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Foto del escritorMiguel Galindo Sánchez

TAL Y COMO "SEMOS"



(de Facebook)


Hablamos, pensamos, sentimos, actuamos como gente civilizada… Lo hacemos porque creemos que pertenecer a una civilización es estar civilizados, y eso nos vale. Pero es una premisa falsa. La civilización maya, por ejemplo, aunque nos sorprendan muchos de sus avanzados conocimientos, como astronómicos y otros, también realizaban sacrificios humanos… ¡Hombre! – se me dirá – que estamos en el siglo XXI, algo habremos avanzado, ¿no?.. Sin duda alguna, pero, de verdad ¿somos civilizados?..


Desde luego, los datos de nuestra civilización, a pesar del innegable e inmenso adelanto científico y tecnológico (o quizá precisamente por eso) lo desmiente en una dolorosa realidad. Lo civilizado no es hasta dónde hemos llegado, si a la Luna o a Marte, y todos nuestros fantásticos inventos puestos en fila; sino hasta dónde nos tratamos a nosotros mismos como humanidad que somos. Y, lo que es aún peor, con la más sangrante e injusta desigualdad con que lo hacemos todos y cada uno de nosotros, como personas y personajes.


En este momento preciso, más de mil quinientos millones de personas carecen de la más elemental electricidad; y muchas, muchísimas más, carecen también de acceso al agua potable. Una enorme parte de esos seres humanos están anclados en un sistema de vida anterior a nuestra Edad Media… Y nadie dice nada. Más de dos mil quinientos millones de seres hermanos carecen de un simple y vulgar inodoro… Aquí toca escandalizarse: ¿un inodoro?, pues sí, eso, un jodido retrete aunque sea químico. Este detalle, que parece nimio, es causa de muertes debidas a malaria, diarreas y cientos de virus. Tan solo en niños, son veinte mil diarias por esta causa concreta. Usted verá.


Y todo esto, que nos parece una barbaridad ante nuestras castas y angelicales entendederas, en realidad palidece ante la brutal y auténtica realidad social y económica de nuestro civilizado mundo: mientras que 85 de las personas más ricas del planeta poseen una riqueza superior a 3.500 millones de habitantes (más de la mitad del globo), seis millones de críos mueren cada año… ¡de pura y puta hambre!. Naturalmente, ésta es la punta del iceberg de la ignominia de la desigualdad. El desafuero se extiende hasta el 20% de una población que acumula la riqueza mientras el 80% restante se debate en la pobreza. Por supuesto, eso no es ilegal, tan solo es inmoral. Y hasta ni eso tampoco queremos verlo: digamos tan solo que es mortal.


¿Y yo qué leshes puedo hacer?.., nos preguntamos preocupados y compungidos hasta la médula – es un decir – y casi que es verdad. Yo ya estoy en Acnur apuntado, o en Unicef, o en Shave The Children, o en Fronterizos sin Fronteras… Pero no se puede resolver lo que está torcido desde la base. Es la mala forma y peor manera en que el “sistema” está configurado; son las estructuras y los “constructos” económicos y sociales, y si no se cambia eso, todas las Ong´s juntas solo nos servirán para intentar apaciguar nuestras conciencias, que, en definitiva, es para lo que valen, nos guste o no reconocerlo.

Y las estructuras solo las podemos cambiar si cambiamos nosotros mismos, unos a otros, o a montoncicos, en una espiral incontenible. No hay otra forma. No existe otra manera… Aquí, las verdades universales y espirituales, hasta esotéricas para los que así lo crean, mandan sobre las realidades materiales: “Tú creas tu propia realidad”, se nos grita desde el principio de los tiempos. Para bien o para mal, somos lo que creemos ser, no lo que queremos ser, y mucho menos lo que en realidad somos… y debiéramos ser. Así que nos han creado el peor de los mundos posibles, pero nos han vendido que es el mejor de esos posibles mundos.


La última jugada, puesto que ya no podemos disimular que esto explota por las costuras, es hacernos creer que la culpa es nuestra, que nosotros solos somos los responsables de nuestros propios excesos… Excesos a los que nos han empujado los mismos ísmos que nos han ordeñado, y de los que nos hemos dejado idiotizadamente, claro. Es el bucle que cierra el círculo. Y resulta que vamos y también nos creemos esa mentira. Y como resulta que somos los culpables, pues actuamos como suicidas: manteniéndonos en nuestro propósito hedonista y consumista hasta que los tiempos revienten como un “ciquitraque”, como decía mi abuela… y que, por cierto, pues el saber no ocupa lugar, es una traca antigua, un tubo de papel o cartón con pólvora dentro. Justo lo que es este mundo.


Así que esto será lo que aún deseemos que sea: o un desastre, o el principio de una esperanza. Todo reside en que nos creamos lo que queremos. Y para eso debemos de cambiar las “rutinas”, lo usos y costumbres, y hasta las tradiciones si se tercia, que nos han implantado como a ganado… Crear nuevos hábitos de consumo, de ocio; darle la vuelta a nuestra manera de pensar; desterrar el egoísmo y el ombliguismo; tirar lo que no vale y rescatar lo que nos ha servido siempre… ¡Qué fácil es predicar y trigo no dar!, pensarán y me dirán. Y es cierto. Pero, miren, no se trata de dar, sino de concienciar. El pan se acaba llegado al fondo del saco, pero la solidaridad en las leyes no se acaba nunca y rinden siempre. Vale más la justicia que la caridad, pues lo primero es un principio y lo segundo un remiendo, y pocas veces un remedio… O un remedo de esa misma justicia. Eso sí, por supuesto, no llamen Justicia a lo que es justo lo contrario. Miren ustedes mismos los resultados.


Miguel Galindo Sánchez / www.escriburgo.com / miguel@galindofi.com

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