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Foto del escritorMiguel Galindo Sánchez

LOS ÁNGELES



Yo siempre he creído en los ángeles… Soy plenamente consciente que esta confesión puede sorprender a más de uno/una de los que habitualmente me siguen (creo adivinar muchas caras de sorpresa entre los que me tienen por un descreído y cuasi ateo, aunque no soy ni lo uno ni lo otro). Solo tienen que echar un vistazo a mi libro Cosmogénesis. Lo que pasa es que no me los imagino limbados, alados, con un aro en el cogote y una espada en la mano… Lo del aura se la pintan a los santos – que muchos son falsos y otros muchos imposibles – pero no a los ángeles, que son de otra masa… mejor dicho, de otra energía, aunque tengan el poder de iconografiarse como a ellos les dé la gana, o como crean conveniente según el interés para con nosotros.

El caso es que mi creencia de siempre ha sido que, entre Dios, el origen, la gran explosión controlada de la creación, o lo que aquello fuese, ya nuestra realidad (y en lo que llamo realidad vamos incluidos nosotros mismos en el lote) están esas fuerzas inteligentes, ordenadoras de los universos y controladoras de la naturaleza, como hilos transmisores entre materia, energía e inteligencia cósmicas… Todas las religiones, pues no es un invento exclusivo de la catolicristiana, ni mucho menos, reconocen tales fuerzas espirituales, si bien cada creencia les otorga un rol distinto en el gran teatro de la Creación. Desde regir lo que reconocemos como natural hasta los más altos designios con el Uno… A mí me parece que todo en ellos es posible.

Pero hay una cosa que a este humilde servidor siempre le ha llamado la atención, según la interpretación de nuestra concepción religiosa, claro… Y es lo que se dice de que Dios puso al ser humano por encima de los ángeles, y que éstos están para servirle a Él y a nosotros. O esto es puro egocentrismo, cosa que no me extraña de ninguna religión, o hay otra explicación ajena a esa egolatría propia que siempre ha padecido el hombre. Y si así fuera, solo puede existir una: que ese ser humano lleve en sí mismo, en esencia, ya que no en potencia visto lo visto, la chispa divina que, por nacimiento (espiritual, por supuesto) le corresponde. Y que, por estar prisionero en la puñetera materia, corruptible, o sea, sujeta al movimiento entrópico universal, merecemos un respeto por parte de aquellos que no la sufren… No sé si habré sabido explicarme.

Es que, si no fuera por eso, ya me dirán ustedes de dónde carajo éste rastrero piojo pensante que somos vamos a compararnos con los ángeles. Ni de coña, vamos… Al menos, en nuestro nivel evolutivo presente. En tal caso, sí que tendría cierta lógica que ellos, los ángeles, nos echasen una manita (que no alita) en el empeño, y que, entonces, sí que les llegue un mensaje del Alto Estado Mayor, del estilo: “andad y mirad que esos desgraciados salgan de la mierda en que se han metido, que son los más torpes de mi creación, joer…”.

Solo así se entiende. Y solo así se explicarían las teogonías y teologías de todas las culturas y civilizaciones que se han desarrollado en este jodido mundo nuestro. Ya… ya sé que nuestro catecismo nos suelta que una parte de esos compañeros se lo creyeron tanto de sí mismos que presentaron la dimisión de ángeles para sacarse unas oposiciones a demonios. Vale. Ya tenemos lo de los dos pares de opuestos, la ley de los extremos, la dualidad para poder entender las cosas y que éstas funcionen aquí, en nuestro bajo nivel…


A lo peor es que esos ángeles caídos, cayeron a propósito sobre unos animalejos (digamos formas de vida) más o menos elementales y bisexuados, que habitaban la tierra sin tener conocimiento de nada, y mucho menos de sí mismos, y se fundieran con ellos enredándose en sus posteriores gilipolleces… O, por lo contrario, a lo mejor gracias a ellos el ser humano adquirió el conocimiento de sí mismo, del bien y del mal, de toda la ciencia y la conciencia, y empezara a saber lo que vale un peine… ¿Quién lo sabe?..

Porque una cosa es saberlo, y otra cosa es contarlo. Y aquí cada cual lo cuenta a su forma y manera, o según sus intereses, o en su propio estilo… Y cada tribu guarda memoria de su propio tótem, y de su propia Génesis… Pero cada uno, y una, y une, quizá gracias a ellos, a los ángeles digo, guarda la suficiente inteligencia en su magín como para buscar por su cuenta a fin de encontrar lo que otro avanzado avatar ya dejó dicho también aunque le costara el pellejo hacerlo: “buscad, achos y achas, buscad y encontraréis”…

Por eso yo creo en ellos, en los ángeles… porque creer en ellos es creer en nosotros; porque, a lo mejor somos los mismos en distintas, pero no enfrentadas, trincheras. Y prefiero conocer mejor a mi padre a través de mis hermanos mayores, ¿no?.. El caso es que – y esta es la pura verdad - cada quisque tiene derecho a montarse su propia Escala de Jacob.

MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ www.escriburgo.com miguel@galindofi.com

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