Mi buen amigo Pedro Pozas Terrados, Director Ejecutivo del Proyecto Gran Simio en España, Presidente Internacional de Great Ape Project, entre otras enjundias y cosas, me ha honrado con prologarme un libro que tengo en estudio editorial del que ya les hablaré en su momento, y de cuyo contenido (del prólogo), se desgranan interesantes experiencias y conocimientos, que demuestran que en el mundo animal, al cual pertenecemos de lleno, comparte con el ser humano más sentimientos de los que el propio hombre se imagina. Hay uno que me llama mucho la atención, y que deseo compartir con ustedes, si así me lo permiten:
Investigadores del Instituto Max Plank de la Evolución Humana, en Leiptzig, Alemania, han descubierto recientemente un curioso rito al que los chimpancés de las selvas de Guinea Bissau realizan con cierta asiduidad. Y es que en el hueco de ciertos añosos árboles, estos primos-primates nuestros suelen dejar una piedra en su interior como si de un ritual sagrado se tratara. Los científicos estudian este sorprendentemente comportamiento, pues las piedras que dejan en el viejo árbol, a veces son traídas por ellos de lugares distantes. Todo indica una apariencia de costumbre, de uso, religioso, parece ser… El caso es que este loco servidor de las monjas que soy siempre ha creído que los animales más evolucionados comparten con el hombre, de algún modo y en cierto grado, también cierto tipo, de arcana religión…
Muchos pueblos prehistóricos solían acumular piedras en ciertos lugares sagrados, antes de depurar su técnica posterior para levantar dólmenes y menhires, que es una forma más evolucionada de expresar lo que querían demostrar con sus cúmulos – o túmulos – de piedras. Aún existen comunidades indígenas en África occidental que realizan exactamente la misma práctica de acumular piedras, como ofrendas votivas, junto a ciertos árboles que igual consideran sagrados. Se podría pensar que tales habitantes africanos, monos y hombres, imitan un mismo acto ancestral, sin saber quiénes fueron los primeros, si es que algún día hubo diferencia alguna… Si no fuese porque la cultura judía, aún en la actualidad, también deposita esas mismas piedras en las tumbas de sus familiares y/o amigos más cercanos y respetados, a modo de recuerdo y homenaje.
Los que me hayan seguido hasta aquí se preguntarán, sin duda, a qué viene esta rareza de hoy, si es que viene a cuento de algo. Bueno… en este mundo que compartimos, todo, absolutamente todo, está relacionado entre sí. Y quizá que en las especies más evolucionadas el nexo de relación sea más profundo, como por ejemplo, el sentido religioso, precisamente. Adviertan vuesas mercedes que religión viene de re-ligare, re-lacionar. Todo está ligado entre sí. Lo que pasa es que el ser humano ha creado religiones excluyentes más que incluyentes. Los animistas, por ejemplo, una muy antigua religión, son de las segundas, mientras las más modernas, llamémosles “oficiales”, como la católica y compañía, son de las primeras.
Sí, por favor, no se me escandalicen. Acuérdense de la persecución a la que sometieron a Darwin por su Teoría de la Evolución de las Especies, y que incluso aún se le persigue desde muchos credos mal-llamados “cristianos”. Menos mal que la ciencia, cuanto más avanzada, más inclusiva es. Ahí tenemos la moderna física quántica para demostrarlo taxativamente… Y no me digan ustedes que no resulta curioso constatar que las más antiguas religiones de la humanidad (pandeístas) son las que más coinciden y se acercan a la moderna física relativista de Einstein y a la más actual cuántica. Desde luego, es para pararse a pensar, si aún nos importa pensar, claro.
En realidad, deberíamos madurar, y cavilar, y reconocer que este virus que ha puesto de rodillas al mundo entero, no es ajeno a esta relación. Las bacterias formaron nuestros órganos y los virus conviven con nosotros desde entonces. Si existen virus amigos y virus enemigos es porque van en función de nuestra relación con el medio natural. Si evolucionan, cambian, mutan, y nos atacan es porque nosotros igual hemos evolucionado, mutado y atacado a esa misma naturaleza común. Defienden lo que nosotros atacamos atacándonos a nosotros. La enfermedad no es otra cosa que una disfunción del ser humano con respecto a su medio. Los virus, y este Cóvid.19 también, mal que nos pese, están cumpliendo un cometido natural. No así nosotros.
Albert Einstein murió cuando estaba a punto de descubrir lo que él llamaba “La Teoría del Todo”. Una lástima. Hubiéramos aprendido mucho de ella.
MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ
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