Hay hambre de Semana Santa. Las fiestas institucionales, obligadas al paro por un par de años de coronavirus, populares y populistas, pues abarcan al arco completo (ciudadano y político) no pueden ni siquiera esperar a sus fechas… Así que salieron disparadas a la calle antes y con tiempo, no sea que alguien, o algo, les quite la vez. Las pasadas semanas leí un suelto en la prensa regional que me sobresaltó: “la Virgen de la Fuensanta se manifiesta contra la Guerra de Ucrania”, y me la imaginé manifestando su repulsa desde su palanquín a los que por allí anduvieron: “¡Eh, que yo estoy en contra del cabrón del Putin”, y el pasmo que produciría semejante declaración.
Pero, claro, no era eso… Es que los que están que se procesionan encima encontraron una excusa “ferpecta” para sacar a la Virgen a tomar el aire, transfiriéndole a ella el deseo de ellos para “manifestarla” en la calle. Entiéndase. Esa, y no otra, es la correcta definición del hecho… Lo que pasa es que, como buenos imitadores de nuestra jerarquía, hemos aprendido a ser los intérpretes oficiales de Dios y de todos sus (en realidad, nuestros) Santos, y le achacamos a la divinidad más a mano (las divinidades patronas), lo que nosotros queremos y/o sentimos. Luego, a la hora de intentar darle carácter, y de racionalizarlo, se mete en el cajón de la fé, y sanseacabó…
La Iglesia tiene etiquetado el fenómeno éste, que tan buenos réditos le da, como “Religiosidad Popular”. Una especie de fé única, compartida, sí, pero también dirigida, por el elaborado método de las advocaciones, un invento de la católica desarrollado para monopolizar el cristianismo, dado que administran sabiamente el gen rival del ser humano de adorar cada uno a su tótem, si bien que afirmando con ladina inteligencia, lo de que todos son el mismo.
No quiero escandalizar a nadie (cada cual se escandaliza por y a sí mismo de forma voluntaria y gratuita), pero esto viene de antiguo, es tan viejuno como el mundo y la gente que va encima de ese mundo, y solo que ha procurado que no evolucione para así mantener la dependencia de los creyentes en las iglesias… Me acuerdo de aquel gran cura y más y mejor amigo mío, Antonio – hace la friolera de treinta años casi – que un día me llamó para que le echara una mano en algo delicado…
Resulta que, como ahora, cercana la Semana Santa, le habían llamado de la Cope Regional a unos programas, que, a la sazón, se estaban dando sobre la tal Religiosidad Popular, precisamente, y llamaban a párrocos de la diócesis, para que, acompañado por algún feligrés designado como asistente, en plan relleno, y así como para demostrar que daban voz a los fieles, ya me entienden… Mi amigo y cura, generoso, liberal y valiente como él era, y envidiablemente honesto y sincero como también era, me lo expuso en pocas palabras: “mi voto de obediencia me impide decir ciertas verdades, pero tú sí puedes hablar con libertad. Luego, ya veremos lo que pasa”… Yo largué entonces lo que no estaba en los escritos, ni en el guión tampoco, naturalmente. Sonaron los teléfonos de la emisora, y el programa duró menos de lo previsto, claro, y nosotros regresamos al pueblo echando leches… Él se llevó una reprimenda, pero no un castigo (aunque en su expediente se lo cobraran después, que es lo que yo me imagino, por supuesto).
En fin… volviendo a lo que estábamos: que el pasado 10/03 se sacaron a las calles, de una sola tacada, en pre-procesiones, a la Virgen de la Fuensanta, el Cristo de la Salud, el del Rescate, y a Nuestro Padre Jesús… Sentido lógico mediante que, aparte la Patrona, las tres versiones de Cristo deben considerarse un solo personaje, ya que Jesucristo hubo uno solo; y aún y así me extraña que las apóstolas de la igualdad y la paridad no protestaran por ese tres en uno. Pues de todo hay en la viña del Señor, ya saben los, y las, que saben…
Quien sí dicen las crónicas que cosechó muchos aplausos, sinceros y espontáneos, aparte la sagrada imaginería, claro, fue mi amigo y exalcalde Pepe Ballesta, que fue apartado (mejor, sacrificado, digamos las cosas por su nombre) de mala manera y peor forma de la alcaldía, pero al que la gente de la capital quiere y respeta, y añora, y le expresan así su afecto cuando se lo tropiezan por ahí… Un ejemplo demostrativo de que no siempre esta democracia es lo que el personal cree y quiere; que en realidad es lo que los políticos quieren, aunque eso sea lo que se esconde y no se llama: partitocracia.
Por eso mismo que los protocolos políticos que se pegan a vírgenes y a santos para lucir su rango y su puesto, dan, en estos casos, espectáculos bochornosos, ridículos y patéticos, como los de su llegada al Carmen con la disputa de los lugares de honor junto a la imagen… Luego, van y me critican ustedes, con sus razones a cuestas, por ser un puñetero iconoclasta. Vale, lo seré, y puede que hasta me sienta orgulloso de no caer en ciertas prácticas, bueno… Pero no admito ninguna catequesis de los que deberían avergonzarse del uso que hacen de símbolos a los que consideran (¿?) sagrados… Y ustedes me perdonen, si quieren.
MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ www.escriburgo.com miguel@galindofi.com
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