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Foto del escritorMiguel Galindo Sánchez

TORMO VIENE DE TORMENTO



Me he enterado del absoluto ridículo que la actriz Paz Padilla, o lo que sea, ha hecho en una de las galas de Fin de Año de nuestras mediocres cadenas de televisión, que se copian unas a otras. Creo que formando trío con María del Monte y la incombustible Igartiburu, por el periódico (E.P.-4/1)… Es que, como Felipe González, me entero por la prensa de ciertas cosas y casos. Tengo por costumbre prohibirme todos esos circos mediáticos hechos a imagen y semejanza uno del otro y a mayor cretinismo de la gente, desde hace ya muchos, muchísimos años, y, claro, si no es porque trasciende al resto de los medios, pues eso: que no me entero. Tampoco sé la cadena que emitió la tal pena. Pero, por los personajes citados, ya sacarán ustedes la que fue. A mí no me merece el esfuerzo de molestarme. Tan solo comentar lo que allí pasó:


Parece ser que la del Monte preguntó a la Padilla – ignoro si iba en el guión – una duda típica acorde con los tiempos que corren, como el mazapán a la noche de autos: “¿Y tú, tienes puestas las dos vacunas?”. Y ahí mismo se deslió la demostración cultural de doña Paz: “las vacunas no sirven para nada”, y para ilustrar su tesis negacionista, o lo que eso fuera, siguió: “la vacuna es una proteína donde te meten la espáider, que es una vacuna por donde te entra el virus”… Nótese para los no entendidos en su jerga, que, para esta neocientífica pardera, la “espáider” alude a la “Pfeiffer”, para aclararnos.


Dice el cronista que a la Igartiburu se le notaba en sus ojos que estaba sudando la sangre de Cristo, porque esta mujer no estaba actuando en uno de sus estúpidos sketchs con sus exageraciones histriónicas e idiotas, no, estaba siendo ella misma en sí misma. Pero ya la señora Peladilla… perdón, la señora Padilla, no tenía freno: “las vacunas que tenemos son la del bicho Luján y ahora el bicho había mutado… ahora tenemos la Oritrón”. Como en la aclaración anterior, adviertan que en su cabalística ciencia, creemos ver que su Luján debe referirse a Wooham, dónde se inició la pandemia, o er bicho, como ella lo llama, y lo de Oritrón debe ser, claro, la variante Ónicron. Para ella, la Delta y las anteriores, simplemente, no existen.


Puedo imaginar a la versada Ana (tampoco hay que serlo tanto) intentar atajar los disparates que la susodicha estrella soltaba por su florida boca… Pero parece ser que ya estaba desatada: “…Claro, el problema es que el bicho Oritrón ha mutado y ya no es como si entrara por la puerta, si no por la ventana. Y a ti te ponen la vacuna espáider que es la de la puerta, con lo cual ya no te sirve…”. La tesis desarrollada por la doctorada en Cóvid estaba recién cocinada y servida a la audiencia… La Padilla, ufana de su glamourosa disertación; La Igartiburu, avergonzada y espantada; y la del Monte, viéndolas pasar sin saber qué estaba pasando… Muy en síntesis: este es el esperpento que leí en los periódicos del país.


Más o menos. Un vivo retrato del propio país. Naturalmente, las redes (4 millones de visualizaciones partiéndose el culo) reaccionaron al momento con sus acribilladores comentarios, que ustedes supondrán. Le hicieron un traje – de esparto – a su medida. Pero esto es tan solo el producto de lo que se vende y se compra en este mercado del famoseo de tebeo… No tiene la culpa Paz Padilla, ninguna, pues solo ha demostrado su incultura de manera natural, tal cual. La culpa es de la cadena que contrata a gente del espectáculo y entretenimiento sin medir, ni considerar, su talla formativa ni cultural. Ellos, y no ella, son los responsables del desaguisado. Debería haber un cierto mínimo nivel para exponer públicamente a cualquier persona en directo.


Pero es que, en este cada vez más abyecto negocio de las audiovisuales, eso no se tiene en cuenta para nada, como tampoco se miden otras cosas que son importantes. Por ejemplo: esta mujer es fácil que tenga cientos de miles – quizá millones – de seguidores (a mí no me extrañaría, dado el nivel cultura del patio), y que se crean a pies juntillas, aunque cueste trabajo entenderla, claro, el chorreo de barbaridades que, impertérrita, largó esa noche nocheviejuna, limbándose además de la sacrosanta razón. El daño que se hace a la cultura es inmenso e irresponsable en un país como es el nuestro, de alto riesgo.


Porque este país está trufado de pazpadillas. De gente cuya fama la fabricamos otras gentes que amamos lo mediocre, lo burdo, lo soez, lo cutre, la más vacía banalidad. Y esos son nuestros ídolos y nuestros modelos: los que nos hacen reír echándonos su aliento con olor a ajo; los histriones con capacidad de hacernos abrir nuestras bocas como las de alcantarilla… A ellos son a los que admiramos, adoramos… y compramos; y ellos son los que nos venden las cadenas: plomo fichado a precio de oro.


El comentar este torpe ocurrido, no es que me guste, pero quizá pueda mostrar a alguno, o alguna, lo que quiero decir, aún a riesgo de que me echen en cara que yo me creo superior al resto de todos, como ya lo hacen… Posfale, pos m´arriesgaré.


MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ www.escriburgo.com miguel@galindofi.com

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