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Semanas pasadas me felicita en el día de mi santo un buen amigo, citándome la trilogía arcangélica, junto a mi nombre: el de Rafael, así como el de Gabriel… Yo le doy las gracias, y le digo que, cada día de mi onomástico, también celebro intimamente el de otro colega arcángel, que la Iglesia suele olvidar en el tintero de los almanaques: Uriel. Y, miren ustedes por dónde, me resuelve el tema de uno de mis artículos diarios. Esto me va a servir igualmente para reivindicarlo, y que el personal conozca y re-conozca a alquien más que al anunciador (Gaby), el castigador (Miqui) y el sanador (Rafi). Que hay un cuarto d´Artagnan por desconocido en estos mosqueteros, y que se llama Uriel.
Y el tal cuarto en liza es el gran ignorado (si bien la angeología afirma que todavía existen tres o cuatro más dentro de la misma categoría arcangélica). El que apenas aparece en los nombres tomados por los humanos, que es el catálogo onomástico de donde eligen los nuestros, es, precisamente, el suyo… Así, a la par que en memoria del abuelo, la tía, la madre o el padre y muy señor mío, o el del actor de moda, o el “porquemegusta”, añadimos cierta cultura católica tomada de los santorales que intenta transmitirnos, aún sin ya saberlo conscientemente, la famosa descripción de Paul Elouard de que “hay otros mundos, y están en éste”…
Pero Uriel – como Teruel – también existe. Y yo lo recuerdo y lo reivindico cada 29 de Setiembre; cada veranillo de San Miguel que, cada vez con mayor esfuerzo, intenta despedir los calores estivales que se resisten a marcharse. Cada vez que me suenan a la oreja lo de mi santo, yo repiqueteo el suyo también, si bien que un servidor los apea de tratamiento… Efectivamente, les quito lo del “san” que le han encasquetado indebidamente por delante, porque, que yo sepa, y ustedes me habrán de perdonar, lo de “santo” se le pone a la persona de carne y hueso que lo haya merecido luchando en la materia de este mundo (incluídos los muchos inventados), y según los parámetros “Din” dispuestos por la Católica. Pero los ángeles y arcángeles, como los querubines y serafines, no han tenido tránsito material por la tierra, son pura energía espiritual en los cielos, y allí, en tales cielos, también que yo sepa porque así me lo han enseñado, no se necesita etiqueta de santos porque todos lo son… Además, esos son galones terrenos que allí no distinguen a unos de otros, y, entonces, no sirven para nada.
Pero no quiero despistarme de mi objetivo, que es presentarles a ustedes al colega Uriel, que es uno de los príncipes angélicos regentes del Sol. Como es también príncipe de la Divina Presencia, y ángel de la Salvación, que así, al menos, reza en el catecismo de eso mismo… Sin embargo, buscando, una vez ya puestos, nos encontramos con que se dice que también fue al ángel de espada flamígera que largó a nuestros primeros papitos del chollo edénico. Adviertan vuesas mercedes la aparente contradicción de ser el Ángel de la Salvación a la vez que el de la expulsión. Nos salvó-expulsó del paraíso y nos echó a los leones... salvo que, claro, en esto, como en toda sabiduría oculta, sea precisamente de las contradicciones donde se encuentran las revelaciones. Pero eso sería harina de otro costal que hoy no toca.
El caso, curioso también, es que Uriel, en hebreo significa “Luz de Dios”. Una dicotomía harto sospechosa en cuanto a que el nombre de Lucifer igual se dice que su significado en el mismo hebrero es el de “Portador de Luz”… No es lo mismo “ser” luz que “portarla”, piénsenlo detenidamente. Si aplicamos el sentido lógico, el que trae y lleva la luz de un lado a otro, el hachonero, el farolero, es un servidor que transporta la luz sin ser la luz misma; y el que se define como Luz de Dios, ha de ser, por fuerza, el reflejo de la misma luz divina. Por eso el mandadero puede caer, y errar, o quizá no, mientras el que habita la propia Luz, se deduce que no…
Sin embargo, Uriel es más que eso. Se asegura que será también el ángel encargado de traer el fuego el día del Apocalipsis… Fíjense bien fijado: espada flamígera en la expulsión del jardín, y espada flamígera en la quema final de ese mismo jardín, o lo que quede del invento… Existen culturas antiguas que designan el símbolo del fuego al conocimiento, pues el conocimiento consume todas las falsas ideas y creencias. ¿Irá por ahí la cosa?. No seré yo el que lo afirme, pero tampoco el que lo niegue. Como tampoco le negaré mi mano tendida cada día de mi santo del resto de mi vida…
…Aunque la Iglesia Católica, en el Concilio de Nicea (año 787), lo quitara de en medio, dejando solos a los otros tres y huérfanos del cuarto. Cada punto cardinal tiene establecido un ángel, como cuatro columnas son las que sostienen el trono de Dios. Pero la Iglesia prefirió cargarse a uno de los vientos y dejar cojo el asiento del Altísimo por razones ignotas… Se sabe que, por ejemplo y entre otros, el Libro de Enoc le concede un protagonismo especial, y que es uno los siete, según San Juan en el Libro de las Revelaciones, que están delante de la faz de Dios; y que será uno de los siete trompeteros del porrompompero... Pero por algo incógnito, la sancta institutione lo ignora como a raspa de sardina.
La cuestión es – y con esto me quedo ya para finalizar – que en varias fuentes documentales antiguas, como el Apocalipsis de Esdrás, entre otras, al Arcángel Uriel se le otorga el patronazgo del Conocimiento, y de aquellos que buscan eliminar la ignorancia (aquí se homologa ignorancia con maldad), siendo el protector de todo aquel que “difunde la sapiencia”, y disculpen que use la palabra original, y no la de “cultura”, pero es que no todo el que se considera culto “sabe”… y muchos de ustedes “sabrán” lo que quiero decir. Desafortunadamente hemos degradado la cultura a extremos que incluimos en ella hasta la más aberrante incultura. Y proclamamos que todo, todo, es cultura. Así que habrá de salvaguardar el “conocer” del “saber”, para así aislar la auténtica y genuina cultura… Es posible, quizá, no me extrañaría, que Uriel fuese quitado de circulación hace más de mil años precisamente por eso mismo: por defender un conocimiento que no interesa que se conozca… Todas las “sofías” fueron degradadas a terrenos idolátricos y condenados, tan solo por significar “sabidurías”. Así que, ya me entienden si quieren entenderme…
Miguel Galindo Sánchez / www.escriburgo.com / miguel@galindofi.com
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