Por miguel-galindo
El 24/04/2020
He perdido la cuenta del encierro, y he perdido la cuenta de mi barba. Desde el confinamiento no me he cuidado de ella, así que esta mañana, que he aparcado los gestos mecánicos del aseo matutino ante el espejo, y me he mirado, mi barba se me ha tirado a los ojos, así, como enfadada… “Ya es hora de que me echaras la vista encima”, o algo así me ha soltado un tanto destemplada.
Y, la verdad es que, si no me la recorto, la puñetera se venga de ello haciéndome viejo… ¿Acaso no lo soy?.. bueno, pues haciéndome aún más viejo de lo que en realidad soy, ya me entienden. Tendré que meterle la máquina. Aunque en estos días de presidio, con la mente descarriada en cosas que no vienen a cuento, se me ha venido a la cabeza el meterle la tijera, si no la cuchilla, y cortar por lo sano una relación de más de cuarenta años, que ya es decir. Pero es duro, es algo así como quedarse viudo de barba, figúrense… Aunque la tentación asesina queda ahí, agazapada, en estos tiempos de progreso hacia la locura… ¿Qué me parece, tras la cuarentena forzada ésta a la que me someten, aparecer como otra persona perdida en el tiempo y hallada en el templo?..
Me uní a ella, no sé por qué. Creo que por comodidad, por no tener que afeitarme a diario, solo recortármela, perfilarla, es una gran diferencia. Gandulería, lo llamarán ustedes. Pues sí, vagancia sin paliativos, amparándome en una época (ignoro el motivo) que era de progresía, de gauche divine, de intelectualidad impostada, lo de ser barbudo. Cosa de moda, sin ninguna duda. Así que me la dejé, anduvimos un tiempo de noviazgo, y al final me casé con ella… Nos acostumbramos el uno al otro muy fácilmente, sin ningún problema. Incluso logró imponerse morena, aún cuando mi cabellera se rindió blanca, y así se mantuvo durante un tiempo más que esperable, y eso hay que reconocérselo. Pero, al final, se contagió de la canosidad, y ahora parezco un mono albino. Es más, los críos, cuando me ven, tiran de la manga de sus padres o abuelos… “mira… Papá Noel” (verídico). O sea, mi barba me ha convertido en un venerable vejete.
Hoy, en este aislamiento, ya digo, me pregunto si me rejuvenecería el prescindir de ella, y quitarle nieve a mi rostro. O si va a ser peor el remedio que la enfermedad. Puedo provocar un shock a los demás y a mí mismo. Solo imagínense que todos mis nietos, y alguno tengo universitario, no me conocen sin barba… A ver si quitándomela cometo una barbaridad, que miren que barbaridad viene de barba… aparte de un barbaricidio.
Por otro lado, un compañero columnista, me dice que estos días de confinamiento obligatorio son excelentes para experimentar, que se lo ha dicho su psicoterapeuta, pero yo tengo un amigo psicólogo – no sé si viene a ser lo mismo – así que, si lee esto, le ruego me conteste, y me ilustre al respective… Otro amigo, éste informático, me asegura que me lo piense bien antes, porque esto es como hacerse a sí mismo un reseteado, y que eso es un riesgo, que se puede borrar algo en el proceso que luego resulte irrecuperable… Otro me dice que todo esto son excusas porque tengo una resistencia fuerte al cambio… Total, un lío.
Alguna vez me he soñado sin barba… Bueno, no exactamente, lo que he soñado es con el acto de estar quitándome la barba, que no es lo mismo. Lo primero es un susto, lo segundo es un trauma. Quitarse algo que tu cara ha llevado casi medio siglo es una intervención quirúrgica, y no quiere decir eso que sea una operación de estética, precisamente. Puede que sea al revés, que, por el contrario, te aparezca una geta ajada, arrugada, descolgada, pues ya no es esa que tuviste un día la que te aguarda debajo de tu añoso castaño…
Pues te la vuelves a dejar (me sopla mi otro yo), y aquí paz y después gloria… Hombre, es que mi barba es gran reserva cosecha de los setenta, y si no tiene salero, sí que tiene solera, y si no voy a mejorar, pues tampoco me la voy a jugar, coñe…
Si yo tuviera una “gertrudis” de esas que te asisten de datos, música y cháchara desde encima de la cómoda, le preguntaría, a ver si es capaz de contestarme… aunque solo sea por aburrida curiosidad… Oye, hay que ver las jodidas neuras que agarra uno con la cuarentena ésta, hijos míos…
MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ / El Mirador / www.escriburgo.com / viernes 10,30 h. http://www.radiotorrepacheco.es/radioonline.php / próximo programa, día 17 Abril: …MISIÓN CUMPLIDA
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