Se acaba el año, y me gustaría pararme y hacer un análisis… Pero no de lo que nos ha deparado el mismo, que es poco bueno y mucho conocido, y del que he comentado sobradamente en todos mis escritos de ese tal año (más de 500 entre cortos y largos)… Si no, precisamente, de eso mismo: de mis Chispazos y de mis Artículos. Si han servido para algo a la sociedad que nos importa, o si les ha valido de algo a las personas que me soportan… Analizar si esta labor postrera de mi existencia merece la pena seguirla, o lo aconsejable es abandonarla. Uno nunca escribe para sí mismo, si no para los demás; y si no se produce el chispazo que prende y pretende la ignición – por escasa que ésta sea – más vale parar y arrinconar el motor inservible, y dejarlo que se oxide por lo natural, según la segunda ley de la termodinámica: la entropía…
Por supuesto, de los que me leen, a algunos les gusta y a otros les disgusta. Lógico y natural. Pero mejor que les disgusten si con ello siguen leyéndome, pues eso significa que interesa lo que en ellos expongo, aunque les repateen lo que digo. En realidad es lo más importante; lo único importante en verdad… Recibo algún que otro e.mail, algún que otro whatshap, alguna que otra llamada, o alguna que otra parada (callejera), que se dividen entre ofensas y defensas. Ambos extremos son parte de la misma cosa: el interés, si es que es sincero, claro…
Alguna que otra vez, un nieto, o una nieta, del colegio, o del instituto, me traen algún recado: “abuelo, que mi profesor de tal caso, o de tal otra cosa, me dice que te lee y que le gusta lo que escribes”… Son comentarios alagüeños que actúan como bálsamo calmante para mis dudas… porque las tengo, y no pocas. A mí me complacería más, fíjense qué tontería, que el comentario de “le gusta LO que escribes”, trocara por “le gusta CÓMO escribes”, fíjense qué sublime gilipollez… Ya sé que solo es cuestión de semántica de los propios críos, sin importancia alguna. Per convengan conmigo que la diferencia de matiz es importante: yo puedo escribir cosas interesantes y ser más zafio que un mortero; o puedo escribir insignificancias, pero con un estilazo que ni Cuchares haciendo verónicas en mitad del albero… Ya me entienden ustedes. Un joven me preguntó un día (esto es tan solo que una puñetera anécdota) que si me había dado cuenta que muchos de mis escritos estaban cuajados de pareados. Que si eso estaba trabajado así o era algo natural… Entonces le contesté que no lo sabía, que me salían así, y punto pelota. Hoy, sin que traiga a cuenta pero venga a cuento, me recuerdo con un tío-abuelo mío que hablaba “troveando”, valga el palabro. Y les salían las rimas por lo natural, sin estudiarlas previamente, como el que se rasca la barba porque le pica… Así que es posible, que quizá, que puede ser, que algún gen perdido del Tío Justo, que así se llamaba, esté rebotando en mí como una pelota, y me salga cuando me pongo a escribir, que no al hablar; ya saben, algo así como que por las mañanas a las siete hace un fresquete que hiela hasta el ojete…
Pero bueno, no crean, de verdad, que el de hoy lo estoy escribiendo para darme autosobo e importancia alguna en lo que hago, y que no tengo… Les soy sincero, muy sincero, si les digo que, cada final de año, cambio uvas y campanas por autoanálisis, y suelo flagelarme desempolvando el cilicio al preguntarme si lo que he hecho ese año ha servido para algo o a alguien, o a algunos álguienes. Y no busco ningún agradecimiento, les doy a ustedes mi palabrica del Niño Jesús (si buscara eso, clamaría al cielo como Jeremías). No. Tan solo saber, que, joer, mira tú, oye, lo tuyo ha servido para esto o para lo otro; o, por el contrario, no ha valido ni para tacos de escopeta… Si he sido útil para algo, o he sido inútil para todo… Y como sé muy bien que uno puede perfectamente engañarse a sí mismo, porque sí, porque no se es objetivo, si no subjetivo, en nuestros propios juicios para con uno, pues, sinceramente, no puedo hacerme la pregunta cada vez que asisto al sepelio de un año y contestármelo yo mismo, como aquel Juan Palomo del yo me lo guiso y yo me lo como, entiéndanlo… He de exteriorizarlo, aún a riesgo de que me llaméis narcisista tontolhaba, y que seáis vosotros los que me digáis “sigue, oye, que me amenizas el día, acho, tío…”; o bien: “anda y cuelga la pluma que se te ha secado el tintero, tío fulero”…
Pues es cierto y verdad, en serio, que me estoy planteando, tras abandonar el periódico impreso por no tragar con la neocensura impuesta de nuevo cuño, trancar Escriburgo, dejar de dar la murga, o el murgo, y enterrarme en mi terruño…
MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ www.escriburgo.com miguel@galindofi.com
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