Leí en Facebook un algo curioso, penoso y gracioso a la vez. Lo cuenta una chorby a la que había invitado un gachó (no sé si estoy anticuado en la adjetivación, pero si así fuera, los jóvenes me perdonen) a salir… El problema estaba en que la invitación era a ir por la tarde a una biblioteca, compartir la lectura de unos libros, “al gusto” – imagino serían algunos capítulos, si acaso – y luego tomarse unos cafés en un bar cercano, donde poder intercambiar impresiones y charlar un ratico…
Pongo aquí el punto y aparte para que ustedes se imaginen y recreen con tranquilidad la situación propuesta, antes de seguir con la tabarra de hoy… Bien, ¿ya lo tienen?.. Por supuesto, la chorby, o chorba, no sé el estatus, se enfadó como una mona; luego se rió como una loca; y después se sorprendió como una alucinada. Todo eso de seguido tras mandarlo a paseo… Aunque, fíjense bien fijado que, en este enunciado, se ha dado por supuesta la reacción, preguntándome a mí mismo, tras pensarlo, el por qué motivo he de darlo por supuesto.
La inmensa mayoría me dirán que si me parece normal que un tipo invite a una tipa a salir a la biblioteca, y, puede que lleven razón… hoy. O no. Pero antes se invitaba a ir al cine, y puede que hasta a una película de arte y ensayo, previo el manchado de condensada o copa de Baileys, y no era nada de extraño, y se hablaba de la peli y/o, ya puestos, de otras cosas…Pues, salvando las distancias del tiempo – no tanto – y las que haya entre un libro y una película (salvo cuestiones añadidas) no existe una gran diferencia… Lo cierto es que, carantoñas e intimidades aparte, lo que ha cambiado radicalmente es el fondo del concepto, reconozcámoslo…
A mí me parece que hoy “se sale”, pero no “se invita a salir”… Si acaso, “se queda”: en el bar, la terraza, la fiestaza, o el botellón. Fíjense bien que el invitar a salir ha quedado tan gagá como el pedir al padre de la cuqui su permiso para, precisamente, eso mismo: poder invitarla a salir regular y formalmente… Y a mí no me parece mal que las cosas cambien si nosotros evolucionamos en la misma medida en que emparejamos la libertad con la responsabilidad… Es que si no, no nos quejemos entonces de las consecuencias, ¿no les parece?..
Pero… salvo por esos “usos y costumbres” en que, al fin y al cabo, se encuadran esos detalles, clasificados ya de folklóricos, sí que subyace fehacientemente un cambio de paradigma: que lo inviten a uno, o a una, al cine, puede dar risa; pero que lo inviten a leer, es causa de ofensa grave… ¿qué se habrá creído ese gilipollas?.. ¿por quién me habrá tomado el cagaliendres ese?..
Eso mismo, ¿qué cree que soy?.. ¿acaso una intelectual?.. Me está insultando el tontolhaba este… (se puede cambiar el orden de género, aviso a feministoides). En el fondo prevalece un cambio en la escala de valores: se desprecia la cultura tanto como se ama el hedonismo, hasta el punto, que produce rechazo y escarnio con el solo intento de mezclar ambos conceptos… La lectura, el leer libros, ha sido relegado en unas décadas al ámbito obligado por el estudio, o para coger el sueño por las noches, o prepararse unas oposiciones (y ni eso, ahora son apuntes) y poco más…
Comunicaba Isabel Gemio en uno de sus antiguos programas, casi que levitando, a un grupo de charlamigos, que estaba “devorando” una novela literalmente arrebatadora, “se titula Madame Bovary”, les soltó como Rodrigo de Triana cuando gritó aquel “¡¡Tierra!!” con que descubrió América… Una reciente columnista de prensa confesaba, muy honestamente por cierto, que estaba leyendo un libro, un tochazo, maravilloso, del que le daban ganas de salir al balcón gritando a la calle: “¡leedlo, insensatos!..”. El tal libro era El Gatopardo…
Perdonadme los, o las, que me tengáis que perdonar, pero añoro y hecho mucho de menos cuando, en las primeras citas, el chico regalaba a la chica (bien puede ser al revés, nadie se me enfade), con unos Cointreau´s entre manos, un tal Juan Salvador Gaviota, por ejemplo. Creedlo… Y quizá alguno o alguna de los que me leen, aún puedan encontrarme aún más extraño y ET que el tipejo que invitó a salir a la paqui de al principio a una biblioteca.
A lo mejor, o a lo peor, soy tan repulsivo como ese pobre chico… Pero, mirad, me alegro de serlo, no quiero confraternizar con “lo moderno”. Lo siento mucho…
MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ www.escriburgo.com miguel@galindofi.com
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