Estaba tomándome un café en la barra del bar. Un solo y solo conmigo mismo, o sea, un solo doble. Como casi siempre… Pero, en esta ocasión, no fue así exactamente: Entró una madre con su hijo – i supose – de unos 16 años aprox… Iban discutiendo de forma sosegada, sin estridencias (o así me lo parecía a mí) interrumpiéndola mutuamente y gesticulando. Al sentarse en una mesa, la mujer se fijó en mí, y le dijo algo al crío sobre mi presencia. En ningún momento los conocía, al menos conscientemente…
Se levantó, y, dirigiéndose a mí: “discúlpeme, ¿me permite invitarle al café?.. me gustaría nos acompañase unos minutos, si no es mucha molestia”… Se presentó por su nombre y el de su vástago, diciéndole al mismo: “mira, como te decía, este señor ha escrito un libro sobre su padre, que fue piloto de la República en la Guerra Civil, y también vivió la II Mundial…”. Sin saber a qué atenerme ni lo que deseaban de mi persona, esperé a ver qué querían de mí, tras aclarar que el libro lo habíamos escrito entre mi hermano y yo… “es que mi chiquillo, en Sociales tiene un lío mental horroroso”, me explicó… En suma, el chaval no sabía dónde ubicar el papel de la monarquía de antes y la de ahora; lo de la guerra civil no entendía los porqués ni el motivo; y toda la mundial y su relación con la nuestra, ni olerlo… Y, lo que era peor de todo: no captaba el mensaje educacional que transmiten tales hechos… En una palabra, no entendía nada, y, por ende, los personajes no les interesaban, y los olvidaba…
Me di cuenta que una simple cronología de los hechos, exenta de valoración alguna, es tan negativo como un adoctrinamiento pinparentalista. El muchacho éste, como tantos, sin referencias familiares que lo anclasen a una realidad humana, eran huérfanos de causas y efectos, fuese la ideología que fuese. Luego, el interés, lo llevaría a ampliar los conocimientos sobre el tema, hasta centrarlo en sus justos términos… Pero se carece de esa valoración. No se puede tener idea de un paisaje sin ninguna perspectiva, ni ángulo, desde donde mirarlo… La buena mujer ésta intentaba transmitirle a su zagal una perspectiva histórica desde un punto de referencia que nadie, ni los sistemas educativos como tales, ni los profesores, ni ellos como padres, le habían transmitido… Así que, unos hechos históricos que se les obliga a memorizar y repetir como un loro, carentes de interés humano, y exentos de anclajes y valores, es igual a cero patatero, caballero…
Así que intenté, en pocos minutos, transmitir unos valores básicos y mínimos, elementales, sobre los que apoyar el interés de la historia para la Historia: el conocimiento de la ley, la libertad, la democracia, los totalitarismos, las dictaduras, y todo aquello que merece ser valorado y defendido de tales conceptos. Vale. De acuerdo. Possíseñor… Lo primero que me encuentro es que el muchacho no tenía puñetera idea de la diferencia entre fascismo y democracia. Ni la más mínima escala de valoración, ni siquiera moral, ya que no intelectual…
Aquí, en este país, oscilamos entre los dos extremos del péndulo: o impartimos una educación social tendenciosa, deformada y deformante, manipulada, o, por el contrario, damos unos contenidos desprovistos de toda esencia, insignificantes, descafeinados y anodinos, neutros como cenutrios, como cogiéndonosla con papel de fumar… Es resultado de lo primero son los fanáticos ayatolah´s de cualquier extremismo, los ciegos fundamentalistas del separatismo, por ejemplo… El resultado de lo segundo lo tenía sentado allí mismo frente a mí, instalado en una apatía que se le había inyectado en vena, tan malsana como lo contrario… Lo último que me dijo es que él siempre había pensado que “las sociales eran una “maría”. Según donde, cómo, por qué, y para qué, naturalmente. Esto es: según el interés de quiénes…
Charlamos brevemente su madre y yo. Me dice que el tipo de libros como el del Teniente Galindo y el fruto sacado de tales experiencias deberían estar dándose en forma de charlas, mesas redondas o seminarios en los Institutos y Facultades, a fin de inculcar unos valores que son universales: los del respeto… Y yo le respondo que naturalmente que sí, que claro, pero que hablar no es actuar, y que esa es la opinión de muchos pero la voluntad de pocos… Le recomiendo que haga porque lo lea su hijo y luego charlen ambos de ello, ya que me ha hecho el honor de comprarlo (me aclara que en Ámazon, porque en el Corte Inglés “es una metida”, tal cual lo transcribo). Que intente leerlo, pero mucho mejor, comprenderlo, y que le transmita sus propias conclusiones… Se despiden de mí como si ellos me conocieran, aunque yo, sinceramente, aún no sé quiénes son…
…Pero es igual. La mujer me agradece la atención, y yo le agradezco la suya… y el café. Me ha brindado la oportunidad de ratificar la triste realidad que nos rodea. Una realidad pobre, insulsa, ruin y vacía que nos hemos fabricado a nosotros mismos, y con la que alimentamos a nuestros descendientes. A eso lo llamamos educación, incluso cultura… Pero no es ni lo uno ni lo otro. Es tan solo que un barniz de mala calidad que solo luce el tiempo que le dura la primera capa. Nada. Un espejismo, un silogismo…
MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ
www.escriburgo.com
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