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Foto del escritorMiguel Galindo Sánchez

OPTIPESI



Voy a transcribirles una frase de Ricardo Reis, con su permiso: “Si nada esperas, por poco que sea lo que te depare el día, será mucho”… Y una pregunta que les dejo caer: ¿es un pensamiento optimista o pesimista?. Porque, si se fijan bien, según por qué lado lo miren, puede ser ambas cosas. Hasta las conclusiones se contradicen. Amosaver: si me conformo con poco, porque nada espero, es una conclusión optimista, pero es que el optimista es el que espera mucho, ¿o no?... ¿Entonces, qué..?. Yo creo que solo existe el realismo, pero que cada cual no lo ve lo mismo. Pero es igual. Al final, igual da mirarse el ombligo desde la cabeza que desde los pies…

Traigo esto a colación por la creencia general estandarizada, en los jóvenes mayormente, de que ellos van a vivir peor que sus mayores. De entrada esta afirmación es falsa, porque la niñez y la juventud de sus padres fueron bastante peores y con muchísimas más escaseces y limitaciones que la suya. No digamos las de sus abuelos… Eso es creer a pies juntillas en el catecismo manriqueño de que “cualquier tiempo pasado fue mejor”, cuando Jorge Manrique, precisamente, lo que vino a denunciar es esa misma creencia. Dice su estrofa: “Cómo a nuestro parecer / cualquier tiempo pasado / fue mejor”, si no le eliminamos la primera acotación, que es claramente condicionante, da a entender todo lo contrario. Nosotros, suprimiéndola, le hemos dado un carácter asertivo que es falso. (Debo agradecer este conocimiento a Javier Cercas, en el que uno de sus artículos me inspira éste).


Es que, a mí también se me suele achacar de pesimista – y digo achacar, pues yo no lo veo como un ataque – porque para legendario pesimista Ambroise Berce, que definía “año” como “un período de 365 decepciones”. Yo me considero un moderado realista, según mi punto de vista. Y cambio jodido por moderado por lograr un mejor pareado… Una seguidora me dijo una vez que del dibujo yo veía más lo negro que lo blanco. Puede ser. Pero el blanco no destacaría sin el negro, como el negro no se apreciaría sin el blanco. Ni el optimista ni el pesimista llevan estricta razón el uno sin el otro, vaya una leche… Un vaso medio lleno de tal leche o un vaso medio vacío siempre es la misma leche: un vaso a medias. Y no cambia absolutamente un solo ápice de su realidad el cómo se mire el vaso.

Dicho esto, y quizá por eso mismo, no llego a entender el por qué se etiqueta el optimismo de virtud y el pesimismo de pecado. A causa de qué el optimista es un magnífico ejemplar de ser humano y el pesimista un fracaso de persona. Éste es el claroscuro al que estamos esclavizados por una educación ilusa y simplista. Nos hemos hecho ciegos voluntarios a los miles de grises que existen y enriquecen la visión de la auténtica realidad… Por supuesto, tan solo intento dar a entender la generosidad de posibilidades que hay entre el llamado optimismo y lo conocido por pesimismo. Nada más que eso. Entiendo, lo reconozco y admito, que seguiremos siendo tipos optimistas y pesimistas los esturreados por el mundo, según la percepción de cada cual de tío Pascual… Y que eso no va a cambiar. Al menos, de momento. Por otro lado, hay sujetos que pueden permitirse ser optimistas, como hay otros que no puede ser más que pesimistas, pues la vida trata a unos u otros marcadamente con polos, y palos, opuestos..

Me parece que era Josep Plá el que acuñó su famosa teoría de la propina… Decía que “en esta vida todo lo que no es catástrofe es una propina”. O sea, vamos a ver: ¿te metes en la cama por la noche y no te has peleado con tu mujer, nadie de ha partido la cara, ni te han denigrado, ni te ha venido carta de Hacienda?.. Propina (¡Bote, gracias!). ¿Te despiertas vivo y encima te encuentras bien?. Propina (¡bote, gracias!). ¿Vas a revisión de tu dolencia y no sales del médico con otra coña añadida?. Propina (¡bote, gracias!)… Esto es, si usted, al igual que los antiguos camareros y el señor Plá, sabe administrarse y hacer economías con su vida, puede muy bien vivir de las propinas que le da la misma. Y, analizando este ejemplo, dígame usted, ¿es esa una visión pesimista u optimista de la vida?..

He citado antes a J. Cercas, en justicia y rigor. Bien. Destaco de su trabajo una de sus frases: “quizá lo sensato es abandonar, de una vez por todas, el optimismo iluso e indocumentado, y comenzar a reeducarnos en un pesimismo racional”… No puedo estar más de acuerdo. El optimismo está tan sobrevalorado como infravalorado el pesimismo. Es la leyenda negra del segundo ante la leyenda dorada del primero. Pero hay otras definiciones, hijas de ambos, como puede ser prudencia e imprudencia, temeridad y responsabilidad, actitud y aptitud, Zipi y Zape… que pueden ser asignables a cualquiera de ellos. Es la actitud reflexiva lo que, al final, cuenta, vale y sirve de todo…

Por eso lleva razón Cercas cuando dice lo de reeducarnos. Lo que pasa es que es un virus social generalmente aceptado y universalmente admitido, y reeducar en el pesimismo racional es algo así como decirle al drogadicto que reduzca sus chutes a lo justo y cabal. Es utópico… Por poner un ejemplo paralelo hoy, en la polarización actual, es como definir derecha e izquierda, que, según de qué lado, serán fascistas y comunistas, fachas y rojos, buenos y malos, Tom & Jerry… Las etiquetas, se merezcan o no, suelen adjudicarse por patrones ajenos a la ecuanimidad pero afines a la exaltación… Y en esas andamos.

MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ

www.escriburgo.com

miguel@galindofi.com

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