…Y no fue. Hace 15 o 20 años, en Torre-Pacheco, estuvo a punto de florecer un proyecto comercial mancomunado por el propio comercio local, que bien pudo haber cambiado el triste futuro que es hoy… Una iniciativa, pionera e inédita entonces, que, estoy seguro, habría marcado tendencia, y quizás, es más que posible, hubiera evolucionado a un sistema de enfocar y/o concebir, u organizar, el comercio clásico, que hubiera supuesto su actualización y supervivencia. Y de esto estoy seguro, hubiera marcado un antes y un después…
En la territorial COEC de Torre-Pacheco, de la mano de un analista programador, gran amigo mío y mejor persona, que se prestó al proyecto, Paco Riquelme, habíamos desarrollado un portal multicomercio (entonces revolucionario), a modo virtual de las grandes áreas comerciales que vendrían después, donde todos los comercios, servicios e incluso industrias fabricantes del pueblo tendría su propia tienda-escaparate de forma dinámica, donde expondría a todo el mercado propio e Internet sus propios productos, novedades, ofertas, rebajas, liquidaciones… Paralelo a esta iniciativa, y para captar la clientela más próxima y doméstica, se había comprometido la puesta en marcha de una tarjeta de crédito que llevaba anexas atractivas ventajas para el usuario: plazas de aparcamiento, gasolina, consumiciones en bares y terrazas… Inclusive, incluía un “Programa VÏA” (Ventajas InterAsociados) de acuerdos intercomerciales mutuos, de cara a beneficiar a la clientela y aumentar las propias ventas.
El proyecto, al que se bautizó y presentó como Pachecomercio, se arropaba con un sistema de cobro tipo Paypal, en que el comercio cobraba en tiempo real, y con una garantía desarrollada de cara al cliente (inclusive se le dotó de un sistema oficial de Arbitraje para casos de reclamaciones). A través de otra empresa local de transportes se cubría el problema de logística avanzado, con un sistema de recogida en comercio y entrega de mercancía en mano, puerta a puerta, en 24 horas. Los avisos de recogida los recibía la agencia a la vez en tiempo al del pedido el comercio, e iba incluido en el programa de manera automática… La formación e información a los comercios estaba cubierta con un cursillo integral, gratuito también, en el que se preparaba a la persona o personas indicadas por el comerciante para manejar el protocolo, se le entregaba la llave de su propio “escaparate”, y quedaba en sede local de la Coec un dispositivo permanente de consulta, ayuda, apoyo y asistencia al comercio para el funcionamiento del sistema y su correcta coordinación. A tal efecto, aquel Ayuntamiento colaboraba financiando la puesta en marcha de una persona preparada y dedicada a tal cometido.
No sé si me quedará algún detalle en el tintero de la memoria, pero, así fue, en síntesis, el fallido Proyecto Pachecomercio… Y lo que es más importante de todo ello: nada costaba un solo euro al comerciante. Todo ese complejo dispositivo – de lo que puede dar aún fé mi entonces secretaria y mano derecha e izquierda, Julia Olmo – fue fruto de gestiones, colaboraciones, acuerdos, convenios, mucho trabajo de campo y despacho, y mucho esfuerzo y mucha labor personal… y el inestimable apoyo y nunca bien agradecida ayuda de mi buen amigo, el entonces Director General de Comercio, Guillermo Herráiz.
Lo que nadie cree hoy (dada las actuales tendencias) es que toda aquella infraestructura se montó sin costo alguno. Cero. Y todo el dispositivo, dispuesto para la puesta en marcha, generaba, en su normal funcionamiento, los recursos necesarios para su propio mantenimiento… Y lo que tampoco nadie se puede creer hoy, es que aquello fracasara antes de ponerse a funcionar… Y por un solo, simple y único motivo: la falta de fe. La falta de una fé de los comerciantes locales, que no creyeron en lo que tenían ante sus ojos, desconfiaron, no quisieron molestarse en incorporar un sistema que renovaba el concepto de comercio, no sé… Se hicieron llamadas, se montaron reuniones, presentaciones virtuales en las Fiestas de Navidad del Comercio, visitas programadas… Nada. Cuando no se quiere, no se quiere. El comercio de Torre-Pacheco tiró por la ventana la más grande oportunidad que jamás tuvo para poder haber cambiado la realidad de su triste y patético presente… Y no creo que aquel conjunto de favorables circunstancias se vuelva a repetir. Ni la oportunidad de sus increíbles condiciones. Ni la calidad de otras cosas que omito para que nadie se pueda ofender…
Ya nada es recuperable a lo que pudo ser y no fue… A la vista está. Cuando algunas de mis crónicas pisan alguno de estos callos, ninguno de los que se pueden dar por aludidos abren la boca. Para nada. Es natural, pues ellos saben que a mí no me pueden contar cuentos ni cantar nanas. Los pueblos pagan caro sus errores, los de sus gentes y los de sus administradores, pero todo lleva su tiempo… Es la ley de causa y efecto. Ayer, los comerciantes cometieron el pecado del que hoy están pagando la penitencia; y hoy sus gestores municipales cometen, encima, el de maltratar a los que, supervivientes de aquel error, aún les pueden pagar, peor que mejor, sus impuestos. No solo no les ayuda a salir del hoyo (puede que se lo tengan merecido) si no que, a través de sistemas inicuos (en otros lugares los están obviando a través de la misma ley que se “los impone”), aún los hunden más en ese profundo hoyo… Mañana se verán las consecuencias, pero yo solo veo pobreza, inestabilidad y decadencia… Con perdón y con permiso, claro, que mi mayor deseo sería el de estar equivocado.
MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ
www.escriburgo.com
miguel@galindofi.com
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