(imágen de Concepto)
De un breve que escribí en estas navidades, “…Y se armó el Belén”, creo recordar que se titulaba, una amiga y seguidora – por este mismo orden – me sugirió que ahondara un poco más en este jardín, y me instó a que me metiera en tales charcos, o ambas cosas a la vez… Bien, pues intentaré cumplir sus deseos. Ambos sabemos que no puede uno meterse en ciertos jardines sin encharcarse los zapatos, como también los dos sabemos que a muchos y a muchas les va a escocer, aún sin motivo alguno lógico. Pero una promesa es una promesa, y al que no le guste la nata, pues que siga con la fresa…
En ese corto decía que las Navidades que todos nosotros armamos alrededor de un Belén es del todo impostado… o, bueno, digamos “casimpostado”, para ser justos. Mucho más cuando ahora lo colocamos bajo un arce, o un acebo que jamás existió en aquel Belén, tan impostado como importado. Y aclaraba que toda la estructura del nacimiento de Jesús, sobre lo que basamos todo el despiporre que liamos, apenas la rozan un par de nuestros reconocidos evangelistas, y, sorprendentemente, lo desarrollan más, mucho más, unos Evangelios Apócrifos que la propia Iglesia rechaza por falsos. Lo que pasa es que la estrategia de toda religión es hacer suyo todo lo que la favorece aunque no le pertenezca, sea esto verdad o sea mentira… Incluso muchas veces, como es el caso, todo se reduce a un “copypega” descarado de otras culturas y/o religiones, pero que le vino muy bien en su día para incorporar creyentes de ajenas creencias a la propia. Lo mismo se hizo con personajes impostados, que se hicieron “santos” para así hacerse con sus seguidores.
Pero a lo que vamos… Lo primero que no aparece en los anales históricos de la época es que en la Judea de Herodes los romanos mandaran hacer un censo. Además, en el caso de que se hiciera, es absurdo realizarlo en la última y más pequeña aldea, Belén, y no en Nazaret, ni en el resto de las poblaciones, ni siquiera en la propia Jerusalem. El trasladarse de Nazaret a Belén para ser censado, resulta, perdónenme ustedes, un poco bastante idiota.
Por otro lado, desde la más marcada antigüedad hasta la edad media aproximadamente, el “apellido” de los sujetos eran el nombre del padre, de sus oficio, de la tribu o clan, y/o el lugar dónde había nacido, y a Jesús siempre se le conoció, o bien por Joshua Ben Yousef, o bien por el latinizado Jesús de Nazaret… nunca y en ningún caso como Jesús de Belén… Este otro Jesús es el que nos montamos nosotros como excusa, primero, para hacer coincidir unas fechas, más astrológicas y astronómicas, que influyen en los calendarios; y luego, para también armar, ya de paso, las mayores y más desaforadas fiestas consumistas del año. Hoy, la cuna de aquél Belén, más artificial que natural por cierto, solo sirve a un mercado lúdico-hedonista, donde nos festejamos y nos regalamos a nosotros mismos haste el disparate, en nombre de una (falsa) tradición.
Perdón… la tradición no es falsa, si no copiada de otras tradiciones muy anteriores, de otras culturas y otras antiguas religiones… Ahura Mazda, del zoroastrismo, una religión eminentemente astrológica, y Ahrimán, su oponente (el Satán judeocristiano) ya eran colocados como el nacimiento del bien y del mal en personajes concretos de su propia mitología, al que, éste sí que sí, nacido humildemente de una vírgen, fue visitado por tres astrólogos guiados por una estrella, etc., etc., etc… Esta creencia llegó hasta la India, y fue adoptada por Roma en sus cultos mitráicos. Mitra nació un 25 de diciembre (cambio equinoccial), de Aiti, una vírgen, en un corral, donde además fue adorado por pastores, guiados por ángeles que les anunciaban la buena nueva del nacimiento de un Dios… He de añadir que algunos elementos, estas religiones ya lo añadieron del nacimiento de Osiris, de la aún más antígua, e iniciática, cultura egipcia.
…Y todo esto, como elemento cultural, está bien que se recuerde, y que se sepa y se valore correctamente, e incluso que se haga una tradición (no una traición) de ella, aún a costa de los inevitables retoques que la retuercen. Pero bien, vale. Mas como religión ya no me parece bien que se transmita. Primero, porque se falsea para acomodarla a su diós; segundo, porque se fabrica un dogma de lo que no lo es; y tercero, porque los dogmas acaban en fundamentalismos y siendo un nido de fanáticos integristas… Podemos decir con todo fundamento que toda religión forma parte de la cultura, pero no toda la cultura es religión. Hay que saber separar ambos conceptos sin mezclarlos en un puspurrí, y en un tótum revolutum, pues la simbiósis puede resultar peligrosa, ya que se termina por adorar dioses falsos que sirvan como excusa a nuestros intereses.
Y conste, y así mismo lo dejo dicho, que Jesús no es, en modo alguno, un ídolo, ni mucho menos. Fue un personaje real e histórico que transmitió un mensaje real, y valiosísimo para la evolución humana… que apenas hemos captado. Lo que adoramos como ídolos es todo el folklore y el aggiornamento con que disfrazamos y falseamos lo que tiene importancia de lo que no lo tiene en absoluto. Al final, nos quedamos y santificamos más la función de teatro de la Navidad, o de la Semana Santa, y despreciamos su auténtico y genuíno significado. Nosotros seguimos enredados, corregido y aumentado, en unas Saturnales que aún no hemos superado.
Es posible que el Mensaje real, el verdadero, en todo o en una gran parte, desautorice a las religiones institucionales y constitucionales. Y que, por eso mismo, esas iglesias hayan escondido, maquillado o prostituído esa parte de ese Mensaje que les deja con el culo al aire… Ello explicaría la ritualización y el dogmatismo populista con que se le reviste… Pero, sobre todo, el fabricar tótems celebrativos y propiciatorios de acontecimientos que se prestan a la fiesta desenfrenada, cuando no descerebrada… Es que, claro, así es mucho más fácil mantener a la clientela.
Miguel Galindo Sánchez / www.escriburgo.com / miguel@galindofi.com
Comments