(de Unsplash)
Cada vez hay algún lector/lectora que se suma a los que, por mis interpretaciones bíblico-evangélicas, por llamarlas de alguna manera, me hacen saber (cosa que yo agradezco sinceramente cuando lo hacen de forma educada y respetuosa) que se nota que solo me “alimento” de lecturas y libros… digamos “contrarios” a la exégesis religiosa, y de ahí mis “revolucionarias”, cuando no “tendenciosas” teorías y opiniones. Desde luego, nada que objetar en cuanto a que cada cual crea, o no, que mi interpretación de los hechos sea tendenciosa, revolucionaria, o… lo que quieran que sea. No deja de ser una correcta opinión personal.
Pero la alusión a mis fuentes, ya les digo yo (otra cosa es que deseen creerlo o no) que leo desde todas las ópticas, perspectivas y tendencias posibles de todo aquello que me ocupa y me preocupa, o que me importan, y acaban siendo temas recurrentes en mis escritos. Tengo centenas de libros de diferentes estratos y desde distintos ángulos, incluso los opuestos, así pues, pueden culparme de cualquier cosa menos de tendencioso… Y el tema de Jesucristo no me es en absoluto ajeno como para analizarlo desde un solo punto de vista. Son muchas docenas los de tema religioso y orígenes históricos que pueblan mis estanterías.
Pero sobre la figura central de Jesús, puedo decirles que los tres últimos que, en corto tiempo, han pasado por mis entendederas, van desde “La Historia desconocida de Jesús de Nazaret”, de Luís Miguel Sánchez Tostado, a “Últimas noticias de Jesús”, de José María Zavala, pasando por “La No muerte de Jesús”, de José Hernández Mondéjar… O sea, desde una versión documentadísima, a una absolutamente ortodoxa, pasando por una libre y desenfadada preñada de lógica pura. Esto es: todas las tendencias, y alguna más…
Por lo tanto, tan puedo ser tendencioso de todas las tendencias como de ninguna, aunque luego me incline por unas o por otras, o por la mezcla de varias a la vez… La cosa funciona de la siguiente manera: yo me meto entre sien y sien lo uno y su contrario, y lo que caiga. Vale. En la mente se produce una alquimia que, una vez asimilada, destila un razonamiento acorde con mi personal sentido de lógica (verán que evito nombrar a un sentido común que cada vez es menos común fuera de tal sentido). Y esto es un mecanismo intelectual que funciona en todas y cada una de las personas con capacidad de pensar racionalmente. Si algún alguien quiere completar o modificar esta definición, se lo agradeceré en lo que vale, pues toda aportación sincera sobre el particular es bienvenida.
Pero ese método libera el pensamiento. Si uno obliga al cerebro a analizar distintas opciones posibles, está haciéndolo ejercitar la relatividad sobre la tendenciosidad. Lo más parecido a la verdad está entre la comparación de teorías divergentes, o, simplemente, distintas. No existe el librepensamiento cuando el pensamiento está monocanalizado, monoalimentado, monodirigido y monopolizado… Lamentablemente, esto se da cada vez más en política, en religión, o en otras ideas sociales, y lo estamos viendo en las calles, en las redes, y en todos los medios de manifestación pública… Precisamente lo que yo busco es todo lo opuesto y contrario a esa, sí que sí, tendenciosidad. No quisiera ser víctima de su uso.
El fín último que se busca es, precisamente, el libre ejercicio de la racionalidad. Por ejemplo: que cuando me encuentro en uno de los Evangelios el pasaje en que Jesús increpa a Tomás por su incredulidad en su resurrección (o no muerte) con un “mira mis manos”, uno se pregunta con toda la lógica y sentido común del raciocinio: ¿no debería decir “mira mis muñecas”?.. pues sobradamente sabido es que una crucifixión sujeta el cuerpo por la resistencia ejercida por los huesos de las muñecas, no de las manos, algo que la anatomía científica rectificó a los imagineros hace siglos…
Que Jesús cayera en ese “error” tan básico no es creíble (sí a la gente de pasados siglos, pero no en la actualidad) y eso hace que uno se replantee al menos un par de cosas: o es una transpolación falsa, o, simplemente, que tal pasaje es inventado… Existen muchas situaciones en los evangelios en las que uno no tiene más remedio que preguntarse: ¿y quién estaba allí para contar lo que cuenta?.. ¿cómo lo recoge un autor no testigo de los hechos y escrito casi dos siglos después?.. Y aquí solo hay una respuesta: se tiene que creer así porque es un dogma obligatorio para todo aquel que se considere creyente.
…¿Pero creyente en qué?.. Yo soy creyente de la lógica, del razonamiento, del sentido común, y del conocimiento revalidado por varias disciplinas… Y entonces, a esa Iglesia, a esa Religión, le pedimos alguna evidencia razonable, y esa Institución nos pone los milagros y los portentos como toda prueba, ¡gente de poca fé!.. y puede que lleve razón, porque, al menos este pobre humano, ha de necesitar una fé en los milagros, no en Él, para poder creerlo. Y como no tengo fe en los portentos, ni en los milagros, ni en la magia ni en la taumaturgia, pues, acabáramos, tengo un problema: si no me convence por los prodigios, porque no me fío de ellos, entonces, según esos ellos, yo tampoco soy de fiar.
Y con esa tal consecuencia se me juzga… Pero miren ustedes, yo tengo la fé del conocimiento, en la sabiduría de la razón, en el entendimiento – que es entender, no creer – y en todo aquello que yo pueda comprender; pero no en lo que se me ordene creer a piés juntillas, no sé si me explico… ¡Ah, ya caigo..!, todo eso en que yo creo es precisamente la “dote” que el demonio dio a Eva para todo el género humano a través del jodío manzano. Ergo, el conocimiento es diabólico, y la santa ignorancia es sagrada y con marchamo de garantía para el cielo.
Por lo que, llegados a este punto, habré de contestar a los del primer párrafo, que si es a esa mala influencia a la que se refieren, la de cocerlo todo en el pote para poder conocerlo – o mejor, re-conocerlo – , y luego pensar por mí mismo, según mi otorgado libre albedrío, entonces, claro, sí, me considero reo de tal culpa.
Tan solo ruego el descargo en mi defensa de que no intento, ni deseo, ni es mi voluntad, el convencer a nadie de nada (ya me han llegado a decir que soy “comisionista del diablo»)… Ni a mí lograron catequizarme ni yo voy a catequizar a nadie, faltaría más… Tan solo me permito abanderar mi derecho a opinar libremente, y a expresar lo que supone mi fe verdadera. Nada más, solo eso. Espero y confío que nadie se sienta molesto y ofendido por ello, ya que tampoco yo me ofendo ni me molesto por lo que opinen de mí… Muchas gracias.-
Miguel Galindo Sánchez / info@escriburgo.com / www.escriburgo.com
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