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Foto del escritorMiguel Galindo Sánchez

SABER ENTENDER



De uno de los artículos anteriores, concretamente el de “Sensaciones”, una de mis muy estimadas habituales, y sobre el contenido del primer párrafo, me comenta la desazón anímica que le produce que los hijos, aún con una parte de razón que nadie discute – por lo menos yo – aducen que no pueden preocuparse por un mundo que no se preocupa de ellos, que poco pueden hacer, aunque lo quieran, por cambiar su deriva, y que lo único que quieren es vivir…


Es toda una argumentación correcta. Sin embargo, en mi humilde osadía, y mis vivencias y experiencias en aún no roto saco, me atrevo a preguntar un par de cosas, al menos, porque a los de mi generación tampoco hubo mundo que se preocupara por nosotros: ¿quién ha de preocuparse por esa deriva, los que ya han vivido su vida, o los que aún tienen que vivir la suya?.. y, pegado a esa, la otra: ¿si lo único que quieren es vivir, en qué mundo desean hacerlo?.. A mí me vale cualquier contestación, pues, a mi edad y condición, ya me incumbe bien poco ese mundo y esa sociedad. Y no quisiera parecer egoísta cuando esa misma sociedad está rechazando sistemáticamente nuestras… ¿plausibles?, y posibles, aportaciones.


Porque esto es lo otro que le comentaba a mi buena, inteligente e ilustrada amiga: hasta parece que se nos queda mala conciencia, y no es así del todo, o no debería serlo en justicia… Admito – esto es evidente – que en estos “tiempos líquidos” que formamos, nuestra generación tiene su buena parte de responsabilidad, o irresponsabilidad, en ello. Eso es cierto. Pero no es menos verdad también, que otra buena, o pequeña, parte, hemos intentado (y nos lo han hecho pagar de alguna forma, y de no pocas maneras) ir casi siempre “en contra de los tiempos”, como si esos tiempos se hubiesen hecho ellos solos por sí mismos, sin la participación de todos; habiendo quedado al final entre las víctimas, pero si haber podido escapar tampoco de entre los victimarios… No sé si sabré explicarme, pero sí sé que algunos álguienes sabrán entenderme.


Y no quiero utilizar esta especie de “segunda parte” como excusa, aunque bien pueda parecerlo, porque no tenemos (y lo digo como generación) ninguna dentro de nuestras asumidas responsabilidades. No… no va por ahí la cosa. Lo que intento explicar es que esta “responsabilidad” de la que hablo es holística, universal, y abarca y comprende a todas las generaciones de seres humanos. El planeta, y las sociedades y culturas que se desarrollan en el mismo, la humanidad entera en su conjunto, está compuesta de personas. No de jóvenes y viejos en “apartheid” los unos con los otros, que es lo que, en realidad, hemos hecho entre todos, o esa es, al menos, mi sensación… Y me explico con un simple y vulgar ejemplo doméstico, de los de andar por casa, claro:


Cada vez que ha habido un cambio politicadministrativo en mi sociedad local, mi primera reacción ciudadana (llámenme gilipollas, una vez ya puestos) siempre ha sido presentarme a los “representantes regidores de la voluntad popular” a ofrecer mi colaboración, adquirida en una larguísima y muy extendida experiencia – más de 40 años – de tonto útil oficial en muchos puestos de servicio público y voluntario, en materia asesora, o de cultura, o de sepultura, o de lo que ustedes quieran, me da igual. Algo bastante puedo aportar, ¿o no..?


Bien, pues, generalmente, y de momento, todos, igual da la factoría de la que provengan, te muestran tu verdadero lugar: mejor no estorbes, no insistas, no seas pesado, macho, acho… Y sé muy bien lo que digo. Han existido errores comunicativos, cruzados en envíos de whatshaps entre concejalalcalde, que me han llegado a mí por equivocación, en el que me ilustraban sin quererlo de que nuestra única participación útil es votar en urna cuando se nos diga, y, a ser posible, naturalmente, a ellos y no a otros. Pero no dar el follón, que ellos ya tienen sus “compromisos”.


Y no pongo esta ilustración por mí en concreto, que conste en acta, sino por una cierta cantidad de gente arrinconada tras su emeritaje, que no amortizaje, perfectamente capacitada para aportar una muy destacada, y detallada, utilidad… aunque solo sea para evitar caer en los mismos errores de cuantos han llegado creyendo, o no, que lo único que tienen que aprender ya lo saben ellos por lo sobrado, y es guardar su sitio y cuidar su sueldo… Y fíjense en que no pienso que existan rechazos personales de ningún tipo, sino que existe un método ya establecido, asumido por creído, que los que estamos disminuidos por lo físico, también lo estamos en lo mental… Un status quo generacional, que dispone que nuestro lugar está en el Hogar del Pensionista, y no en ningún otro sitio que no sea derivado de ese.


Y todo esto funciona así, que también se lo decía a mi amiga, porque igual nosotros hemos aceptado ese “rol” y nos rehuimos a nosotros mismos de nosotros mismos. Y nos retiramos a nuestros cuarteles de invierno a la espera de que algún alguien pueda necesitarnos, sin darnos cuenta que se ha decretado que nadie nos necesite… Pero es que, aún existe, como digo, algo peor que eso: no es solo que hayamos renunciado a lo que es nuestro patrimonio, si no que, encima, en esos nuestros establecidos cuarteles invernales: hogares del pensionista, insersiviajes, etc… nos esforzamos como bobos en imitar y parecernos a todos aquellos que nos han etiquetado y archivado. Hasta nos vestimos como ellos, actuamos como ellos, y nos avergonzamos de nuestra propia edad y/o de ser lo que somos. Tanto nos han lavado el cerebro y lo hemos aceptado todo.


Pero aún podemos tener más y mejores principios ecológicos, por ejemplo simple, que todos esos millones de jóvenes verdes y “con principios”, que asolan, se hacinan y se anulan a sí mismos en esos macrofestivales de no sé qué donde se rebozan y emiten miles de toneladas de basura por cada llamada del patrón don pastón… Entre otras tantas cosas que aún podríamos enseñarles, claro. Pero es una de esas “leyes de vida” de las que tanto hemos presumido, y a las que hoy repudiamos, repudiando a la vez nuestros propios principios y valores, si es que alguna vez los tuvimos, o si es que alguna vez los transmitimos, que, visto lo visto, lo dudo.


Por supuesto, cada cual puede pensar y opinar lo que quiera, faltaría más. Como sé y admito, y confirmo, la existencia de jóvenes que suelen ser la gozosa excepción de esta desgraciada regla… Pero yo no voy a renunciar a mí mismo para mimetizarme con, y en los demás; para confundirme en el hato borreguil que me indican. Es mi privilegio, y, aunque muchos no lo crean, también mi derecho… como igual debería de ser el de todos y cada uno de los que hemos sido enchiquerados como ganado.


A esta amiga le digo, llegados aquí, que incluso por pensar así seremos criticados por “los nuestros”, que están tan a gustito en sus chiqueros. Pero creo que ella ya lo sabe. Yo le añadiría que no es que sea “por pensar así”, sino que se nos ladea “por pensar”. Ellos no creo que lo vayan, o nos vayan, a comprender… Y no es que no entiendan, es que se les ha olvidado entender, y ya no saben hacerlo.


Miguel Galindo Sánchez / miguel@galindofi.com / www.escriburgo.com

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