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Foto del escritorMiguel Galindo Sánchez

¿PAN O LIBERTAD?


(Museo Reina Sofía)


Hace unos meses, cuando estalló la guerra de ocupación de Ucrania y todos nos movilizamos para ayudar y traernos a casa a cuanta pobre gente víctima de Rusia pululaba por la frontera europea, y clamábamos a grito pelado por su libertad (el primer valor del ser humano, la libertad, o, al menos, eso mismo se dice)… Hoy, con las consecuencias de ese mismo abuso dándonos en las costillas, en nuestros mismos morros y en nuestros bolsillos, ya empezamos a pedirles que negocien con el malvado Putin una salida, un arreglo, un algo, antes que aflojar tres o cuatro grados el aire acondicionado, o medio llenar el depósito de gasofa, o pagar más caro el chusco, o reducir los días de holganza y/o de llenar la panza…


Desde los primeros días de la Historia, el dilema del ser humano ha oscilado entre el pan y la libertad. A lo segundo le damos un valor lírico, romántico, incluso heróico, además de que el concepto libertad es muy relativo, sobado y manipulado; ya saben, depende del cristal con que se mire… pero cuando empieza a faltar lo primero – algo concreto y contundente – estamos prontos a entregar nuestra libertad de elección al tirano que nos ofrezca una hogaza a cambio, ¿o por qué se creen ustedes la venida de los populismos fascistas?.. En una de las épicas más antiguas, cuando Moisés “libera” al pueblo elegido por su dios (aunque a ese pueblo no le dieron opción a elegir un dios suyo), cuando se ve vagando por el desierto sin nada que echarse a la andorga, le sueltan a su líder que sí, toda la libertad que tú quieras, “pero al menos en Egipto teníamos qué comer”… También a Jesús le tentó el diablo con lo de convertir las piedras en panes si tenía hambre, solo que el galileo no entregó su libertad de elección a tirano faraón o demonio alguno por el estómago. Y aquí, precisamente, está el “quid of the questión”, señores míos: en que Jesucristo marca un nivel moral a los que dicen de seguirle, que aún estamos muy lejos de alcanzar…


Extrapola en su boca Dostoyewsky: “no entreguéis vuestra libertad de conciencia al poderoso que os ofrezca pan, pues no solo de pan vive el hombre”… Un mensaje que va contra la línea de flotación del “panem et circus” montado por los romanos, copiado por la Iglesia Romana después, y luego por todos los regímenes dictatoriales habidos y por haber. Los caudillos de las más extremosas y cremosas derechas e izquierdas del mundo actual, los ultras y populistas, es la política en que basan sus propuestas: vuestra libertad a cambio de bocatas de sucedáneos; no existe cacho pan sin un poco de tiranía; más os vale pan sin libertad que libertad sin pan… Y, al final, nos lo pensamos, y empezamos a reconocerle sus derechos al Putin que tiene la harina, y a recortárselos a los que se la han robado y se mueren de hambre por culpa del ladrón. Nos han subido el pan y nos han bajado los humos.


Es por eso que en la actualidad la libertad vuelve a cotizar a la baja, mientras cotiza al alza la bolsa de pan… Hace apenas diez años que la mitad de la población mundial vivía bajo dictaduras duras, blandas o semiblandas, y hoy, una década después, es el 70% de esa misma población la que vive bajo regímenes dictatoriales. Ha habido un aumento del 30% en nada de tiempo… A Rusia, Arabia Saudí, China, Corea del Norte, etc., como oligarquías más de pata negra, se le han sumado una serie de semitiranías como Turquía, Hungría, Polonia, y otras en vías de desarrollo, como Italia, que están gestándose dentro de sus propios gobiernos democráticos, y que afilan los sables de represión mientras amplían las tahonas… Eso es lo que fue la “Pax Romana”.


En la andorga de nuestros países – España, naturalmente, incluída, aunque inconclusa – cada familia ideológica (aunque las ideologías están cada vez más vacías) tienen a sus miembros divididos por partidos, en moderados y ultras, siendo estos últimos los que ganan terreno y cada vez parten más el pan de los ciudadanos que los votan. La gente se refugia, una vez más, en el amparo cobarde que le ofrece el sátrapa de turno antes que renunciar a su aparente seguridad por su libertad… Luego, el tirano, una vez dueño de la piara, nos arrojará el trozo de pan duro junto a las cadenas que les hemos forjado nosotros mismos, y eso son lecciones repetidas de Historia que la humanidad no hemos terminado de aprender. Tendremos bienestar por libertad como aquel que vendió sus derechos por un plato de lentejas… Un panocho leído diría que es “el cobijo del tontolpijo”.


Pero nuestra sociedad occidental ya es medrosa y temerosa. Hemos parido generaciones enteras de pusilánimes egoístas y cobardes, en una llamada “sociedad del bienestar”, que hemos reconocido como un derecho sin pararnos en los hechos que la hacen posible… Y el hecho es que hemos pasado por encima de los mínimos derechos humanos de los demás seres, también humanos, que hoy asaltan nuestras parcelas en busca de unos despojos y migajas que tampoco estamos dispuestos a compartir. No solo hemos vendido nuestra libertad por el chusco (el anticristianismo de aquel nazareno), si no que ahora les compramos también la seguridad (falsa, por supuesto) de que van a exterminar a los que vienen a trabajar a cambio de nuestras sobras… y así, cada vez somos más esclavos de nuestros propios errores y temores. Lo que pasa es que siempre hay Hitlers al acecho de nuestras debilidades para también esclavizarnos a su cruz gamada.

Miguel Galindo Sánchez / www.escriburgo.com / miguel@galindofi.com

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