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Foto del escritorMiguel Galindo Sánchez

NI P... IDEA



(de Word Press)

Leo en E.P.-28/4 una… iba a decir noticia, por eso de que sale en un periódico, pero no todo lo que se publica en la prensa son noticias, así que diré una de “las cosas de la vida”, como también decía mi abuela, y aún se dice por ahí, y que me atrevo a compartirla con ustedes que me suelen leer, por curiosidad, y porque puede ser materia de reflexión del comportamiento humano (aunque no siempre los humanos hayamos tenido igual comportamiento, claro)…


Se trata de una de las siempre llamadas antiguamente “Casas de Comidas”, que solían llevar familias, y donde, por obvio y natural, se servían comidas eminentemente caseras, de las de “toda la vida del señor”… permítanme la minúscula, pero es que la vida tiene muchos señores, como ustedes mismos comprenderán. Está situada en la conocida por Zona Franca, de Barcelona, o sea, por donde la pelana industrial y todo eso, ya saben. La llevaba la abuela, que era buena cocinera; luego la madre, que heredó su buen hacer, a la que se le añadió el padre, como mesero, que no mesonero, cosa natural, y ahora lleva un hijo, nieto de la primera, el cual ha sumado a dos hermanos más, porque se lo come la bulla.


El éxito – dicen los “expertos”– estriba en no haber hecho nada. Sí señor, como lo leen: en dejar las cosas como estaban, en “non meneallo”: decoración mínima (no minimalista, ojo), esto es, cero, que no sean sillas y mesa con mantel; y servir platos de cuando Jaume el primero andaba por allí, ya saben: de cuchara, puchero, huevos y otras cosas fritos a manta. Con una ventana abierta a la cocina, por la que se ven y se huelen los platos que se condumian, aparte anunciarlos a tiza y pizarra colgada de la pared. Eso es todo. Hasta si quieren los comensales husmear cómo faenan sus demandas, pueden entrar al cocináculo y ambientarse… Puro “retro”, o “vintage”, o como se etiquete en english lo que ya está más que inventado.


Esto es todo. O esto es nada, si así les parece. O esto es mucho, si igual lo creen así. Pero no hay más… Bueno, pues sepan que, si quieren ir, ya que se ha convertido en lugar de peregrinaje y reclinaje de veneración gastronómica, tendrán que pedir cita, pues tiene lista de espera de meses lunares. Como les cuento a vuesas mercedes. Naturalmente, como tontos no son, aparte de ser catalanes, lo que sí han tocado han sido los precios: El triple o cuádruple, o más, según de qué sea la “truita” – en cristiano, tortilla – si de queso, sobrasada o pernil, u otras delikatessen de guisos de potajes, trucha, conejo de la zona, o carne de cepo de esos lares.


O sea: la sencillez básica de la cocina casera, pero con la sofistificación añadida de los precios caros como el mejor “maridaje”… ¿se dice así?, con la tontería moderna. Y no voy a criticar yo aquí el que estos espabilados cobren a precio-Berasatagui lo que otros hacen cola para pagar, ni muchísimo menos. Existe una ley no escrita, porque es una norma dictada por la propia naturaleza, que reza que “mientras haya tontos no faltarán los listos”. Este zagal ha descubierto que lo que su abuela hacia para redondear el pañuelo (entonces se guardaban las “perricas” en los “moqueros” a falta de monederos), hoy se paga a precio de oro aparte la pleitesía de la espera, y eso no lo va a cambiar él por una gilipollez que, encima, no es suya, por general que sea.


No voy a citar aquí el nombre del invento-descubrimiento, por un par de razones: primero, porque no les hace falta una propaganda que les hago con esta crónica, y a lo peor puede que alguien me acuse de hacer publicidad ilegal; y segundo, porque los que pierden el sueño por vivir tan “exóticas experiencias”, estoy seguro que, con las meras pistas dadas, encontrarán aqueste Grial de la “divine cuisine”… Faltaría más, tío Tomás.


Lo cierto y verdad es que lo he traído aquí, de aquesta güisa, a mis “crónicas malditas” (así las llaman ya algunos y algunas, doy fé que de buena fé, a estos escriturios), y, la verdad que me siento tentado a rebautizarlas tal cual, ¿a ustedes que les parece?.. Pero que he traído ésta, digo, por el malsano interés de analizar estos extraños comportamientos humanos que nos brinda la actual existencia. Veamos: hace pocas, muy pocas, poquísimas décadas, que despreciábamos, y nos mofábamos, arrinconándolas y olvidándolas de mala manera, todas esas formas de cocinar y alimentarnos, para epatar y alucinar por todo lo contrario. De pronto, de la noche a la mañana, descubrimos el nuevo mundo de la elaboración, el “eau bendite” del cuento chino; elevamos a sus sacerdotes a los altares de los cielos; lo sobrepagamos con alabanzas y doblones; y nos dejamos el culo a rastras con la misma prisa con que abandonamos la otra de malos modos.


¿Estupidez humana?.. Ustedes mismos, por favor. Pero conste que esta actitud – que no aptitud – está conducta, este proceder, lo tenemos con cada vez más cosas y en más casos… Y, mientras tanto, no tenemos puñetera idea de lo que en realidad merece la pena valorar. Por ejemplo: si decimos que esa sencillez en la comida y en el servicio tiene calidad (y así se paga en consecuencia), ¿qué valor tiene entonces cuando nos despepitamos por todo lo contrario, abandonando lo hoy ensalzado?.. Y es que nos engañamos hasta el punto de encarecer lo que nada vale, por la estúpida y ciega demanda, y arruinar lo que tiene valor, por la misma ciega y estúpida moda. Llámelo usted comida, en este caso… ¡oh, no, perdón, anatema sea, que esto es vulgarizarlo!, he querido decir “Gastronomía”, o sea, arte conceptual, cultura, cretinismo y turismo…


Por cierto, que en Tenerife, por ejemplo último, han empezado a desautorizar la llegada de cruceros porque el turismo que ya llaman “de aluvión” destroza y aniquila más que rinde en divisas. También en Venecia, Barcelona, y otros lugares del mundo están restando a estas invasiones bárbaras… Los fenómenos que desatamos para enriquecernos han empezado a empobrecernos. Destruyen más que construyen (miren el fenómeno asociado de las viviendas turísticas, lo que está produciendo de insano y destructor). Somos nuestros propios Atilas asolando nuestra propia tierra y envenenando nuestro propio aire por treinta monedas de plata. Acudimos en rebaño a la llamada del cohete y los faralaes, y, lo peor de todo, es que no queremos, no nos da la real gana, de reconocerlo y darnos cuenta de lo que estamos haciendo y está ocurriendo.


Los hermanos Borja sí se han dado cuenta de la bobaliconería humana. Y vuelven a ofrecer la más básica elementalidad al precio de la más idiota superficialidad. Saben perfectamente que somos ciegos que siguen a los ciegos; que somos del gremio del mogollón; que abaratamos lo positivo y encarecemos lo negativo… Y entonces van y actúan en consecuencia. Pues claro que sí, si nosotros confundimos lo ético con lo peripatético, y lo lógico con lo demagógico…


Miguel Galindo Sánchez / www.escriburgo.com / miguel@galindofi.com

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