Un portavoz del gobierno madrileño, o quizá debería decir madroloño, pues Madrid debe venir de Madroño, con sus osos (precisamente se llama Enrique Ossorio), ante la presentación que Cáritas hizo de su Informe sobre la Pobreza, preguntaba a los demás y a sí mismo ante cámaras y micrófonos: “A ver… ¿dónde? – mirando tras suyo y a los lados - ¿dónde están todos esos pobres?. Yo no los veo por ningún lado”… No solo lo dijo de forma retórica, pues se ve que en el Madrizzz de Ayuso no hay pobres, sino que también lo dijo para avergonzar a esos pobres y que se vayan de la capital de las terrazas a otros lugares, en vez de avergonzarse él mismo y a cuántos y cuántas cobran sus buenas nóminas por decir mentiras y ocultar las verdades.
Allí, ante su audiencia, no estaban los de pedir unas monedas extendiéndole un vaso de plástico con la cabeza baja; ni el del vino malo en cartón, sentado en la acera, vencido, con la mano levantada; ni el que vende flores, o toca el acordeón en sus pijoterrazas; ni los que acuden a las salidas de misa de su Almudena a por las sobras de las cestas dominicales con que los fieles monedean sus conciencias; ni los que se las buscan en el Metro haciendo lo que saben para no tener que robar; ni los que se cobijan por las noches en los cajeros, porterías, o rincones de los parques, protegiéndose del frío bajo cartones, si no son “calentados” por el fuego que le arriman los hijos de puta… Se ve que el Sr. Ossorio no sale a la calle, no va a ejercer su nómina fuera de la caña terracerayusera, no va a Misa, ni al cine por la noche. No. Don Enrique no ve lo que todos sus ciudadanos ven cada día.
Pero es que hay cientos de miles de pobres – familias completas – que malviven en habitáculos baratos, de salarios míseros y explotadores, o ejerciendo de “gorrillas”; con la mujer yendo a Cáritas una vez por semana, o dos, y con los críos encerrados en casa porque ni saliendo al parque puede permitirse unas gominolas para ellos… No son los pobres de pedir, pero casi. Y hay muchos, muchísimos más que los de solemnidad, que si no hay colegio sus hijos no comen. Lo que pasa es que, si el consejero madrileño no ve a los callejeros, éstos otros son absolutamente invisibles para su cuidada percepción. Como lo son para los millones de compatriotas que coparon los hoteles, restaurantes y casas rurales y curiales de toda España en la última “espantá”, a pesar de estar la gasolina a precio de oro y la cesta de la compra por las nubes. Veintitantos millones de desplazamientos, según la DGT, sin contar otras vías de escape… Luego, a la vuelta, de regreso del “yatocaba”, o de la batucada, o lo que sea esto, ya nos quejaremos de la carestía y de que no se puede vivir, acho, acha…
A don Enrique Ossorio, y quizá también a nosotros, nos moleste un poco bastante reconocer que hay familias que, a mediados de mes, ya tienen que apuntarse a los comedores sociales porque sus malpagadas nóminas son de talla escasa, mientras él vá a mear en coche oficial, y los demás comemos en chiringuito cada fin de semana por lo menos… Pero están ahí, por todas partes, lo que pasa es que para verlos no solo hay que tener ojos en la cara, también hay que querer mirarlos. Y eso es muy difícil cuando lo que uno ve son las carreteras, los bares y los benidores y las mangas llenos, porque a estos nosotros se nos jalea, se nos visualiza y se nos vende en todos los medios de comunicación (que para eso están), para demostrarnos que somos de clase medialta, aunque viajemos a préstamo. O quizá para inyectarnos el consumo en las entendederas, pues es de lo que igual malvive toda la camarería de España, también infrapagados, por cierto, pues hay que mantener la industria del turismo competitiva a costa de lo que sea, ya que no tenemos muchas cosas más, por cierto…
Pero la verdad, lo real, es que España posee un 30% de su población viviendo en el umbral de la pobreza, dos terceras partes de ese porcentaje en pobreza severa, según varias Ong´s entre las que se incluye esa Cáritas que escandaliza a los políticos que viven tan ricamente del medro como el madrileño… Y es que, si se fijan bien fijados, se darán cuenta que los políticos de todas las autonomías, incluso municipaloides, hacen “caridad de foto” con los pobres de pedir limosna, con sus “jesusabandonados”, con los de su muy justos y más ajustados servicios sociales – desproporcionados en pagas y servicios – pero no mucho más… Esa muchedumbre que se levanta cada mañana para echar jornadas esclavistas de doce y catorce horas por salarios de mierda pasa desapercibida para ellos, y se preocupan poco, o nada, de mejorar sus condiciones de vida. Se trata de practicar una caridad selectiva, que muestre lo que no se puede ocultar, y que tape a los pobres que luchan por sobrevivir con dignidad entre la explotación y la indiferencia.
Mientras tanto, en ese mismo Madrid de ese mismo Ossorio, dos sinvergüenzas, innobles hijos de la más rancia nobleza, estafan a su pueblo – ante la ineptitud de sus administradores locales – con un lote de mascarillas defectuosas en plena crisis coronavírica, donde el oso y el madroño, que morían a quintales. O el hermanísimo de su presidenta que cobraba suculentas comisiones por colocarlas con certificados falsos de calidad. Para ellos y sus adláteres seguir viviendo del cuento bajo el lujo insultante y sus prerrogativas, como los del político que no ve la pobreza que lo rodea… Es la otra cara de la pobreza: la del espíritu, la del alma, la miseria humana, la misera moral de tanta gentuza suelta que se relame, como los buitres carroñeros, ante la miseria ajena.
El problema real es que estos miserables elementos, son admirados, elevados, enviados y envidiados, en un estatus superior de seres nimbados, famosos del papel couché, a los que se les besa su satinado culo frotado con brillantina, y se les absuelve de sus criminales latrocinios… Y esto es de una pobreza moral mucho mayor, y peor, que la otra… Por eso, cuando este elemento se preguntaba a sí mismo y a los presentes: “¿dónde, ¿dónde están esos pobres?”, tan solo tenía que haberse mirado en un espejo… Por algo este país es el de mayor índice de desigualdad social y económica de toda Europa. Y todos participamos de ella. Todos somos pobres de alguna forma y manera.
MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ www.escriburgo.com miguel@galindofi.com
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