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Foto del escritorMiguel Galindo Sánchez

PUEDE QUE FUERA ASÍ...



(de BBC)


Me he leído no sé qué centeava vez los Evangelios. De tarde en tarde me entra la pulsión de releerlos como si fuera la primera vez… Y el caso es que ni recuerdo cuándo se produjo, ni porqué, ni dónde, esa primera vez, que, por lógica y edad, sería hace unos setenta años, en aquellas escuelas-dictaduras del franquismo y el catolicismo. Debió de ser por allí, próximo a mi comunión primera, o primer acercamiento inconsciente a lo que se imponía como verdades absolutas y sin discusión (ni opinión) alguna. Ignoraba aquél escaso “yo” y corta persona de mí mismo, que iba a ser una de mis lecturas más recurrentes en el largo resto de mi vida, y que me condicionó, por algún motivo que no recuerdo, a dedicarla al “buscad y encontraréis” que encerraba su más atractivo mensaje. Pero al verdadero, al genuino, al auténtico.


He releído, y corrijo aquí el comienzo del párrafo anterior, parte de los restos de los Evangelios que dejaron en los Concilios de Nicea, Carthago e Hipo, más o menos incólumes, tras someterlos a mutilaciones, manipulaciones, interpolaciones y destrucciones, hasta considerarlos Canónicos… esto es: con arreglo al Canon impuesto del catolicismo sobre el cristianismo. El resto de ellos, menos los tolerados como Sinópticos y Apócrifos, son los conocidos como Gnósticos, cuyos seguidores y guardadores fueron perseguidos, masacrados y exterminados por las primeras hordas de fanáticos de los que la Iglesia es heredera.


Sin embargo, y dicho esto, habría que preguntarse qué poderosa semilla contienen, y se guarda y aguarda en tales restos del naufragio primigenio (a pesar de las tergiversaciones, anulaciones y falsificaciones a los que fue sometido) que llegan a encandilar y atraer, aún no dejándose arrastrar por las torceduras y variaciones hechas a través de los siglos por el dogmatismo religioso, aliado siempre de los poderes terrenales a los que combatió Jesucristo, y por lo que le fue arrebatada vida y mensaje… Porque Él, en ningún momento, dijo venir a fundar religión alguna, ni mucho menos. Ya existía la suya, la del judaísmo, que vió en el nazareno a su principal enemigo.


No… su doctrina era tan sumamente avanzada que prescindía de la religión como intermediaria entre Dios y los hombres, como falsas e interesadas intérpretes e intermediarias oficiales entre ambos. Jesús nos conectaba directamente con Ab (padre), o con su Abba (papá) sin más templo que nuestro propio interior. “Buscad en el interior más recóndito de vosotros”, sin más ritos ni parafernalia que vuestra propia comunicación directa… Él vino a traernos el nuevo método que desterraba las viejas prácticas sacerdotales. “Mi Reino no es de este mundo”, ni ninguna iglesia, tampoco.


Lo que ocurrió tras el desgarrador y humano “¿porqué me has abandonado, papá?”, se debate entre la religión y la Historia; entre los hechos consumados, los imaginados y los trasplantados… Se sabe que Paulo de Tarso, tras una muy oportuna y productiva caída de caballo, “vió” cómo fabricar una religión de una no-religión, con los rudimentos de unos apóstoles que rumiaban su confusión, y la estructura copypegada de la suya propia: la judía. Así que, dado que el “heredero ideológico” de Jesús era su hermano Santiago, que quedó al frente de la llamada Iglesia de Jerusalén, allá que se ando Pablo en busca de la cesión de la patente.


Se sabe que lo corrieron a escobazos y que tuvo que saltar las murallas para ponerse a salvo, y que lo consiguió gracias a la escolta de “milites” como ciudadano romano de segunda que era… Como igual se sabe que se llevaba a matar con Pedro y los más próximos al Cristo. Naturalmente, lo tomaron como un diletante ambicioso. El resto fue escrito por él y descrito por su propia Iglesia: la católica, que obrado y maniobrado lo que no está en los escritos (o sí lo está, bien buscado), por adecuar la Historia a lo que ellos construyeron como sagrado: una religión trufada de ritos, normas, hormas y, por último, dogmas, a remedo de la judía.


Una religión que se sostiene en una resurrección de un Hijo de Dios, que, de serlo, no necesita de tal “milagro”, pero que, gracias a ellos, nos salva a todos los demás por mediación de esa “su” Iglesia, que jamás fundó. En ello se basa todo. Si eso falla, el invento se viene abajo, y el inventor pierde el badajo y el trabajo.


Sin embargo, el Divino Nazareno, bien pudo venir, y a eso vino, a transmitirnos que todos somos tan Hijos de Dios como Él mismo, por lo que “la salvación” nos llega de nosotros mismos, no de templo ni credoficial alguno. Pero que, como adelantado Hijo del Padre de todos, y como también Hijo del Hombre como todos, nos traía el manual de instrucciones del cómo, el porqué, y el de qué casta le viene al galgo… Y ayudarnos a recordar lo que la humanidad había olvidado por el camino de su andadura.


Por supuesto, no pudo terminar de hacerlo… de hecho no le dejamos acabar su misión. Unos por ignorancia y otros por maldad, nos lo quitamos de en medio. Lo mejor de su semilla está enterrada entre abrojos y sarmientos, entre ritos, prácticas, zarzas y falsificadas tradiciones… Pero está viva, surge de los propios restos de verdad adheridos a la mala hierba. Y cada vez se distingue más y mejor sus brotes de los otros. Tan solo hay que fijarse.


Miguel Galindo Sánchez / miguel@galindofi.com / www.escriburgo.com

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