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Foto del escritorMiguel Galindo Sánchez

ME PARECE QUE...



Cuando yo era joven, me sentía (nos sentíamos casi todos los jóvenes) atraídos por la izquierda, por muchas cosas positivas… No solo era el rechazo natural y lógico a la dictadura de derechas – una ley física , al fin y al cabo: a una fuerza desarrollada en un sentido corresponde otra de igual intensidad en sentido contrario – tampoco era POR mi historia familiar y/o social, que también... Es que mostraba una serie de atrayentes valores por los que destacaba como señas de identidad, y que hoy parecen difuminarse en casi todo lo contrario. Por ejemplo:

El considerarse “ciudadano del mundo” era/es un marchamo de liberalidad total; un espíritu de universalidad sin fronteras; un concepto de libertad exenta de patrioterismos; un rechazo frontal a las políticas estrechas de mirarse el ombligo… Sin embargo, hoy se asemeja a todo lo contrario: a los mezquinos movimientos secesionistas e insolidarios, que son abanderados por un izquierdismo cerril y obtuso… La izquierda de ayer miraba siempre al mañana, al futuro, con la misma intensidad que la de hoy mira cada vez más al ayer, a un pasado de signos, de revoluciones, de postureo; de memorias sectarias y fanáticas; de repúblicas in-pragmáticas… porque, por cierto, ¿de dónde sacan que una república ha de ser forzosamente de izquierdas?.. también pueden ser de derechas, salvo que no quieran una democracia, si no una dictadura, claro…

Eso significa ignorancia… Y, precisamente, es otra diferencia vital con la izquierda de antes, que representaba al mundo de la cultura. Estrechez mental hoy, liberalidad ayer. Encima es profundamente reaccionaria en muchos de sus planteamientos y exigencias: con el lenguaje inclusivo, sus censuras y censores y censoras de todo lo políticamente correcto, y su vasallaje (aún someten a purgas internas a sus propios críticos, doy fé de ello); o se enarbolan rancias apologías estanilistas y absolutistas, estúpidas y caducas, cuando la Historia ya puso el estalinismo en su sitio… Antes, se valoraba la cultura del esfuerzo, y se etiquetaba de facha a la de los gandules y repetidores, a los que premiaba “el régimen”… Hoy se promueven los sistemas educativos laxos, basados en todo lo contrario; dando a entender que el esforzarse en los estudios es cosa de trasnochados fachas… Yo conocí una izquierda que se empinaba para mirar al futuro, y hoy veo a una que se agacha para reunirse con el pasado más pesado y más pasado…

Hasta tal punto eso es así, que la más extrema derecha está ocupando posiciones que eran inequívocamente de ella… El inconformismo y manifestacionismo – aún erróneo y equivocado - ha pasado a ser de Vox, que se hace incluso “antivacunas y revolucionario”, mientras, el propio PP le secuestra el concepto de “Libertad” para usarlo en el terraceo y el cerveceo más populista y populachero.

El confusionismo es tal a cada lado de las trincheras, que lo que parece mentira es cómo la gente, el personal, el ciudadaneo, no nos damos cuenta del mimetismo oportunista de los partidos en imitarse los unos a los otros, sin el menor pudor, con el fin de llevársenos al huerto del voto, imitando lo más idiota y cutre del otro… Y lo peor de todo, es que nos echan el lazo con lo malo, no con lo bueno; nos cazan con lo negativo, no con lo positivo: egoísmo, rebelión, xenofobia, polarización, odio, y el más nefasto de los partidismos posible: el de “si no estás conmigo, estás contra mí”.

No, miren… a mi generación se le obligó a conocer una derecha que anuló todos los derechos humanos durante cuarenta años, pero hoy me niego a reconocer una izquierda que se separa a ojos vistas de los ideales que abanderó ayer. Que me condenen por “revisionista”, que seguro lo harán… pero no. Hoy miro lo que hay, y veo a dos fuerzas conservadoras disputándose el poder, que se esfuerzan por distinguirse la una de la otra, pero cada vez se mezclan más entre ellas… Dado lo que hay, lo que hoy echo de menos es un partido centrado y de centro, verdaderamente liberal y auténticamente progresista, exento de típicos tópicos, y sin servidumbres de ninguna clase. Libre y en libertad. Esos que nos traicionaron, y que, de ser imprescindibles pasaron a ser impresentables…

Ahora, unos y otros, ya pueden masacrarme cuándo y cuánto quieran. Ciegos ejecutores no faltan en este país de caínes, pues están las redes llenas y las panzas plenas… Pero yo ya no distingo señas de identidad claras, y sí señas de indignidad oscuras. Por ningún lado. Todo es profuso, confuso y difuso… Tanto, que solo veo absolutismo y cretinismo por todas partes…

MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ www.escriburgo.com miguel@galindofi.com

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