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Foto del escritorMiguel Galindo Sánchez

LLÁMELO DIOS, MISMAMENTE.



No sé si fue San Agustín el que dijo que si Dios no existiera habría que crearlo. Bueno… pues eso es lo que ha hecho el hombre (y la mujer, faltaba más): crearlo. Y no es que no exista, si no que, al sernos imposible definirlo, entonces lo hemos creado a nuestra imagen y semejanza – es mucho más fácil – pero cuidando mucho de pregonar que es Él quién nos ha creado a nosotros a imagen y semejanza de la suya. De esa forma se cierra el círculo. Con un retruécano que, aún preservando una certeza lógica (alguien o algo nos ha creado) se reserva la potestad de explicar a Dios y convertirlo en un dogma de fe que apalanque una religión, da igual la que sea…


Porque la certeza lógica es que nosotros no nos hemos creado a nosotros mismos. Eso no admite discusión. Por lo tanto, Algo, o Alguien, nos ha creado. De algún concepto superior habremos salido. Que lo llamemos Dios o Azar, importa poco, pues es tan solo que un nombre, y lo más seguro es que Aquello que nos haya producido, ni siquiera tenga nombre, nada más que el que nosotros le damos, miles de distintos nombres. La cuestión no está en si es Adonay, Yahvé, Alá o Ahura Mazda, o mire lo que hay… si no en su significado, en su origen, en su causa, en su naturaleza…


Nosotros bien podemos estar hechos por un demiurgo, o unos demiurgos y/o demiurgas (Elohim, es plural), al o a los que, por ser creador o creadores, nuestros, entendemos como dios nuestro sin ser nuestro Dios real y verdadero. Ya que, entonces, Algo o Alguien también los creó a ellos, y así, ad infinitum… Y miren, yo creo, a mí me parece, me huelo, que por ahí van los tiros: hacia el infinito. Y, claro, por muchos tiros que disparemos al infinito, las balas no llegarán nunca, pues entramos en el terreno de las definiciones científicas y salimos del de las definiciones dogmáticas. Algo infinito es lo que ni nace ni muere, lo que carece de principio y de fin, lo que, como el axioma de la energía, ni se crea ni se destruye, tan solo que se transforma. Y aquí, en el trans de la forma, bien puede residir la auténtica y genuina pista… Transformer, cambio de forma. A ver, ¿Por qué Dios no puede ser un eterno transformista?..


Aquí lo dejo. Podríamos llenar páginas y libros de teorías con mayor o menor sentido, con mejor o peor suerte, con tino o con desatino. Y nunca acabaríamos de presuponer supuestos, valga la redundancia. Jamás podríamos poner un The End a ninguna película que podríamos montarnos. Y es que es la única y misma película… Pero si hoy he querido hablarles de esto, es, precisamente, disculpen mi osadía, porque de eso mismo trata aquel librico que les hablé recientemente que me habían publicado en Amazon… Pueden – están en su derecho – llamarme loco, visionario, o cuentista. O atrevido, blasfemo, o impío… Hay adjetivos mil, que están dispuestos a ser lanzados contra mí… Pero ya escrito está, y no tiene remedio.


El libro se titula “Cosmogénesis en 100 páginas”, pero en verdad ocupa 148. El formato es en tapa blanda, y también pueden leerlo en ebook, a gusto, o disgusto, de cada pascual o pascuala, naturalmente, y ha sido escrito con todos los respetos, divinos y humanos, del mundo mundial. Ahí mismo, en Amazón pueden adquirirlo, para flagelarse leyéndolo, o para darse el gustazo de quemarlo. O para ambas cosas, pues para poder hacer lo segundo habrán de hacer antes lo primero, ya que los autos de fé hay que realizarlos con conocimiento de causa…


…Y lo que deseo es que lo lean, aunque luego vengan y se rían, o me pongan sambenitos y me condenen a la picota. Eso me dá igual. Ya hay quién me ha preguntado por los motivos para escribir sobre semejante tema. En el librico lo explico… tampoco son nada del otro mundo. No es una novela. Tan solo es un simple y humilde, y discreto, ensayo, si acaso, que haga pensar un poco a las personas que se molesten en escogerlo por el título, ya que no por el autor…


Pero si, al final, se deciden, y lo hacen, pues que les aproveche, que les sirva de algo. Si no para preguntarse cuatro cosas y levantar su curiosidad y deseo de saber, pues al menos que sirva para divertirles un poco. Lo que no me perdonaría a mí mismo es que se aburrieran… Prefiero la hoguera.


MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ

http://miguel2448.wixsite.com/escriburgo

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