Según la Organización Mundial de la Salud, una de cada cuatro personas sufre un trastorno de salud mental. Pensándolo así, en frío, acojona que un 25% de la gente tenga/tengamos la mente trastornada, pero, por otro lado, tampoco es raro hoy en día. Todos los conflictos y adversidades que se afrontan en la actualidad, deben dejar su huella en nuestro coco de alguna forma, y ese “estrés”, como se la ha venido en llamar, provoca un catálogo de paranoias de las que psiquiatras y psicólogos han elaborado una muy bien cumplida lista, ya que así justifican su no menos cumplido oficio de ayudar a conllevarse en lo posible con uno mismo, si es que eso fuera posible… Y algo de verdad debe haber en eso cuando una buena parte de dirigentes y políticos, propios y ajenos, presentan un acusado índice de demencia patológica, dado lo que dicen y hacen…
Y no digo yo que no haya motivos para ello, pero pienso que, en todas las épocas del mundo, durante toda su historia y su histeria, se ha dado cierto grado de locura, lo que pasa es que no estaba diagnosticada y clasificada como en la actualidad… Hoy, por lo que se ve y se dice, también se cuenta: y es que una cuarta parte de la humanidad padecemos algún tipo de trastorno mental y/o patológico poco lógico, o muy lógico, no lo sé…
Aunque Epicuro no calificó la locura como tal, si no como “enfermedades del alma”. Y puede que llevara razón el buen galeno ya hace miles de años, pues cualquier enfermedad que afecta a un órgano determinado no quiere decir que provenga de ese mismo órgano. De hecho, la escuela terapéutica de los Esenios (y, por ende, también Jesucristo) aseguraba que toda enfermedad, aún física, se curaba, no sanando el cuerpo, si no sanando el alma, y de ahí venía todo lo de la “echada” de demonios y demás parafernalia… Ya supongo que saben ustedes lo del “soma” y el “psicosoma”…
Si así fuera, la ciencia cura los efectos, pero no las causas, y eso deviene en males mayores… Que hoy, en la actualidad, medio mundo acabe en el sillón del psicoanalista, y que cada vez una mayor cantidad de enfermedades físicas se deriven al cajón de las enfermedades psicosomática, apunta, precisamente, a esa concepción esenia de que la “mens sana in córpore sano” pasa antes por una ánima sana… Y la aparente gran demostración de ello es el descubrimiento (que no el invento) de la enfermedad de las enfermedades: la Depresión…
Y vuelvo a insistir en que, porque se le haya puesto nombre hoy, no quiere decir que no existiese ayer, incluso desde la más remota antigüedad… Ya en la época romana, un físico-médico de entonces, un tal Libanio, dejó escrito: “padecen una ansiedad generalizada de mente y cuerpo, viven afligidos por temblores, y se estremecen de terror ante mensajes banales”… Galeno, el padre de la Medicina, describía a un paciente que “se creía a sí mismo una olla de barro, y temía romperse”, al igual que aquel muy posterior Licenciado Vidriera, de El Quijote…
Por eso que esa inmensa enfermedad social que es la Depresión, los galenos modernos y buceadores de la mente solo pueden ayudar con sus pócimas y consejos, pero solo el paciente puede curarse a sí mismo con la fuerza de su voluntad… Voltaire lo describió genialmente en su obra “El Enfermo Imaginario”… Y como el divino nazareno ya no anda los caminos de este mundo diciendo aquello de “anda y ve, que tu fé te ha salvado”, pues solo la misma persona puede exhorcisar los demonios de su propia alma.
Yo no sé si en los números facilitados por la OMS con que empiezo este artículo de hoy, irán incluidos los casos por depresión… A mí me da la sensación de que no, que eso lo deja ya como una endemia a la que ve incapaz de enfrentarse. Sin embargo, yo creo que es el caldo de cultivo de dónde nos viene ese enorme porcentaje de locuras… Porque, vamos a ver, maestro: ¿la depresión es una locura?.. no del todo, se me contestará. Vale, pero, ¿y una depresión obsesiva?.. entonces, amigo mío, eso puede que sí derive en locura, si no es locura en sí misma.
Y si así fuera, habría que convenir en que el mundo está irreversiblemente de loquero… No miréis arriba, dice la película y nos decimos a nosotros mismos para ignorar la catástrofe que se nos viene encima (sea un cambio climático o un cometa, a mí me da igual), que siga la fiesta aunque acabe en tragedia, y convirtamos todo esto en una burda y brutal comedia… Hagámonos el loco, si es que aún no lo estamos, pues muy loco tiene que estar el que no está loco… ¡Ah!..¿es eso?.. Entonces, como ya hizo Erasmo de Rotterdam en su época: hagamos también un Elogio de la Locura…
MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ www.escriburgo.com miguel@galindofi.com
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