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Foto del escritorMiguel Galindo Sánchez

LO SIENTO, PERO...



Hoy es un hecho, científicamente reconocido con grado de certeza del 95% por la totalidad de los centros y agencias de investigación, que los cambios climáticos, cuya mayor expresión en la actualidad es el envenenamiento de la atmósfera, y su consecuencia, el calentamiento global, entre otros fenómenos adversos – igual envenenamos el agua y la propia tierra – son de naturaleza antropogénica. Para que me entiendan, que tiene su génesis en la acción del hombre sobre la naturaleza. Que los políticos, las grandes corporaciones empresariales y los factótums de la economía, lo oculten, lo disimulen o no lo reconozcan (o jueguen a doble baraja) no le quita al hecho ni una pizca de veracidad.

Este comportamiento humano se ha apartado de los ciclos y ritmos marcados por esa misma naturaleza. De hecho, no quiere adaptarse a tal naturaleza, a su naturaleza, sino que, por el contrario, intenta adaptar la naturaleza a sus propios intereses, y eso pasa por abusar y esquilmar, y violentar, el propio medio natural. Desde hace siglos, el hombre se concentra en la acumulación de riquezas y beneficios a partid de la explotación sistemática de los bienes naturales. No solo la explotación, también la destrucción, la aniquilación y el agotamiento de recursos.

Estoy absolutamente de acuerdo que, para una parte de la humanidad, han mejorado muchísimo sus condiciones de vida, hasta un nivel nunca alcanzado en la historia de esa misma humanidad. Rigurosamente cierto. Pero eso lo hemos logrado mediante un proceso más que cuestionable, en la medida que ha implicado un ataque frontal e irrespetuoso, en base a una inescrupulosa dominación de la naturaleza. La hemos machacado hasta límites inconcebibles… Y, lo que es peor, la voracidad consumista y acumulación de bienes materiales sigue sin su marcha sin conocer límites…

…Por lo tanto, los límites ha de ponerlos la propia naturaleza. Está obligada a ello. A defenderse. Nuestra sed infinita no cabe en un planeta finito. Ni siquiera a los recursos renovables les damos tiempo para que se cumpla su proceso de renovación. Ni al sol, ni al aire, ni al mar, ni a la tierra les permitimos regenerarse. Por eso mismo, esa misma tierra, como Gea, se ve forzada a ponernos límites. Ya no somos sus amigos, ya solo somos sus verdugos.

Decía en el primer párrafo que cuánto estamos viendo y viviendo, y lo que aún se nos viene encima, es de naturaleza antropogénica, tiene su origen y causa en nosotros como seres humanos, por lo tanto, el ciclo también se cierra en nosotros mismos. Es como un boomerang, que, de donde sale, ahí mismo regresa. Nosotros somos los emisarios y los receptores. Acuérdense de la ley de causa y efecto… Por eso - y existe práctica unanimidad de la ciencia en ello - todos los virus y epidemias (aparte las catástrofes climatológicas) también son los efectos de tales causas… También el coronavirus, también esta pandemia, también…

La cuestión está, no solo en el ánsia de poder y riquezas de naciones y corporaciones, que han implantado en el ser humano el virus del hedonismo y consumismo ciego y compulsivo (es el eje donde giran sus ruedas), si no que el género humano hemos caído, incluso con enorme placer, en esa misma trampa… Y lo peor es que hemos sido capados de la inteligencia suficiente como para entender que, por este camino, solo llegamos a dos destinos. Uno: si matamos del todo al planeta (y a este paso no tardaríamos mucho) nosotros moriríamos con él. Y dos: si el planeta es más fuerte que nosotros, nos haría desaparecer de su faz para él poder sobrevivir. Y el planeta, Gaia, es un organismo vivo, que no se nos olvide…

Hasta aquí el sentido lógico, ya que no un sentido común, del que carecemos casi por completo. Aquel ilusorio proyecto que bautizamos bucólica y falsamente como “aldea global”, en realidad era una “fábrica global”. Como un gran cáncer que muta células sanas en cancerígenas. En la actualidad asistimos a la metástasis del sistema. No solo somos atacados por convulsiones climáticas, sino que también por los propios virus que hemos inoculado en el organismo del planeta que aún nos cobija. No existe otra verdad, ni otra realidad, ni otra certeza, que esa… …Y me dá igual que me llaméis apocalíptico. La cadena de consecuencias es la que es, se opine lo que se opine de este puñetero cronista, eso no va a cambiar nada. En nuestras manos está frenarla, detenerla, o que siga su marcha. Y ya no es cuestión de ecología, si no de supervivencia.

MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ http://miguel2448.wixsite.com/escriburgo Todos los viernes, a las 10,30 hh. en http://www.radiotorrepacheco.es/ (87.7 f.fm.) programa especial con este artículo, que queda grabado a disposición de Vds. En YouTube

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