(de Idealista.News)
La definición de “Los Impuestos”, así, en plural, y fiscalmente hablando, al menos la mejor y más ajustada que yo conozco de las muchas que hay, es la de un clásico de la economía de cuyo nombre siento no acordarme: “Los Impuestos son el precio de la civilización”. Eso está meridianamente claro, aparte de que luego “se ajusten en justicia”, que eso ya sería harina de otro costal… De ellos salen escuelas, hospitales, infraestructuras y todos los servicios públicos que constituyen, en definitiva, la llamada civilización. Y así es como debe ser. Sin embargo, de esa muy exacta especificación, a mí me asalta una pregunta: ¿Cuál es el precio de los impuestos?...
Si fuera un justiprecio nada habría que alegar al costo de los mismos. Pero de ahí igual salen los altísimos sueldos, gabelas y emolumentos de políticos, subpolíticos, técnicos, funcionarios, cargos, subcargos, asesores, paniaguados y rémoras que sustentan el andamiaje del poder. Y ese capítulo de gastos es superior, e incluso más cuantioso, que los propios servicios de los mismos. Y muchas veces, hasta desproporcionado entre lo necesario y lo arrimado… Pero la cosa no se queda solo ahí. También de los impuestos se costean todos los negocios de sanguijuelas adheridas, de hermanos, cuñados, parásitos, cofrades, parentelas y corruptelas que proliferan alrededor de los puestos de poder.
Si ponemos a España como ejemplo (un mal ejemplo, por cierto), el FMI ya calculaba hace dos o tres años, que la corrupción le costaba a nuestro país 60.000 millones de euros anuales, lo que ya suponía un 4,5% por ciento del Pib. Y eso es una auténtica burrada, pues eso es Deuda Pública, o sea, deuda suya, mía, y de todos los que, encima, pagamos… Según fuentes de la OCDE, en 2.017, entre el 10% y el 30% de la inversión en proyectos de construcción financiados con fondos públicos, se malgasta entre la mala gestión administrativa y las prácticas corruptas, y que apenas el 40% de los casos descubiertos llegaban a los tribunales… Eso, sumado a que el costo en sueldos políticos y funcionariales está sobredimensionado y es uno de los más altos de Europa, dá la medida. Un detalle: aquí existen más coches oficiales, el triple, que en todo los EE.UU., cuando allí nos sextuplican en extensión y habitantes… y así, todo. Añaden a este estado de cosas que el sistema de Comunidades Autónomas que nos hemos dado nos resulta extremadamente oneroso, por tener que mantener a 17 cortes de reyezuelos al completo con todo su tren de gasto. Los Lands alemanes, por ejemplo, con todo su autogobierno incorporado, le cuesta cuatro veces menos al gobierno federal que a nosotros el nuestro de taífas.
Pues bien, toda esa monstruosa arquitectura sale de nuestros impuestos, y, claro, aún nos falta (de ahí el déficit público)… En estos casos, suelen darse un par de posibilidades indistintamente: o bien es que pagamos más en sirvengonzonerías que en servicios estríctamente dichos, o es que esos servicios nos salen tan sumamente caros que nos resultan casi insostenibles. Díganme cuántas infraestructuras públicas, tanto municipales, como regionales, como nacionales, han costado cuatro, seis, u ocho veces más su valor al del original presupuestado… ¿pésima administración o proliferación de cazos, cazuelas y cazoletas?.. Ustedes mismos. Entre hermanos, cuñados y arrimados que se forran el riñón con licitaciones públicas (últimos casos por motivos Cóvid en la sanidad madrileña, por ejemplo) en el que por suministros mediocres pero caros, cientos de miles de ciudadanos pagaron con su vida y salud, cuando no perciben prestaciones malas y escasas… mantenidas por impuestos desproporcionados y/o desequilibrados.
Y no quieran confundirme ni confundir. Yo no estoy en contra de los impuestos en modo alguno, todo lo contrario. La protección del señor feudal siempre se ha conseguido manteniendo al señor feudal. Y pagando. Siempre fue así y lo sigue siendo, aún con sus refinados matices. Y estoy de acuerdo. Lo único que digo es que el monto de lo pagado no se corresponde con el valor de lo recibido… Lo que me atrevo a exponer, y ustedes sepan perdonar mi personal opinión, es que de nuestros impuestos sale todo el dinero para cuentistas, trileros y mangantes; y para alimentar tal estado de corrupción y ladroneo, las cuentas ya empiezan a no salir… Y que, encima, tienen la cínica virtud de crearnos mala conciencia por defraudadores.
Sin contar con que, encima,el beneficio de lo que producen los que pagan impuestos y trabajan, va a parar a los bolsillos de los grandes oligarcas económicos que ni trabajan ni pagan impuestos, produciendo una cada vez más gigantesca brecha social entre ricos y pobres… Decía un tal Piketty, que tener cientos o miles de millones poco contribuye al interés general, y escribió: “que los milmillonarios paguen un 90% en impuestos (que tampoco es así), significa que aún les quedan cien millones para poder vivir holgadamente, mientras que un apretado diezmo para un asalariado medio, apenas le queda lo justo para malvivir”.
Hay veces que las matemáticas puras y duras se ponen en contra de los economistas cuentistas, por mucho que éstos desarrollen alrededor de sus aureolas de pavos reales esplendoros castillos de plumas artificiales… Pero cada vez se le ve más la trampa a los del hampa.
Miguel Galindo Sánchez / www.escriburgo.com / miguel@galindofi.com
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