(de TusDestinos.net)
Si se fijan bien y son honestos consigo mismos, verán que la “celebración” de la muerte del Crucificado es exactamente igual que la de su resurrección… Las manifestaciones festivas son idénticas, indiferenciables:
Competición de lujo procesional; barras, terrazas y tripas llenas; exposición y presunción dentro y fuera del capuz; turismo religioso-mercantilista; tradición hecha ocio y juerga; hedonismo a raudales, en definitiva…
Todo igual y lo mismo… Días después, se muda la piel de nazareno a huertano, y se sigue repitiendo el mismo sarao, la misma costumbre, el mismo cuento, la misma historia, sin la más mínima variación que el disfraz que se viste.
Miguel Galindo Sánchez / www.escriburgo.com / miguel@galindofi.com
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