(de Lanza Digital)
La misma persona que me instó – muy amablemente, eso sí – a que le diera una explicación (según mi lógica) al “milagro” de la curación del paralítico por Jesús, y que corresponde a mi artículo “CORRESPONDENCIA”, precisamente, me vuelve a retar ahora con un “a ver si te atreves” un tanto teatral, a tratar de, en un más difícil todavía, resolver otro de los más sonados y peliagudos de los milagros: el calmar la tormenta sobre las aguas del Genesaret…
Quiero dejar claro que no es mi deseo entrar en una “competición” absurda que ni siquiera necesito, y que ya espero será suficiente. No me molesta, que conste, tan solo es que no lo considero necesario. A estas personas les vuelvo a recomendar un libro, cuyo autor es un buen amigo mío, José Hernández Mondéjar, que trata con detalle sobre las explicaciones naturales de muchos de los milagros artificiales: “La NO muerte de Jesús”, con el que quedarían cumplidamente satisfechas… Una vez informados de la existencia de ésta, por otro lado fácil y amena obra, paso a dar mi interpretación de la que se me interpela, y que será mi última intervención en este sentido. Dicho queda que no aceptaré más “retos”.
“Él estaba durmiendo sobre un cabezal. Le despertaron y le dijeron: Maestro, ¿no te dá cuidado que perezcamos?.. Y despertando mandó al viento y al mar: calla y enmudece. Y se aquietó el viento y se hizo completa calma. Les dijo: ¿porqué sois tan timoratos, ¿aún no tenéis fe?. Y sobrecogidos de gran temor, se decían los unos a los otros: ¿quién será éste que hasta el viento y el mar le obedecen?”. (Marcos 4, 35-41).
Baso mi explicación en un par de detalles: el primero es que cuesta trabajo creer que en plena tormenta nadie pueda echar un plácido sueñecito en la popa de una pantasana; y el segundo es que Lucas, también evangelista y médico griego, por lo tanto culto, utiliza el término, también griego, claro, de “leilaps”, esto es “torbellino de viento”, más conocido por “tromba”, o, como mucho, “tifón”, en términos marineros… Ya me imagino al Maestro, que le despiertan de su cabezadica, le echa un vistazo al fenómeno y hace un cálculo rápido de su trayectoria, y más ajustado, soltaría un algo así como: no seais timoratos y tened confianza, joel, que no pasa ná…
En Mateo 14, 24-33 se cuenta otra versión de otra o la misma “borrasca” en que ven a Jesús “andando sobre las aguas” (o por la orilla, a poco calado), lo toman por un fantasma, y éste les dice “tened confianza que soy yo, no temáis”, y tomando Pedro la palabra dijo: “Señor, si eres tú, mándame ir a ti sobre las aguas, Y Él dijo: “ven”. Bajando de la barca anduvo Pedro sobre las aguas y vino a Jesús. Pero viniendo el viento fuerte, temió y cuando comenzó a hundirse grito: “Señor, sálvame”. Al instante, Jesús le tendió la mano, lo agarró diciéndole: hombre de poca fe, ¿por qué has dudado?”…
El efecto de la ventolera que se levantó es crucial, a mi entender: la barca iba hacia la playa, donde estaba Jesús aguardándolos adentrado en la poca profundidad de la orilla. Debía de anochecer o haber levantado niebla cuando lo confundieron con un fantasma… Pedro saltó de la barca y fue a su encuentro antes de vararla, pero no es que se “hundiera”, sino que el ventarrón levantó las olas y casi lo derriba golpeándolo. Jesus, agarrándolo de la mano y evitándole el chapuzón, tuvo que decirle: qué torpe eres, y que poca seguridad tienes, acho, tío…
Lo que ocurre en estos lances, mi querida amiga, es que, entre que los evangelistas narraron los hechos sin conocerlos de primera mano (casi dos siglos después) y que su objetivo era magnificar la figura de Cristo por todos los medios a su alcance, es normal que revistieran la narración con caracteres épicos y sobrenaturales. Si suma a eso las muy interesadas añadiduras, extrapolaciones y correcciones practicadas a posteriori por copistas, traductores y exégetas bajo la ortodoxia católica (no hablo de cristiana), el resultado es el que es. Algún día les explicaré las palabras en arameo y griego, por ejemplo, que se pueden traducir entre “sobre” el agua, y “por” el agua, y cuya diferencia está tan solo en el rabo de la “e” o de la “a”… A eso se le llama intencionalidad, pero bueno, allá cada cual.
Y no es que yo, entiéndaseme, por favor, tenga la intencionalidad contraria, ni muchísimo menos… No la tengo porque no la necesito, porque he superado la necesidad de crear personajes taumatúrgicos y mágicos, revestidos de enormes poderes, como un super-héroe de Marvel, que juega con ventaja sobre el resto de los mortales… Todo lo contrario, mi Jesús no necesita de tales aditamentos, porque entonces le restaría grandeza a mis ojos, a mis entendederas, y a mis querencias…
…Aparte, que esa es otra, que iría justo en sentido contrario al meollo de su Mensaje: si vino a comunicarnos que todos somos Hijos de Dios, como Él mismo – que, en definitiva es lo que dijo – no pudo saltarse la norma a la torera otorgándose capacidades sobre sus hermanos humanos. Eso resultaría antitético, y, si me permiten, anti ético y hasta anti estético…
…Pero a los apologistas de una Iglesia devenida en una religión que Él no quiso fundar, sí que necesita apoyar sus dogmas en hechos portentosos que nos demuestren por las bravas que Jesús es el mismo Dios en persona. Y entonces pusieron todo su empeño en ello… A mí me entristece y me avergüenza. Mi Cristo es otro Jesús, y mi Jesús es otro Cristo… Por eso pido, ruego, suplico, que, a ser posible, no establezcan estos numericos de circo de “a ver si eres capaz de explicarme este otro prodigio, me cagüendiez”… Me apena entrar en esa mecánica. Y nos rebaja a todos.
Miguel Galindo Sánchez / miguel@galindofi.com / www.escriburgo.com
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