Cuando yo era un jodío zagal, solía haber carteles en muchos locales públicos, como barberías, bares… por ejemplo, el “no escupir fuera” (de la escupidera, claro) era muy común, pues en todos esos sitios había receptores de los gargajos sabiamente ubicados. Luego, cuando el personal comenzó a desarnarse y desasnarse, todo esto desapareció (no en la calle, donde seguimos siendo unos cerdos, renovados por las nuevas culturas venidas de lo viejo)… En algún que otro establecimiento también había otros que rezaban: “prohibido blasfemar y hablar de política”… y aquí ya no se condicionaba a ningún “fuera de…”, salvo el contexto, naturalmente, pues no existían blasfemaderas ni politiqueras donde practicar la puntería… Yo nunca supe, en aquella época, si hablar de política y blasfemar era la misma cosa…
Con el tiempo, empecé a entender que en España nunca – ni ayer ni hoy – se habla de política, solo se discute de política. En aquella época se prohibía, y así no había más discusiones que la de los toros y el fútbol, que por eso se podía matar, por supuesto… aparte de que entonces las paredes oían y las ventanas cuchicheaban… Además, como solo existía una única política, y estaba prohibido hablar de ella para que nadie lo pudiera hacer en contra, pues la cosa era relativamente sencilla… Hacíamos caso al consejo del prócer y Caudillo: “haga usted como yo y no se meta en política”.
En cuanto a lo de blasfemar, era un poco más difícil, porque aquí había que adivinar quién entendía por blasfemar, según qué… Pues hasta comentar que “el cura ha dicho misa esta mañana sin afeitar” podía ser blasfemia. “Las palabras las carga el diablo (me advertía mi mágister latínibus), y la intención las dispara”… y lo cierto es que abundaba la mala intención, alimentada por la oscura y despiadada censura… Recuerdo en un mes de Mayo, que íbamos con flores a María en rezo de rosario con las niñas y sus maestras, donde se me despistó la atención y pregunté al compañero más cercano si tocaba Padrenuestro o Avemaría, y como con el rezo comunitario no lo oía, le insté con gestos a que subiera el tono… ¡¡Avemaría!!, me gritó, a lo que una de las educadoras aquellas bramó aún más fuerte, ¡¡ esa boca, cuidado con blasfemar ¡!... Así estaban las cosas en aquel tiempo de los tiempos.
Y me viene todo esto a “las mientes”, porque han pasado siglos y aún parece que siguen aquellos carteles colgados. Si no ya de las paredes, sí de los comportamientos. Lo de que blasfemar es pecado capital, condenación eterna y delito grave, aún parece estar vigente… y lo primero y lo segundo va según creencias, pero lo tercero es una barbaridad anacrónica que atenta contra la libertad de expresión y del respeto a las ideas… Otra cosa es la educación con que se exprese. Pero existe un ejército censor que se siente ofendido siempre que no opines como ellos, y te hacen reo de culpa por cualquier avemaría que les parezca fuera de lugar o subido de tono… Ítem más, llegan a la ridiculez de renunciar a escuchar lo que tienes que decir, o a leer lo que has escrito, tan solo que por el título, por aséptico que sea. Se protegen hasta del porsiacaso, y aplican la censura previa… por cierto y verdad que pueda ser lo que expones…
Con el “hablar de política” la cuestión es diferente. Es un escenario distinto. Como en este país, que como lo que sí existe es la bipolarización, el enfrentamiento, de tal forma que, según de los que sean o se consideren tus receptores, si huelen que atacas a “los suyos”, te pueden caer – de hecho te caen – las del pulpo. Invariablemente. Sean de allá o de acullá. Es cuasi norma establecida. Si eres de éste o de aquél, sabes que solo te la llevarás de un lado, junto a los oé-oé-oé del otro. Pero si intentas ser imparcial, te las llevarás de ambos lados de la trinchera, ¡y te acusarán de parcial!, según expreses tu libre opinión… No obstante, es mucho, muchísimo mejor, lo de hablar, o discutir, de política, hoy, que lo del “no blasfemar” que todavía cuelga… Y eso, por una sola razón: porque en esto aún existe partido único…
Así que, al Congreso van nuestros próceres con la disposición hecha de hincharse a hostias, mientras se lo montan, todos, en nombre del pueblo, y sacan el ring a la calle para que el pueblo participe del pugilato. Y, mientras, se entretienen y nos entretienen; no gobiernan, pero se apañan… Y dejan sueltos a los del santo oficio para que sigan cazando brujas. Con un gran inquisidor encarnado en el pueblo por el propio pueblo es más que suficiente…
MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ / https://miguel2448.wixsite.com/escriburgo / viernes 10,30 h. http://www.radiotorrepacheco.es/radioonline.php
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