Vean la foto con que se encabeza este artículo, y díganme, a bote pronto, y a bote tardo, qué les viene a la cabeza. Seis mujeres (se suponen) islámicas, en el Afganistan ya talibánico… que, por cierto, y tras la inexplicable retirada con el rabo entre las piernas americana, que los mantenía a raya (también España ha salido tras el jefe cagando leches) y que se han hecho con el país a base de sembrar el pánico… O media docena de mujeres (se suponen) pertenecientes a cualquier país árabe bajo el catecismo más oscuro de los ayatolah´s. Puede valer también para los emiratos del petroislam, o incluso para las autosometidas en cualquier país occidental que lo tolere, del que Francia, por cierto, es pionero en dar la batalla a esta cuestión…
Sin embargo, no es nada de ello. Son mujeres de este país, españolas y festeras. La fiesta se llama Las Cobijadas, y el pueblo que la celebra, de Cádiz, Vejer de la Frontera, donde las zagalas de diecimuchos y veintipocos años (una de ellas es nombrada Cobijada Mayor, faltaría más), visten saya y manto dejando ver de su cuerpo un solo ojo – los talibanes les dejan los dos – por mor de la sacrosanta tradición, claro… Aquí habría que poner impresa aquella frase de las vieja películas: “cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia”, a fin de disimular lo que parece evidente. Y lo que resulta evidente es que la tal tradición viene de una cultura machista en que la mujer estaba obligada a ocultar su femineidad, y ahora, y mucho, no me digan que no, con los postulados feministas actuales.
Hacer una fiesta y celebración de una costumbre que destaca el sometimiento de la mujer, no deja de ser curioso… Es lo que tiene la exaltación ciega de todo lo que es tradición, muy dados los españoles y las españolas, o españolos, a ello, siempre que suponga fiesta de traca y morcilla, sin mirar de qué casta viene el tal galgo. Lo mismo da empalar a un animal, que tirarlo desde un campanario, que anular a una mujer, que cualesquiera otra vergonzosas tradiciones y costumbres… La glorificación de la tradición tiene de malo que santificamos demasiados aspectos de los que deberíamos analizarlos y analizarnos, si no avergonzarnos, en vez de ensalzarlos y glorificarlos.
Yo soy lo suficiente mayor como para haber conocido tales usos. Una de mis abuelas, más pegada a la sociedad rural, la conocí con falta hasta los tobillos, echarpe hasta el cuello y eterno pañuelo negro tapándole todo el cabello y parte del rostro… Mi bisabuela no debería andar muy lejos de Las Cobijadas, que fue anteayer mismo. Y no solo España, toda la cultura mediterránea (hermana de la africana por parte de mar) viene de ahí. Nos forma y nos conforma. Sin embargo, que lo admitamos y reconozcamos, no significa que dejemos de ser coherentes. Y que seamos feministas de última serie y ola al mismo tiempo que honramos una época de violencia y sometimiento, resulta una sangrienta incongruencia. Hemos de asumir cultura e historia, pero también hemos de elegir las mejores tradiciones, no las que nos avergüenzan… salvo, naturalmente, que sea mentira, una moda, un tiempo de hacer cosas contrarias…
Me doy perfecta cuenta que el articulico éste de hoy es de los que suscitan controversias. Habrá gente que lo ataque y gente que lo defienda. Personas fanáticas de la tradición y personas fanáticas de la renovación. Fundamentalismo existe en ambas posturas extremas por igual, tanto en la nueva pose de negar toda evidencia histórica que contradiga el nuevo credo de lo políticamente correcto, como igual los que, por el contrario, defienden cualquier salvajada o mamarrachada vestida de tradición o costumbre… Y que habrá opiniones de todos los colores y matices. Cada cual exprese la suya al respecto, pero sin hacer sangre por ello ni de ello. No merece la pena.
Es que a este punto, precisamente, es al que quería llegar: al dogmatismo. El tiempo de las cruzadas ya pasó, pero la polarización en todo sigue vigente y actual. No se montan guerras bendecidas por Papas contra alfanjes y cimitarras (ahora más vienen de ese lado), pero el cainismo desatado está en toda cuestión política y social que se tercie. Se nota en las comunicaciones, cada vez más manipuladas, y en las redes, cada vez más exacerbadas; en unos medios muy mediados pero muy poco meditados…
En la dictadura, Franco se inventó un Ministerio de Educación y Descanso (esto es, re-educarnos mientras ociábamos) donde metió cuanto de folklore, costumbrismo, tradición, coros y danzas, y todo el funcionarial-dirigismo que había. Una pseudocultura de pan y circo como la de todos los populismos… A poco que escarbemos, todas estas tradiciones contradictorias como la de Las Cobijadas, y otras, son reminiscencia de las que entonces se fomentaron afines a los valores patrios y patriarcales de la época… Si el personal de hoy las acepta y las defiende, por mucho que se quiera imponer la falsa nueva doctrina de la compensación y el buen rollito, es porque aún arrastramos una parte genética que honra tales ancestrales prácticas, mal que nos pese…
Y eso se soluciona con cultura con C mayúscula, no con la subcultura con que nos adocenan; y tampoco a base de Bando y Edicto. La igualdad es cultura, no postura. Mucho menos, impostura… ¡Las mozas del pueblo ya s´han tapau, Riau, Riau..!
MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ
www.escriburgo.com
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