Aquel inglés me preguntó si yo era “escribista”… Pues no sé muy bien, le contesté, columnista, fetichista, estilista, cronista, escribista, equilibrista, concertista, periodista, paracaidista o tocaflautas… Pero, ¿a qué se dedica usted, qué hace..?, y me lo inquiere así, como si un jubilado no contara, como si el ser eso no quisiera decir ni hacer nada… El ser pensionista en su país – me ilustra el brittish – no significa no hacer nada, si no hacer otras cosas distintas a las que se hacían, o hacer las mismas pero de diferente manera… Ya… bueno, pues mire usted, míster, yo escribo, sí, de hecho me dedico a escribir cuanto se me ocurre y se me escurre, y lanzarlo a las aguas revueltas de las redes para ver si pesco algún pez que quiera leerme, que de eso se trata, claro…
…Interesante, me contesta asintiendo, y repite lo del pez.. Yes, tío, pero advierta que no hecho la carnada en las redes para pescar un pez al que comerme, si no para que el pez me coma a mí. Porque yo me escribo cada día a mí mismo de alguna manera para ser consumido por mis lectores que tienen el dudoso gusto de seguirme, y no al revés, como mal puede dar a entender la metáfora…. Very, very well, vuelve a asentir, que yo creo que significa que sí, que vale, que bueno, o algo muy parecido. Luego, un poco como guinda en pastel, me suelta una especie de you much filósofa, que no sé si es un cumplido o una coña con retranca…
Dice Fernando Sabater que la filosofía es el arte de hacerse preguntas cuyas respuestas son otras preguntas. Preguntas que no tratan de lo que uno hace, si no de lo que uno es… Y sirva este retruécano del inglés para meterme en materia del tema de hoy. Cuando uno estaba en vida laboral activa, en no-emérito, lo que uno hacía no era necesariamente lo que uno es. No siempre, al menos. Sin embargo, en este tiempo añadido, o de descuento – que no sabe uno muy bien donde está – uno ya suele hacer lo que realmente es. El royaumuní este me lo ha aclarado con su pregunta inicial. Y se puede decir que soy lo que hago, jefe, o hago lo que soy, sin mucho margen de error…
Entonces, en mi caso, yo satisfago mi necesidad opinando de cualquier cosa que se me ponga a tiro, actual o no, y que me llame la atención en un momento dado, y sí, es verdad, ahí vierto, no solo la crónica del caso, si no también mi personal manera de verlo y valorarlo, mi opinión, mi poco o mi mucho de yo, o como el anuncio de electrodomésticos, donde el frigorífico “lleva un poquito de mí misma”, que dice la pava de bata blanca, poniendo cara de ángel del Génesis… Pues sí, algo así es la cosa. Me gustaría tomar una parte más activa, más presencial, más asertiva, pero los pasos no alcanzan a esos casos. La pandemia parece empujarnos otra vez al cavernario. Por lo menos a los mayores. Y, aunque eso me sigue permitiendo, potencialmente al menos, seguir haciendo lo que soy, y seguir siendo lo que hago (y en eso debería considerarme afortunado) me limita y confina a un mundo virtual que, a mí al menos, cada vez me parece menos real.
El opinar para uno mismo, no solo es narcisista, también es tremendamente aburrido. A mí me pasa que escribo, vuelvo a leerlo para repasar, y no me gusta. Y cada vez que releo, menos me veo. Así que, a veces, prefiero que salga con alguna pifia de estilo por no tener que releerme. Tan solo recibo oxígeno a través del respirador automático de los whatshapps, los emails, los sms, o alguna llamada que otra de carácter sobrenatural… Si no fuera por eso, los “aislacionados” (eso somos los pelotatenis de los expertos covídicos), que nos dedicamos a expresar lo que somos, nos convertiríamos en muertos zombificados por zumbados.
Hemos pasado un verano siniestro, semicontrolados en playas de concentración, con semipermitido ocio y enmascarillado de pestañas… digo de morros, a medio gas, donde se nos ha permitido una libertad condicional y condicionada, por el puro interés del veraneandrés. Pero que ahora que se acaba el cuento y sin salir las cuentas, se impone una nueva realidad que es la cruda y vieja realidad de antes: a trabajar y a rendir, y los que no, a hacer palmas desde el balcón, o el gilipollas, que al fin y a la postre es el mismo galón… Nos han sacado en procesión, o a hacer la instrucción, que al fin y al cabo es lo mismo, y ahora el sargento instructor nos va a soltar el “¡media vuelta, ar!”, y de retorno al cuartel a disposición del cabo furriel.
Quiero hacer una llamada, y dedicar éste de hoy a todos los que, queriendo ser diferentes, luchan contra todos aquellos que desean hacernos iguales. Mirad que es la diferencia entre sentirse vivos y estar muertos… ¿Sabéis lo que me pasa a mí?.. Que cuando crees que conoces todas las respuestas, viene Dios y te cambia todas las preguntas. Como el puñetero inglés.
MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ
http://miguel2448.wixsite.com/escriburgo
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