo los hayan votado la agradecida parentela y allegados bolsilleros. Es la distancia entre la norma y la horma.
Un ejemplo que yo siempre me he presentado y preguntado es el por qué los ediles y alcaldes de pueblos y ciudades, o jefes de finca autonómica, se autoconceden a sí mismos, antes de empezar a “trabajar”, los sueldos que les vienen en gana, y siempre comenzando por una buena subida de los mismos, aunque su entorno esté sufriendo una crisis o empobrecimiento galopante. Ni la vergüenza ni la mesura interfieren en ello… Debería existir una ley, una normativa, un axioma moral y de honradez, no sé, en que ninguno de los administradores (y aquí incluyo hasta a los funcionarios) pudiera tener un sueldo superior al de la media de poder adquisitivo de sus administrados. O algo parecido a ello. Por honestidad política y humana. Si un pueblo tiene un Ipc de los bajos, sus cuentistas políticos y administrativos no deberían de sobrepasarlo. Por pura coherencia y decencia… De ahí mi “pancarta” última de referencia y preferencia: Gestores, sí. Políticos, no, que vengo luciendo en mis manifestaciones monounipersonales.
Otro ejemplo pudiéramos situarlo en la cada vez mayor abstención a la hora de molestarse en ir a votar (total, pá ná, como cada vez más suele argüirse)… Yo ignoro, - pero creo no equivocarme si digo que sí - si los políticos son los responsables de esa abstención. A mí me parece que la tal abstención se produce por hartura y pérdida de confianza de los votantes hacia sus políticos, que no votan por sentirse defraudados, estofados y estafados, por lo que sí que son directamente responsables. Lo lógico y de sentido común entonces es que las nóminas de los electos se redujesen en la misma proporción que la abstención sufrida… Que en Andalucía ha habido un 41% de abstención, pues a los cargos obtenidos se les rebajaría un 41% la paga. Eso sería correspondencia, a lo otro lo llamo yo indecencia. Unos pájaros que cada vez ilusionan menos al personal que les paga, y que no son capaces de atraerlos ni convencerlos, no es de justicia ética ni democrática que mamen como cuando su buen hacer arrasaba en aquellos de los cuales cobran… Dirán que el trabajo es el mismo, concedámoslo, pero el respaldo público no es el mismo. Los índices de absentismo así lo proclaman.
Es la misma estafa que se comete con lo de la disciplina de voto en los partidos… Cien “síes” o “noes” uniformes no deben costar al pueblo cien veces más que un solo “sí”, o un solo “no”, por múltiple que éstos sean. Es un axioma éste que tiene su lógica y sentido común… Me explico: si no se concede libertad de conciencia a nuestros diputados, ¿por qué pagar cien nóminas para decir, decidir y votar todos lo mismo?.. Si el partido ha sacado cien clones en las elecciones (buen pareado éste) dejen solo uno en nómina, aunque su voto valga por cien. Sería lo justo, honrado y democrático, y se haría economía. Pero, claro, la justicia no va con la avaricia.
Se me dirá, claro está, que la gente no piensa en todo esto. Y es verdad. El personal pasamos como los perfectos borregos que somos. Nuestros políticos se quedan con la leche de la tetina y a nosotros nos dan la goma, ya chupada, raída y relamida. Cierto… Pero yo me digo a mí mismo que eso tiene que ser por algo, por algún motivo, por alguna causa que produce todos esos alienantes efectos… Y me pregunto si será por la rampante incultura de la sociedad. Me acabo de leer una reseña sobre entrevistas entre el público y “asaltos” a ciudadanos por las calles micro en mano, que contestan (es absolutamente verídico) que Inglaterra es la capital de EE.UU.; el satélite de la Tierra es Marte; el Mito de la Caverna es de Julio Verne; que Layka fue la perra de Franco; y donde confunden a Mª Teresa Fernández de la Vega con Teresa de Calcuta… estoy hablando de universitarios incluídos.
En un país así, donde se hace apología de la ignorancia, no se puede esperar que se den cuenta que su espantosa y mediocre clase política le está tomando el pelo, se está aprovechando sin disimulos (porque, mire usted, no se enteran) y le roban directamente de sus bolsillos. Otro ejemplo reciente entre docenas de ellos: venden hasta la saciedad y la suciedad lo de la “excepción ibérica” que han conseguido para rebajarnos el precio de la electricidad en España, pero se inventan un nuevo impuesto sobre no sé qué del gas, para incrementar su factura lo que había conseguido rebajar... Nuestros políticos saben muy bien que una cosa es educar y otra distinta es domar. Y los sistemas educativos inyectados en neura apuntan al adocenamiento más que a la formación en ideas y valores. Al aparejador – de parejo – se le utiliza, y al librepensador se le aparta, y se le machaca. Y se le tira al cubo de la basura que antes se ha vaciado convenientemente de m… para darla de comer a los que, con fruición, la consumimos.
O puede que no sea eso, y es que nos la den con queso, simplemente, porque somos tontos, o imbéciles, o irresponsables, o tan listos que, en realidad nos da tres leches vivir en una democracia que en una partitocracia, o lo que sea esto, y que lo que realmente queremos se resuelve tan solo que en dos posiciones: o el estar servido por un camarero en una terraza, o ser el camarero que sirve en la terraza… Es nuestra máxima aspiración, aparte de que algún deportista, debidamente jaleado por los medios que lo preparan para el consumo, gane para mi idiota y patriotero ego lo que yo no puedo ganar, pero sí identificarme con él en lo que me pueda tocar… O algo tan triste y parecido a todo esto.
MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ www.escriburgo.com miguel@galindofi.com
Amen. Las democracias, lamentablemente y porque así les inmerrresa , nos meten a los votantes en el saco de la ignorancia. Y lo malo es que los votantes lo consentimos y que el otro saco es peor. Saludos.