(de Oliart)
Voy a transcribirles un texto sacado de ciertas antiguas escrituras, y ustedes se tienen que decir a sí mismos a qué personaje se refiere, ¿vale?.. Pues vamos allá: “Nació de una madre virgen; fue venerado en su cuna por venerables sabios; multiplicó panes y peces para alimentar a quiénes le seguían; fue traicionado al final por alguien cercano; murió y resucitó al tercer día…”. Respóndase a sí mismo sin hacerse trampas. De acuerdo.
Bien, el personaje respuesta es: Osiris, más de dos mil años antes de Jesucristo… Pero en absoluto es una extraña coincidencia en el tiempo y en la Historia. También el zoroastrismo (Babilonia) tiene las mismas connotaciones, con Ormuz y Ahriman como encarnaciones del bien y el mal. Lo mismo la figura de Dionisio, en la cultura griega, calca las mismas milagrosas circunstancias. Cánones que se repiten en la figura romana de Mitra… Incluso, ya en el siglo III después del propio Cristo, una figura aparecida en la Anatolia turca, un tal Apolonio de Tiana, nace de virgen, hace milagros, muere, resucita…
Se podrá decir que esta última personalidad, la de Apolonio digo, aparecida casualmente – o causalmente – en los tiempos en que fueron escritos los propios Evangelios cristianos, bien pudo ser una transpolación cultural de uno a otro, dada la cercanía, yo casi que diría contemporaneidad de los escritos… Pero si admitimos tal hipótesis, exactamente igual habríamos de permitirnos las mismas incorporaciones de los sucedidos acaecidos mucho antes a la figura de Jesús, que fueron copy-pegados de la antigüedad, lo cual crea una cierta incomodidad a los exégetas ortodoxos que defienden una exclusividad que no es tal, en modo alguno.
La Historia, la investigación de los textos antiguos, la moderna ciencia documental y de datación, es terca e inoportuna, pues plantea serios y fiables puntos de duda en las dogmáticas aseveraciones que las religiones han venido planteando como únicas e inapelables, demostrativas “per sé” de la afiliación y fijación de un “Hombre-Dios” con un “Dios-Padre”, adornándolo de las más taumatúrgicas maneras posibles… Y, al final… (¿de los tiempos?), todo sale a la luz, según también, ¡hay que ver!, antiguas profecías.
Todos esos aditamientos fueron necesarios para pergeñar una figura central divina con la que confeccionar una religión de adoración y sometimiento, hace miles de años: adornarla de prerrogativas de los dioses-avatares de toda cultura existente en el recuerdo humano. Hasta ahí, normal y perfectamente explicable… En el caso del cristianismo, su administrador, el Vaticano, ha tenido a su favor siglos de preponderancia y poder para ir retirando de circulación y secuestrando en sus famosos Archivos – cuando no destruyendo – todo texto antiguo y arcaico, o señal, que pudiera comprometer su re-construída verdad oficial.
Pero eso no se puede ocultar al razonamiento por toda la eternidad. Los avances en las ciencias, las técnicas y conocimientos, terminan por sacar a la luz lo que la Historia esconde… o mejor dicho: lo que los hombres esconden de la Historia. Podríamos incluso decir, coloquialmente, claro, que “los siglos no pasan en balde”. Y que la curiosidad, la sed, o la inquietud por el “buscad y encontraréis” del mismo Jesús, acaban por abrirse camino entre la oscuridad del ocultamiento. Siempre ha sido así, y seguirá siéndolo.
Ya sé que esas Iglesias, tuteladoras autoimpuestas, por sistema y por instinto de supervivencia se rebelen contra todo aquél – o aquella – que osa, u osamos, “poner en duda” toda cuestión que ellas han considerado como indispensablemente sagradas para su afianzamiento en el poder y la influencia… Y que los anatemas que utilizan es el de la impiedad, el ateísmo destructivo, el enemiguismo de todo dios, o el señalarnos como agentes del diablo encarnados (de colorados) y re-encarnados para su destrucción. No pueden permitir que se les caiga el chiringuito que viene funcionando de puta madre durante más de dos milenios, y cuya jerarquía vive como auténticos reyes de reyes…
Su problema es que ese quiosco lo han montado revistiendo a Jesucristo con una serie de “aggiornamiento”, recogido de por aquí y de por allá, de otras antiguas divinidades, con el fin de diseñar a su alrededor una religión absolutista, y ahora se encuentran con cientos de millones de creyentes a pies juntillas en un personaje presentado ad-hoc bajo dogma, y que no pueden, ni saben, ni ya quieren, creer en otro diferente, más auténtico, más verdadero, más genuino y más legítimo que aquél otro que “les han vendido”.
A mí, por ejemplo, y sin ánimo de molestar, mucho menos de ofender, lo que realmente me importa es el Mensaje no manipulado que vino a traernos de esas verdades universales, eternas y absolutas, que ya las religiones de su época estaban ocultando. Me da igual que fuera feo, bajito patizambo, o que naciera de madre multípara, o que no hiciese milagros ni resucitara al tercer o al séptimo día…
Y me da lo mismo, por la sencilla razón que, sea lo que fuere lo que transmita Él, o la iglesia montada sobre Él, esas certezas inmutables, al final no las cambia, ni las reinventa, ni las disfraza, ni las acomoda, nadie, por muy Gran Sacerdote que sea.
Y el valor auténtico reside en el Conocimiento, no en el cocimiento, ni en los ritos, liturgias, dogmas, procesos y procesiones, ni linajes de David con que se quiere justificar al Mensajero que se hinchó a decir que lo que importaba era su Mensaje, y no él… Todo ese espúreo añadido, el Mensajero no lo necesita para nada, solo lo necesitan los que han adquirido el poder para mantenerlo, y la riqueza y la gloria de vender lo que no está en venta… Estamos hablando de eso de que “la verdad os hará libres” que aún no ha sido entendido.
MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ – www.escriburgo.com – miguel@galindofi.com
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