En un par de semanas apenas, en la región de Murcia hemos pasado de menos de cien infectados a más de trescientos, y subiendo como un cohete… El suma y sigue es imparable por la sencilla razón que empieza a afectar a poblaciones enteras. Y lo que te rondaré, morena… Y, aunque nuestro presidente, López Miras, sigue insistiendo en echar culpas de todo a Madrid – es una fijación – por la ineptitud de Barajas en controlar el – ya un clásico – vuelo de Bolivia (a veces olvida que esa comunidad autónoma también es pepense, como él, y por lo tanto, “compas” de party), lo que ya está muy claro a estas alturas es que la caja de resonancia, o la de Pandora, está en los locales de ocio nocturno, al igual que está ocurriendo en otras regiones…
Y aquí es donde vienen las telas marineras. Los empresarios afectados defienden sus intereses de pena: comparándose con los trabajadores del campo, por ejemplo, o incluso con los hospitales, y aún aludiendo agravios comparativos con los mismos. Quieren hacer olvidar que la alimentación y la sanidad son sectores imprescindibles, y que el suyo, por el contrario, es total y absolutamente prescindible. Entonces chantajean con el paro que el cierre va a ocasionar. Cierto. Pero la verdad es que se pone de manifiesto el desequilibrio de un país que lo ha apostado todo en el sector de hostelería y la fiesta, en vez de equilibrar el empleo. Ahora se encuentra que, o más de lo mismo, o pandemia desatada…
Así que, como última estrategia de frontera, no se les ocurre otra que culpar a sus propios clientes: ellos tienen la culpa de venir infectados, y encima, de no guardar las normas de seguridad hacinándose como borregos sin mascarilla. Vale… Por un lado, olvidan que todo empresario es responsable de que se respeten las normas dentro de sus locales. Ellos también. Y si la naturaleza de su negocio lo hace complicado porque a nadie le gusta reducir ganancias, ese es su problema, como el de la tienda de ultramarinos tendrá el suyo. Que lo asuman… Y, por otro, el culpar a la clientela del desaguisado para ellos irse de rositas, si sus clientes tuvieran un mínimo de vergüenza y dignidad, mandarían esos locales a hacer puñetas…
Lo que pasa es que esa clientela no dispone de tales valores ni de tal dignidad. Y esa es la otra parte de este grave problema: la de los jóvenes que pasan, insensibles e impunemente, de esta cuestión, y que incluso se burlan de ello, o se enfrentan al propio órden público, por su egoísta hedonismo, porque, aparte de su estúpido gregarismo, les importa un bledo cualquier consideración social o de sanidad pública. Son zombies, cerebros desactivados por la fiesta del lugar y del momento. Habría que llevarlos ante los mayores agonizantes, y que les dijeran, mirándoles a los ojos, que su muerte es la moneda con que ellos compran su diversión de cada noche.
…Y porque esto es verdad, el empresariociero (de ocio) intenta redondear su chantaje a presión haciéndose pasar, encima, como un sector controlador de tales excesos (¡¡ ¡!): si se prescinden de nuestros locales, esta gente – que piensa con las tripas bañadas en el alcohol – dicen, buscarán reunirse en otras incontroladas partes: playas, descampados, solares, plazas públicas, o vaya usted a saber dónde… así que mejor en nuestros locales, recogidicos, atontadicos y controladicos…
Pero si lo primero sí, lo último, no. Ellos recogen, amontonan y atontan, pero no controlan. Y el problema es que salen de allí convertidos en auténticas cajas de bombas para que el Cóvid se expanda y coja fuerzas. Y pasa lo que está pasando… Porque lo que está ocurriendo en realidad es el efecto de una causa, y esa causa es la ineducación, la irresponsabilidad y la carencia de formación y de valores, nos guste o no nos guste oírlo o leerlo. Y aquí todos somos responsables y tenemos parte de culpa, pues nuestros hijos, vuestros nietos, son producto nuestro, lo reconozcamos o no…
Y aquí, en este punto, es cuando me dicen que soy un carcamal y todo eso que ya me sé… es igual. Y es lo mismo, porque en general, una sociedad donde la irresponsabilidad se justifica y el rigor se arrincona, no puede dar los frutos que ahora nos apetece observar por miedo a una pandemia que nos muerde las conciencias. Y dudo que nadie coja el toro por los cuernos para castigar ni escarmentar nada de lo que nosotros mismos hemos desatado... Nosotros lo hemos sembrado, y labrado, y ahora nos toca recoger la cosecha…
En estos días oigo hablar por ahí: “es que son unos descerebrados”… “manada de burros sin sentido”… “son incapaces del menor control”… “no tienen la mínima conciencia”… “irresponsables y borregos”… Vale, ¿y ahora que me quiere decir con esto, maestro..?.
MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ
http://miguel2448.wixsite.com/escriburgo
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