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Foto del escritorMiguel Galindo Sánchez

POSTÓMICRON



A lo de la sexta ola de Cóvid, debida a la variante Ómicron, y a nuestra propia y entusiasta, y efusiva, colaboración en fomentar la infección, aún le queda carrete… Las fiestas, los saraos, comidas de empresa (hay menos empresas que comidas), amigos, familia, vecinos y/o conocidos, relacionados, o coleguillas, o “ex” de lo que sea; propiciado por la Navidad, o los puentes, acueductos o “findes”; el procesioneo del pastoreo a casas rurales y similares, etc., etc., etc.; por mucho que los epidemiólogos y otros varios ólogos nos repitan hasta el cansancio sobre la ausencia de prudencia y de la escasez de conciencia, de lo que tan alegremente nos despojamos, alargará esta fase hasta que los dioses y los imprudentes quieran.

Los que la siguen y estudian, dicen que es de un ritmo y potencia de contagio diez veces mayor que la anterior Delta, si bien es menos letal que las anteriores… así que los que más debieran guardarse son los que aún niegan lo ya innegable, se mire cómo y por dónde se mire… Se abre pues la posibilidad de hacerse tests de antígenos (que sirven de bien poco, por cierto) para justificarnos en nuestra asistencia a los eventos y saraos de estas fechas, por la cosa más que nada de sedar las conciencias de cara a las juntaeras – que para eso han bajado el precio en farmacias, y se van a vender, luego a luego, hasta en las gasolineras – aunque ya comienza la etapa de escasez por su jaez…

Lo que empiezan a confirmar las encuestas es lo que todos también notamos en las calles (según qué calles, claro), pero sobre todo también en los medios… Y es que el prestigio de los científicos ha crecido por encima del de los políticos, y de la cota que ya disfrutaban hace cuatro años. Las razones son simples, y fáciles de imaginar, se diga lo que se diga: la identificación certera de la pandemia; el eficaz seguimiento de su propagación en tiempo real; y, sobre todo, la rapidez con que se ha investigado y desarrollado las vacunas, han dejado a todo quisque (incluidos ellos mismos) con la boca abierta… Los movimientos antivacunas han perdido la intensidad y virulencia de su inicio, y su ramplona creatividad (recuerden el chip controlador que nos inoculaban en el pinchazo), al comprobarse que los principios vacunación-distancia-protección han demostrado fehacientemente su eficacia – el 70% de los hospitalizados y en Ucis son no vacunados y el 90% de los muertos también – ganando por goleada el “bata blanca” al famosete tontimediático de turno. El residual negacionista, aún siendo muchos todavía, se han quedado sin un mal referente ni argumento racional. Ya solo es un negar por negar, sin un solo sentido lógico ni razonable.

Por otro lado, se cuenta/se dice/se murmura/se comenta, que, precisamente por la rapidez en el desarrollo de vacunas, se duda de sus resultados… Miren, si no, argumentan, 40 años buscando la del Sida, y aún nada. Cierto lo segundo, pero falso lo primero. En el caso del Cóvid se ha beneficiado de 20 años de investigación que un grupo de científicos llevaban desarrollando sobre la técnica del ARN mensajero, y que ha venido como anillo al dedo en este caso preciso… y ha funcionado claramente. Da escalofríos pensar lo que los “antis” hubieran inventado en el caso de haber fracasado… y todo por justificar su egoísmo e insolidaridad.

La ciencia y los agoreros nunca se han llevado bien… La primera, porque se realiza sobre una base predictiva, de la que emerge una teoría que luego se confirma, o no, en la práctica. Es el método deductivo. Los segundos, porque se realizan sobre bases falsas e inventadas, y obedecen a intereses ocultos e inconfesables. Es el método destructivo… La ciencia y los bulos; el conocimiento y la ignorancia; la eterna lucha del bien y del mal… Por eso mismo persiguieron a Galileo, o mataron a Miguel Servet, y a tantos otros…

El problema es que ambos dos: el conocimiento y la burricie, en la actualidad usan el mismo medio de comunicación: Internet. Las redes son carreteras por las que circulan verdades y embustes por igual. Muchas más de las segundas que de las primeras. Y cada cual, y cada cuala, cree las que quiere creer, según su personal conveniencia o particular interés. Y que su ignorancia le empuja a no buscar, no verificar, no cotejar, no comparar, no contrastar, no informarse, no nada… Tan solo se copypegan y se repiten, como loros idiotas, y así se transmiten las mentiras, los bulos y las falsedades…

El Cóvid 19 es el quinto coronavirus (de la familia y naturaleza de las gripes) que se ha extendido por el mundo. Los otros cuatro llevan décadas circulando, y hoy causan gripes y catarros leves. Las muestras de sangre de los años ochenta mostraban altos niveles de anticuerpos para el Coronavirus de entonces – el 229E – pero apenas han servido para la variante actual y más dañina del Sars.Cov-2, que es la dominante hoy. Esta es la pura, desnuda y puñetera verdad. La auténtica realidad. Se espera, y se confía, que tras la variante Ómicron, la virulencia empiece a declinar poco a apoco, como ocurrió en los casos de las cuatro anteriores.

Naturalmente, eso no evita que nos venga este sexto que se cague la perra, y que nos haga comenzar, otra vez más, por el principio de lo que ya sabemos de sobra… Pero confiemos en Dios. Él nos premia con nuestra preclara ciencia, y nos castiga con nuestros ruines negacionistas… ¡Qué le vamos a hacer!..

MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ www.escriburgo.com miguel@galindofi.com

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