De momento, Yolanda Díaz, con sus fallos y sus aciertos, que los tiene, sí que le está resultando un buen subalterno (ignoro si se dice así en términos taurinos) al “toreador” de Pedro Sánchez. De momento le realiza, o lo intenta al menos, unos “quites” impecables… El último ejemplo ha sido entre las faenas de la Amnistía y el caso Koldo, meter ella el controvertido asunto de la regulación de horarios (Europa dixit), que ha hecho saltar a la arena del circo a toda la hostelería en pleno, y a todos sus usuarios de plano.
E igual que en este mismo medio, la critiqué en su día, cuando la reducción de tales horarios laborales en general, cuando opiné que, si bien en esa misma Europa, trabajando menos horas rinden más; la propia UE señala que aquí, trabajando – o estando en el trabajo, que no es igual – más horas que ellos, somos el país continental que menos produce; ahora, en esta cuestión de hostelería, le alabo la oportunidad y la valentía de exponerlo, y más en el país líder del terraceo europeo, y que más bares del mundo mundial tiene, incluída nuestra galaxia.
De momento, el objetivo de atraer hacia su donosa figura parte de las embestidas que se están dirigiendo – que no digeriendo - a su presidente, lo ha logrado casi que plenamente… Y que exista una mayor distracción entre tunantes (políticos) y opinantes, al introducir un nuevo frente de fricción, pues también. Otra cosa distinta, claro, es que la meta que se introduce en el capote, se logre. De momento tiene un rechazo global de empresarios hosteleros y consumidores, y la puesta de perfil de los sindicatos, incómodos con el tema, y congelados en figuras nefertíticas.
Pero lo cierto y verdad es que la reordenación de los horarios en España es una lucha programática (en teoría, al menos) de las izquierdas, y va siendo hora de que se traiga a debate y se ponga sobre la mesa. A pesar de la Isabel madrileña y sus isabelinos, que quieren instituír como seña inalienable y patriótica la de la caña, pincho y vivaspaña. Aquí nos encontramos a un par de trenes Díaz frente a frente y en la misma vía. Y otra cosa mucho más peliaguda y problemática: que, aún siendo un tema laboralista, que no moralista, esos derechos laborales solo lo esgrimen una enome cantidad de trabajadores contra los mismos derechos de otra no despreciable cantidad de trabajadores (quizá los más desafortunados del esquema), y que son los camareros y afines, porque el privilegio de los primeros van a costa del sacrificio de los segundos; y muchas, muchísimas veces, hasta son horas malpagadas o no pagadas.
Pero es que, cuando esos insolidarios, que somos legión, decimos aquello de “pues que les paguen lo que sea necesario en justicia”, somos los mismos que luego rechazamos pagar los precios de los servicios en consecuencia de ello.
Gran dilema nacional éste. Por eso, cuando titulo Los Horarios de… es porque los puntos suspensivos obedecen a muy distintos y distantes intereses en juego: “mi derecho” de cenar a las doce de la noche y copear hasta la madrugada se contrapone, ferozmente además, con aquellos de los que nos sirven. Incluso a una muy justa y humana conciliación familiar, que exigimos para todos menos para ellos, por supuesto…
Porque el problema es de educación más que de legislación: ese cuartillo más de hora para planificar; esa reunión a deshoras; ese “acabamos y nos vamos”; esas rendijas de escape, sumadas al derecho de compensarnos con las cañas servidas con los compas tras el tranajo, si no es esclavismo y autoesclavismo, sí que es que los hijos los críen sus abuelos; o se repartan doce horas entre escuela-comedores-actividades extraescolares-cumpleaños ajenos que nos viene de perlas… Y sé y admito que escribir esto es hacerme reo de lapidación colectiva, pero lo asumo.
De los “sosainas” europeos, todos los estudios sociológicos coinciden en que están más satisfechos, y casi felices, que nosotros, porque concilian más y mejor su vida familiar, cultural y de ocio, incluso con índices que doblan y triplican nuestro nivel de lectura, ¡qué desperdicio!, ¿verdad?..Trabajando menos tiempo, pero produciendo y rindiendo más, aún regalándose de vez en cuando una copa con los amigos y una comida con la familia, a un precio justo que, también con menos horas de laboreo, permite vivir dignamente a sus hosteleros.
Pero el considerar, como hacemos los españoles, que el no cenar en una terraza a las tantas de la noche y venir a casa ya al día siguiente atenta contra nuestra sagrada libertad, no deja de ser un ilógico contrasentido… Pregunten también, a mayor “inri” a los solidarios jóvenes, y verán, verán lo que opinan los futuros “páter fámilis” del mañana. Contestando en el mismo latín – si es que llegan a eso – dicen que ellos son parte de la “gens” que utiliza para su ocio a los “fámulus”, que para eso mismo están: para ellos ejerceer su muy digno derecho.
Por eso dudo mucho que la iniciativa de Susanita la del ratón prospere. Además de esos advenedizos y extraviados razonamientos míos, es que ya está “cuasi-establecido” que seamos los mesoneros de esa misma Europa, sus cocineros y sus camareros; sus barateros turisteros; los del turismo borrachero modelo Magaluf, etc… y sus trasteros. También hemos hecho una industria, servicial y servil, de turismo de interior para todos los bolsillos y colmillos. No vá a venir ahora esta mujer a poner órden, justicia y concierto en todo este desconcierto que tan bien nos viene.
Miguel Galindo Sánchez /miguel-galindo.blogspot.com / miguel@galindofi.com
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