Se lo leí a Fernando Aramburu. Dice que estamos en “la cultura de las cancelaciones”, y lleva razón el hombre. Existe una especie de revisionismo moral, unos cruzados, y cruzadas, de inquisidores e inquisidoras, que se encargan de imponer y propagar la negación de la existencia de cuantos, según ellos y ellas, y elles, han contravenido las normas del nuevo puritanismo… Ya no se trata de que se le castigue y señale por haber sido reo de culpa y delito, que estaría bien, si no que se le niega su propia existencia. Aunque en lo suyo hubieran destacado como artistas, como científicos, o como humanistas. Es igual. No tienen derecho a ser reconocidos por nada y para nada. Su falta los condena a la inexistencia.
Es algo muy parecido a aquellos censores políticos de la dictadura franquista, que, tan solo por ser de ideas izquierdistas, por ejemplo, pretendieron y procuraron que ni Miguel Hernández, ni García Lorca, ni León Felipe, ni Salvador de Madariaga, ni Antonio Machado, ni tanta y tanta gente hubiera existido, incluidas sus obras, reconocidas en todo el mundo, claro… Era una negación, absoluta y absolutista, de la realidad.
Y a los que nos arriesgábamos a resucitarlos, rescatándolos del exilio, se nos amenazaba con autos de fé de escarmiento en la picota de los humilladeros de los pueblos, levantados y regidos por aquellos fundamentalistas del Movimiento. Pues bien, hoy, esos supuestos extremoideólogos de la extremaizquierda, pretenden hacer lo mismo: una negación de la realidad… Esta gente, ya digo, de aparente ideología contraria, funcionan exactamente igual que aquellos fanáticos de la pureza de pensamiento…. Los de ayer tenían el poder de aplicarlo por la fuerza, y los de hoy (aún) no, pero actúan con la misma fatalista ceguera. Si algún día obtienen ese poder, los que conocimos aquello no veremos ninguna diferencia. Lo mismo actuó Hitler con sus campos de concentración que Stalin con sus progromos. Y es que – lo he dicho muchas veces – los extremos no solamente se tocan, sino que son los mismos perros pero con diferentes pintas.
Si estos “canceladores” de la época actual, estos celosos guardianes del Índex Prohibitórum, los “vaderetros” de hoy, adquiriesen la cultura de la que carecen, y descubrieran que la Historia está plagada de seres imperfectos y de vergüenzas humanas, aún en personas dignas de admiración por otras causas, su Líber Vitae se reduciría a haber nacido y muerto, si no alcanzan a borrarlos del Registro Civil; pues estos acechadores de la moral y las buenas costumbres, estos bufones de la realidad, son capaces de eso y de mucho más… Sobre todo si son integristas-racistas, sexistas, clasistas, o lo que su catecismo del Nuovo Órdine estime que son faltas de purgar. Tanto han de ser purgadas, que la pena es borrar el alma de su existencia humana.
Si se aplicara con su estricto rigor la hegemonía de sus valores, Van Gogh, Sartre, o Shubert, adictos a los prostíbulos y a las bajezas humanas, serían reos de borrado o de “cancelación”… De Caravaggio, que se cargó a un joven aristócrata castrándolo, habría que suprimir toda su obra; de Althusser, que estranguló a su esposa, ni le cuento… O Anne Perry, que ayudó a una amiga a matar a su madre a ladrillazos… Pablo Neruda no solo confesó que había vivido en su inolvidable obra, sino que también violó a una chica ceilandesa que tenía por sirvienta, así que cancélesele a él también… No me digan Gil de Biedma, que contrataba adolescentes para sodomizarlos… O hasta su propio Marx, que le hizo un crío a su ama de llaves y luego los tiró a ambos a la calle. Cancélense, bórrense, elimínense, suprímanse todos y cada uno de ellos…
Entiéndaseme, please… No estoy hablando de que no se reprueben y castiguen sus actos censurables. Claro que sí. Naturalmente que hay que ejercer la acusación. Pero también reconociendo las virtudes que tienen en otros campos. Es lo justo. Que se sea un genio de la literatura, como Proust, por ejemplo, no quiere decir que no fuera un borde redomado para con los próximos que le rodeaban. Ni siquiera debe ser justificable. Por supuesto que no. Pero ponerse por encima de Dios y postular que ese ser no ha existido porque lo decimos nosotros, o nosotras, o nosotres, es ya demasiado… Esta gente, no solo está negando el perdón, sino que también niegan la propia redención.
A ellos y a ellas, tan puritanos y puritanas, y tan formados y formadas, habría que ponerles un Evangelio delante con las palabras escritas a fuego de “quiénes están libres de pecado, tiren la primera piedra”, y ver si no arremeterían contra el mismo Jesucristo por atreverse a perdonar al pecador… Eso es lo que me parecen esta clase de puristas y moralistas de nuevo cuño y viejo estilo, que han suprimido hasta el título de “Los Siete Negritos” de la novela de Agatha Christie, o que persiguen borrar del mapa “Lo que el Viento se Llevó”, por muy joya cinematográfica que sea… Ayatolah´s del pensamiento, secuestradores de la expresión, perseguidores de la libertad, Atilas de la genuina cultura…
No sé si prosperarán estas nuevas formas de barbarie, o se extinguirán con el razonable transcurrir del tiempo… No quisiera vivir un “Farenheit 451”, ni una nueva dictadura de tan brutal calaña. Soy demasiado mayor como para tener que soportarlo… En esto, el ser viejo es una ventaja, porque ya poco tiempo pueden quitarnos del que escasamente nos queda… Pero lástima tengo de las generaciones que soporten semejante tiranía… Hay que ser burros… y burras.
MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ / www.escriburgo.com / miguel@galindofi.com
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