Creo que en una parte considerable de la UE ha venido aumentando la mendicidad, y que ninguno de los planes que han puesto en marcha pueblos y ciudades ha dado resultado alguno… Naturalmente, cuando hablo de mendicidad, hablo de pobres de pedir, de mano tendida y mirada perdida; de los que usan un cartel explicando su problema, o de los que ni eso… ¿para qué?. Están allí, pidiéndole sus miserables sobras, que son las que a ellos les falta. Los pobres mendigos son los que viven en las calles y duermen en parques y cajeros automáticos, o donde buenamente pillan. Aquí, en nuestro país, ese fenómeno es endémico, por lo que no nos asusta, y lo tenemos asimilado en nuestra mala conciencia. Es fruto de la desigualdad, y en eso nosotros somos campeones de la Diferencia´s League…
Lo que pasa es que ahora, Europa está sufriendo un aumento en los niveles estos de la desigualdad, algo impensable hace unas décadas, y quizá debido a los grandes contingentes de inmigración, o de personas refugiadas que ha tenido que soportar, no lo sé… Pero el caso es que el resto del continente europeo ya no es ajeno tampoco a lo que en España es estampa común en sus urbes, aunque cada vez más común, a decir verdad. Y es que la pobreza es el producto de la desigualdad, pero la mendicidad es la escoria de la pobreza. Los malos, o incapaces, sistemas, es lo que la generan.
Solo existe un país en Europa – Finlandia – que sabe mantener a raya esta lacra social. Este país (a lo mejor es por eso) cuenta con seis millones de habitantes, distribuidos en una ancha geografía, por lo que están muy poco apretados. Tienen una densidad poblacional bajita y una renta per cápita altísima, siendo una de las más prósperas y productivas de toda la UE. Pero también tiene una jefa de gobierno – la más joven de Europa – que confiesa haber pasado dificultades económicas en su casa paterna, hija de padre alcohólico, y que, separados sus padres, fue educada por su madre y la novia de ésta… Para que luego hablen, como aquí, de los frutos de familias desestructuradas y toda esa mandanga justifijacionista que nos gastamos por estos lares…
Pues resulta que esta buena mujer (cuyo gobierno, por cierto, registra los niveles más bajo de corrupción de toda la UE) y a lo mejor es por eso mismo, ha desarrollado planes conjuntamente con los municipios, para que no existan los “sin techo”, pues, teniendo este personal la responsabilidad de una casa, también desarrolla la responsabilidad por sí mismo, dice. Y exactamente en esa premisa se basa la exitosa actuación de su gobierno en esta materia de pobreza y mendicidad… Resulta que un día juntó a un psicólogo, un médico, un político y un obispo, los puso a pensar, y, tras constatar que el sistema de albergues, como el de los británicos, no daba con la tecla, propusieron uno nuevo: el Housing First, o sea, en cristiano viejo, la Casa lo Primero. Y la cosa funciona más o menos así:
Se trata de alojamiento, individuales o familiares, que se facilitan por todo el país en un régimen de “a prueba”: nosotros le damos techo por cortos espacios prorrogables a otros más largos, y a ver qué va pasando… Tienen asistencia, asesoramiento, ayuda y colaboración a cambio de su disponibilidad y voluntad para ganarse la vida… En un principio no pagan gastos ni alquiler, hasta que puedan hacerse cargo de su mantenimiento de una manera gradual y asequible… Se encuentran con cierta dificultad por parte de las “vecindades acomodadas”, pero el diálogo con los consistorios es permanente. La inversión ha sido arriesgada, pero los resultados son tan espectaculares que hasta las ciudades punteras han adoptado y adaptado el modelo. Habrá sido por algo, digo yo. Quizá porque sean finlandeses.
Aquí, en mi pueblo, hace ya muchos, muchos, años, en la época de Pedro Jiménez, sacaba pecho este alcalde por haber acabado con la mendicidad en las calles de Torre-Pacheco… Y el método era, salvando las diferencias de un pueblo a un país, claro, bastante parecido. Él reunió al Jefe de la Policía, a la de Servicios Sociales, a un Hostelero, y al de Cáritas (a la sazón, un servidor de ustedes) y nos propuso el sistema a seguir: a los mendigos que llegaban, se les daba techo, cama, aseo y cobijo, en el Hogar del Transeunte habilitado junto a la Iglesia y por la misma, a pesar de la resistencia inicial de los “buenos cristianos de misa diaria”; antes eran identificados por la Policía Municipal, que les facilitaban vales para poder comer durante los primeros días. Se les resolvían sus problemas médicos y primarios. Se les orientaba en los diversos trabajos que podían realizar (campo, almacenes, talleres, etc.) que mantenía efectivos una red de colaboradores. Si aceptaban, en unos días abandonaban la Casa y ganaban lo suficiente para mantenerse en hospedaje, y si no, se les pagaba billete para que siguiesen viaje hacia su destino.
Aquello también dio un excelente resultado los años en que se mantuvo funcionando. Los mismos vecinos se negaban a la práctica del limosneo, orientaban a los mendigos y avisaban a Cáritas o a la Policía. Aquello no era perfecto, pero se le parecía mucho. En verdad, el alcalde Jiménez pudo presumir de que en su pueblo no existía la mendicidad… Y, a lo mejor es que es verdad lo que alude la primera ministra finlandesa, de que los mendigos que nada tienen no son responsables ni de sí mismos, pero que cuando tienen un techo del que responsabilizarse todo cambia… Aquí, en España, las casas vacías no son de los mendigos, si no de los okupas. Existe una gran, enorme, diferencia: la responsabilidad que no se tiene y la irresponsabilidad con la que se actúa. Ver a ancianos y a familias, incluso con niños pequeños, pasando inclemencias en la puñetera calle, y ver casas llenas de inescrupulosos okupas, hace hasta daño. Es la insensibilidad, la injusticia y la falta de conciencia con que obramos en este país. Claro, que esto no es Finlandia…
MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ www.escriburgo.com miguel@galindofi.com
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