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Foto del escritorMiguel Galindo Sánchez

PREGÚNTENSE



(de Medium)


Permítanme empezar éste de hoy con una pregunta: ¿saben que todos nacemos a esta realidad con un propósito de vida pre-establecido?.. Uno contestarán que no; otros que ni se lo habían planteado; otros dirán que ni les importa; o que no venga ahora a comerles el coco; y quizá alguno dirá que, por alguna ignora razón, lo habían intuido, y que, en algún momento de su existencia, se lo han preguntado… Pues bien, independientemente de que me crean o no, he de decirles que es una certeza universal e ineludible, y a la que, seamos conscientes o no, todos estamos atados. Tanto a nivel general, como sociedad, como a nivel particular, como personas. La dimensión social solo se logrará cuando lo descubramos individualmente.


La premisa explícita en el alma, en el yo-soy (no confundir con el ego) es superarnos nosotros mismos a fin de evolucionar. Nacemos con una serie de defectos y limitaciones arrastrados de un pasado ilimitado, y con un programa específico que hemos de encarar conforme al nivel de cada cual… No quiero aquí (ya lo he abordado en otros artículos) entretenerlos en Qué, o Quién, dispone ese plan personal para cada uno, para no desviarme del tema. Eso ahora no debe importarnos. Pero el caso es que es así: nacemos a este mundo con el objetivo de marcharnos de él mejores que como vinimos, ya que nada acaba, sino que todo sigue…


Lo que ocurres es que la educación que recibimos: familiar, escolar, social, religiosa, etc. no solo no ayuda a descubrir ese propósito, sino que, por el contrario, emborrona, oculta y dificulta ese mapa de pruebas cuyo objetivo es el superarlo en un forcejeo continuo con las adversidades, las felicidades, y, por supuesto, siempre con y contra uno mismo. Una de las metáforas que encontramos en La Biblia, es lo de la Escalera de Jacob, por la que éste sueña que suben y bajan ángeles (almas) y donde encuentra a un ángel (su ángel / su alma) con el que ha de luchar y vencerlo para poder seguir su camino. La imagen de la escala por la que se sube y se baja y la lucha con la propia alma para seguir avanzando es clara.


La moderna y actual física quántica lo explicaría de otra manera, pero no voy a meterles por esos andurriales… La cuestión en la que deberíamos centrarnos es en tener claro ese Propósito, ese objetivo, esa misión que traemos con nosotros. Y no ya el detalle de cada prueba que nos aguarda, que eso es de seres muy evolucionados, pero sí al menos en que hemos de vivir nuestra vida despiertos, no dormidos, no como “a mí me vale, déjame en paz” (he aquí su torcido significado), sino atentos y vigilantes, sin perder de vista ese propósito que nos marca el camino… Situaciones, relaciones, personas, uniones, separaciones, pérdidas, experiencias, sentimientos que hemos de superar y nunca, jamás, por los que dejarnos dominar… abrir nuestra mente a cada ocasión propicia, apreciar lo positivo de lo negativo; aprender cada lección de vida…


Los que han leído a Carlos Castaneda recordarán lo que los chamanes mexicanos llaman “Nahualt”: todos tenemos nuestros propios enemigos, nuestros demonios y contrarios, aquellos que nos combaten. Son nuestros nahualts, pero no hemos de verlos como tales enemigos, sino como colaboradores necesarios que nos ayudan a superar las pruebas y a mejorarnos a nosotros mismos… Podríamos poner cientos de sucedidos, miles de ejemplos, y no habría espacio suficiente para definirlos. Pero es la mecánica la que funciona, tanto para los más pobres como para los más ricos. La tragedia no se mide por el hecho en sí, sino por cómo y en qué disposición se recibe. A un clase media se le rompe un grifo y le supone una catástrofe; se le rompe a un chabolista y tan solo es una molestia…


Todos nacemos deficientes de algo, y todos, por lo tanto, habremos de superar esos algos… El mayor suicidio anímico que existe en una persona son las frases de renuncia y rendición: “yo soy como soy”, “no puedo cambiar”; “o me tomáis o me dejáis”; “esto es lo que hay”… Y es destructivo por una triple razón: porque se niega a ayudarse y a que lo ayuden; porque la ayuda que exigen, no piden, es que les den la razón; y porque nadie puede ayudarlos así, sin perjudicarse a sí mismo y a quiénes intentan ayudarle… Esto es una norma en psicología, pero en el sistema evolutivo personal lo es todo, absolutamente todo.


Llegados aquí, a este punto preciso y precioso, podemos volver al principio, rehacernos la misma pregunta con que empezamos este escrito, y ubicarnos conscientemente en cualquiera de las posibles posiciones descritas en ese primer párrafo.. ¿Dónde nos situamos?: o no lo sabemos, o sí lo sabemos, o no queremos saberlo… O actuamos, o no actuamos, o no deseamos actuar… ¿Y cómo leshes se hace esto, a ver, tío listo?..


No existe la misma respuesta para todas las personas, ¡ojalá fuera así de fácil!, pero entonces todos seríamos todos clones de todos, y ya lo somos lo suficiente… A mí me vale la de “estar dispuestos a cambiar, si fuera necesario”, pero no tiene por qué valerle a los demás. A veces la existencia (no confundir con la vida) nos pone pistas en el camino: nos sentimos instintivamente empujados a algo; somos muy sensibles a concretas sincronicidades; tenemos ciertas más o menos irresistibles tendencias; nos sentimos atraídos por ciertas lecturas, ideas, casos o cosas… son como señales de senderismo en el camino para ser interpretadas por cada cual que lo anda.


Todos conocemos a personas que quieren ser dichosas a toda costa, como las ue quieren ser desgraciadas muy a pesar suyo. Circuitos enfermizos que acaban con la autodestrucción de los individuos y el daño considerable a los que se dejan captar en su órbita. Van en contra de la evolución universal. Nada en contra de una ley cósmica… Tú no conocerás esas leyes, pero ellas sí que te conocen a ti, y por eso les da igual que creas o no creas en ellas, puesto que todos jugamos en el mismo tablero de la Oca. Cada cual con sus propias fichas, pero todos con las mismas reglas.


¿Cuál es su propósito de vida?. Pregúntese. Quizá no lo sepan, pero deben saber lo que no saben. Es el mínimo imprescindible. Porque hay una cosa más importante que saberlo, y es ponerse en situación de búsqueda… Miren ustedes, lo importante no es el camino, lo importante es el caminar. Nuestro destino no es parar, sino andar siempre, siempre, y no dejar que los muertos nos entierren a nosotros como a sus propios muertos.


MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ / info@escriburgo.com / www.escriburgo.com

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