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Foto del escritorMiguel Galindo Sánchez

NO LO VEO YO...



En siete años que lleva en el Vaticano, el papa Francisco mantiene sus viejos hábitos en lo posible: apenas sale, no veranea, utiliza coches utilitarios normalitos, usa la mínima escolta, e intenta llevar la vida normal que le dejan. Nada más llegar, se desplazó personalmente a la sastrería de Roma que viste al pontífice, prescindiendo del protocolo de hacer ir a “los agujas” a los lujosos aposentos papales. Por cierto que, si alguien quiere escribirle, no ponga en la dirección lo del Palacio del Vaticano, si no una tal Residencia Santa Marta, mucho más modesta que el boato que quiso imponerle su muy cristiana curia… Cuando lo coronaron Papa, no consintió desprenderse de sus zapatos argentinos, a los que había puesto medias suelas nuevas semanas antes, y mandó los especialísimos, y carísimos, y eminentísimos rojos de su predecesor a hacer santas puñetas…


Días antes, ya Papa, acudió personalmente a liquidar la cuenta de su estancia durante el Cónclave de elección, en un céntrico hospedaje de Roma, y a retirar su equipaje, ante la estupefacción del personal, de sus escoltas, y de todos los protocolos… Luego, mandó quitar el trono papal dorado del solio pontificio y poner un cómodo sillón corriente, y, al subir, su saludo al Colegio Cardenalicio fué el de un escueto ¡hola!, acompañado de un jovial gesto de la mano. Los carcamales… perdón, los cardenales, quedaron atónitos…


…Sin embargo, desde que entró a la Sixtina como Bergoglio y salió como Francisco, lo han dejado sin sus trayectos en el metro y los autobuses, como hacía en Buenos Aires, sin poder salir a la óptica a cambiar sus gafas, a comprarse el calzado personalmente, o a mezclarse con la gente. Tampoco lo dejan conducir su Renault 4 latas, ni siquiera dentro de los límites de su pequeño estado. En una ocasión le leí en una entrevista (Imagino sería censurado por el protocolo curial) que “se sentía como prisionero dentro de los espacios vaticanos”… Yo creo que se siente porque realmente lo está. Y lo es porque no puede llevar la existencia que quisiera y le gustaría llevar.


Él mismo ha dicho recientemente que está pasando la pandemia “enjaulado”, con una sonrisa y un mensaje para quién quiera entender. No está “confinado” como todo el mundo, está enjaulado, y le joroba muy especialmente el no tener contacto directo con la gente, “aunque son las normas contra la pandemia, y las vamos a cumplir todos”, afirma con resignación…

A mi parecer, y no creo equivocarme, que este Francisco estaría encantado de ejercer el papado desde uno de los pueblos más humildes y verdes de nuestra España Vacía, con los imprescindibles colaboradores a su alrededor, y desde donde dirigirse y recibir, y acoger, a cuanto cristiano quiera acercarse… Utilizo sus mismas palabras: “Me gustaría ser un pastor con olor a oveja”. O sea, lo más parecido a lo que quiso instituir el mismísimo Jesucristo, y lo traicionaron.


La cuestión es que no es así. Que es un Papa acertado en una Iglesia equivocada. Un hombre cristiano en una institución católica. Una persona honesta en una fe viciada… Y que ha asumido una responsabilidad de conciencia superior a sus humanas posibilidades. Esa es la cruda realidad. Por eso no veo yo otra probabilidad que pueda abrir un camino que luego sigan otros. Y eso si no se lo cierran en cuanto él falte (o lo hagan faltar), como ya le ocurrió a Juan XXIII en su momento, a cuyo concilio le dieron frenazo y marcha atrás.


Porque un hombre solo, por muy Papa que lo hayan hecho, está encadenado por una curia palaciega que es la que domina, y maneja, y manipula, no solo al papado, si no también a la totalidad de practicantes-creyentes. Si estos últimos quisieran, Francisco sería un Papa liberado y liberador, pero la fidelidad al pontífice de turno es filtrada y delegada, pues es la jerarquía la que ostenta el mando el autollamado y autoproclamado pueblo de Dios. La inasequibilidad al papado es paralela a su – falsa - infalibilidad.


Los judíos del tiempo del Mesías seguían a los sacerdotes, no a Jehová. La religión era el sacerdocio, sus ritos, sus normas y sus dogmas, pero no Dios. Igual pasa ahora. Demasiado poderosos unos intermediarios que manejan la fe de la grey mediante la ley. No la de Dios, la suya.


MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ / El Mirador / www.escriburgo.com / viernes 10,30 h. http://www.radiotorrepacheco.es/radioonline.php

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