Van a tener razón los populismos, aunque saben perfectamente que no la tienen en modo alguno. Sobre todo, los populismos de derechas… No la llevan, pero ahí la están utilizando para sus fines, que es encaramarse al poder, y luego ya veremos. En Francia lo hemos visto, como Marine Le Pen ha estado a punto de llegar al Elíseo – aún puede ganar las legislativas – tan solo que acomodando su estrategia a lo más básico, elemental y naturalmente egoísta de todo francés, como de todo ser humano, que haya alcanzado (como es el caso de Europa) cotas de bienestar que se han hecho “estado”. Tan solo ha tenido que usar el miedo a perderlas, y a prometer recuperar lo perdido, aún a sabiendas de que miente, pues nunca, jamás, la derecha se ha distinguido por defenderlo, más bien al contrario, y mucho menos la extrema.
Mientras Macron, más realista y menos dado al engaño, ha intentado comunicar que la jornada de 35 horas laborales – por ejemplo – o la jubilación a los 60, son cada vez más utópicas si no se cambia drásticamente el sistema de dependencia económica al que nos hemos entregado, Le Pen, por el contrario, lo obvia, ha manejado la idea de Patria rebajándola a patrioterismo antieuropeísta, y ha vendido la idea a los votantes que es recuperable todo encerrándose en uno mismo y en enfermos, falsos y caducos valores propios… La atávica respuesta de autoconservación hace el resto. Pero eso es algo que está funcionando en todas partes: Hungría, Polonia, Inglaterra, Italia, España… La ultraderecha usa el puro instinto de “lo mío”, convertido en “lo nuestro”, como arma ante la incertidumbre de los tiempos actuales, y es lo que hace que les llenemos los bolsillos de votos… lo otro, el nuevo nazismo, ya vendría después.
El éxito de ellas y el fracaso de las democracias reside en el contexto en que nos desenvolvemos. Y el enunciado del mismo es tan simple que espanta: la desigualdad en las sociedades del mundo actual. El 10% de esa misma población mundial acumula el 80% de la riqueza, y la concentración de dinero y poder en cada vez más pocas manos sigue acelerándose, gracias, en gran parte, a la manipulación del sistema de la globalización, que es una entrega a las oligarquías financieras de la producción del trabajo y la distribución de sus frutos. No existe otra razón. En la propia Francia, ese 10% dispone de casi el 35% de los ingresos y el 56% del patrimonio. No digamos aquí, en España, que sobrepasamos esas cifras de largo… Naturalmente, todo fracaso fiscal conlleva un fracaso político. La crisis de los sistemas democráticos y el auge de los sistemas populistas son el resultado de los fracasos económicos y de la mala distribución de la riqueza: que pagan siempre los mismos: los ciudadanos… Exactamente iguales motivos propiciaron en su día el advenimiento de los fascismos de Hitler, Mussolini, o nuestro propio Franco.
A Francia, de momento, la ha salvado la campana… La segunda vuelta en elecciones de un país democrático ha servido para que sus ciudadanos recapacitasen, y, en vez de votar lo que le pedían las tripas, lo hicieron con la cabeza. Aquí, en España, que nuestro sistema semidemocrático está sin terminar a democrático (es más partitocrático que democrático), carecemos de tal salvaguarda, pero solo tenemos que ver las cada vez más preocupantes posiciones de nuestra extrema derecha, para darnos cuenta del peligro y el riesgo… Las razones y motivaciones son idénticas a lo que, aún con mi torpeza, trato de exponer en este artículo.
Por eso, cuando Le Pen o sus clones europeos defienden las pensiones, por ejemplo, saben que, soltando tal verdad, están diciendo una mentira, ya que la ultraderecha, sea francesa, española o calabresa, son el brazo político de las oligarquías económicas mundiales (vean el modelo americano Trump, o el de Putin mismo, o el que sea). Mientras los magnates, cada vez más mangantes, sean Zuckerberg, Bezos, Musk, y la compañía, pasan de lo insultante a lo obsceno, año tras año, sin pagar un solo impuesto, a los demás, cada vez con mayor autoridad fiscal, nos tienen acostumbrados a ello como si eso fuera normal… Un ejemplo: Amazon-Europa no ha pagado en este ejercicio un jodido euro en su sede en Luxemburgo.
En realidad, es que los defensores del Estado de bienestar y la protección de los bienes comunes: el agua, el aire, la salud, la energía, la educación y la información, la riqueza, etc., cada vez se defienden menos y, sin embargo, la protección se ha convertido en cesión. En una venta descarada. Eso, precisamente, es lo que siempre ha querido la derecha más derechona, y, como lo sabe, ahora utiliza su efecto como bandera de enganche. Dice justo lo contrario a su predicado. Pero le va bien así, porque la gente es crédula con las formas y en los fondos, y se entrega, no al que dice la verdad, si no al que solo dice lo que se quiere escuchar, aun sabiendo que miente…
Todo estriba en la popular frase de cinco letras: “esto no puede seguir así”… Que esa “manita” se muestra cabreada y harta, con el puño cerrado o la mano abierta en rígido ademán, históricamente pudo tener un significado que hoy se ha perdido. Todo está manipulado, tergiversado, cambiado, e incluso adoptado y adaptado. Actualmente, el mensaje nos viene, sin empacho alguno, de gateras distintas y distantes. La cuestión está en que la ciudadanía se siente insegura, tiene miedo, es cada vez más pobre, y los chamarileros le venden falsas soluciones porque señalaron en su día a falsos culpables: la culpa no es de los oligarcas, si no de los inmigrantes, por ejemplo… y vamos nosotros, y se lo compramos… Jamás una mentira fue tanta verdad.
MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ www.escriburgo.com miguel@galindofi.com
Comments