Lo siento, discúlpenme… No soy un columnista al uso. Cuento las cosas que veo, o que me parecen, hago crónicas y todo eso, pero… de vez en cuando, me gusta saltarme las normas, y capuzarme y bucear por aguas profundas, y sacar algo de ellas, si es posible, y compartir esas cosas, esas impresiones, esos conocimientos, con vosotros. Me encanta registrar en los arcanos buscando verdades escondidas, no dogmáticas (donde se impone el dogma no se esconde la verdad) y sacarlas a la luz, y exponerlas entre estas líneas… Hoy toca eso. Así que lo aviso en el primer párrafo, para los que no quieran calentarse la sesera conmigo, en este mismo punto puedan abandonar la lectura y darse media vuelta. Bien… extraigo un párrafo del Evangelio de Felipe (gnósticos), Nag Hammady:
“…Y dijo Yoshua: “la luz con la oscuridad, la vida con la muerte, la derecha con la izquierda, son hermanos entre sí. No es posible separar los unos de los otros. A causa de esto, ni son buenos los buenos, ni son malos los malos, ni es vida la vida, ni es muerte la muerte. Así, cada individuo será devuelto a su propio origen desde el principio. Pero los exaltados por encima del mundo son inmortales, y existen en la eternidad”…
Si os fijáis bien fijado (los que aún seguís leyéndome) no es posible en este mundo separar la luz de la oscuridad, ni los buenos de los malos, ni la vida de la muerte, porque son la misma cosa… Sin embargo, el axioma establece al final que los que son exaltados – y aclara – “por encima” del mundo, son inmortales. Y son inmortales, naturalmente, porque existen en la eternidad… La cuestión reside (pues no se aclara) si esos inmortales fueron, son, o serán exaltados a la tal eternidad por méritos ya contraídos o por contraer, y ya sabéis por dónde voy… Y lo digo, porque los que no somos nada, esto es, ni buenos ni malos, ni chicha ni limoná, quiere decir que también lo somos todo: buenos y malos en nosotros mismos. Y, como tal todo, también formamos parte del todo… Es que, advertid los avisados, que, por la misma regla de tres, el todo y la nada también son hermanos entre sí, y no es posible tampoco, según se afirma, separar lo uno de lo otro, a causa de lo cual, cagoentó, ni es todo el todo, ni es nada la nada…
Vale… no sigamos ese camino si no queremos acabar en el caos, en el abismo, que, por cierto, fue el principio de todo. Existe en ese párrafo un eje entre la declaración de unidad de los opuestos y la de la existencia de esos inmortales (no son los superhéroes de Maxwel, aviso), y es la línea que reza que cada individuo será – observen que lo dice en futuro – devuelto a su propio origen… y remata: “desde el principio”. Entiendo que, tras el que el todo vuelva a la nada, o lo que es lo mismo, un origen que es un eterno principio.
¿Me seguís?.. Solo los que se convierten en “inmortales” serán conscientes y testigos de los hechos, desde su propia eternidad. Fin de la historia. Y volver a leerlo desde el principio para que lo entendáis mejor… ¿capisqui?. Si queréis que os diga la verdad, a mí me recuerda mucho a los principios del Tao chino, y a una sentencia del eminente filósofo Kierkegaard, cuando dice el tío aquello de “la eternidad verdadera no se ubica después de lo uno o de lo otro, sino que está entre ellos”.
Bien… creo que es suficiente por hoy. Algunos me achacan que, a veces, impongo en mis escritos casos y cosas imposibles de entender. Los respeto, pero no estoy de acuerdo, ya que nada es imposible, entre otras cosas… El entendimiento no es una virtud, ni la adquisición de conocimiento tampoco. Es un puñetero hábito. Una costumbre. Es tan solo el hábito de pensar… Y es exactamente lo mismo que cualquier músculo del cuerpo, que se desarrolla con el ejercicio de la práctica. Existen cuerpos culturistas o esculturales, como igualmente existen mentes simplistas o intelectuales.
Por supuesto, nadie está obligado a nada, faltaría más… Ni tampoco yo quiero “meter las dos paticas por un calzón” a ninguno ni a ninguna, por supuesto… Me limito a compartir lo que descubro, y a invitar a mi merienda. Nada más. Algunos pocos, muy pocos en realidad, es cierto, me piden y me animan a sacudir más veces la palmera para que caigan más dátiles, pero soy consciente que no soy ningún gurú, ni vosotros mis discípulos… La libertad de pensamiento y el libre albedrío, aunque no lo creáis, están por encima del respeto a cualquier sabiduría. Así que…
MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ www.escriburgo.com miguel@galindofi.com
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