Dicen que las tres grandes preguntas del ser humano y de todos los tiempos son las famosas: ¿de dónde venimos?, ¿qué somos?, y ¿a dónde vamos?.. Son tremendamente complejas, a la vez que tremendamente elementales. En realidad depende de si nos las hacen otros, o si nos las hacemos nosotros mismos. Y quizá la contestación resida en la distancia entre la una y la otra… Cuando los conquistadores españoles llegaron al nuevo mundo, eran las tres simples y sencillas, y lógicas, preguntas que les hacían los indígenas que, sorprendidos, los veían llegar: ¿de dónde venís?, ¿quiénes sois vosotros?, ¿qué queréis?, que es lo mismo que ¿a dónde vais?.. pues siempre andamos detrás de una meta. Vamos hacia lo que queremos.
Las respuestas en ese caso son elementales, las conocemos perfectamente… Pero cuando las preguntas vienen de uno mismo, entonces la cosa se complica terriblemente. Y eso es porque tales preguntas, cuando el interlocutor se convierte en intro-locutor, no sirven para nada las respuestas localizadas y aprendidas en el aquí y el ahora, e intuimos una procedencia y un alcance que nos supera a nosotros mismos… Sin embargo, millones de personas se han parado a hacérselas alguna vez en su vida. Y si nosotros aún no lo hemos hecho, puede ser por un par de cosas: o porque no hemos tenido tiempo para ello, o porque aún no estamos maduros para eso, y ambas cosas vienen a ser lo mismo. Yo, más que maduro, estoy macoco, y también, al igual que muchos, he dejado de coger higos y me he sentado bajo la higuera a preguntármelo.
Sin embargo, y llegados a este punto, me parece a mí – y esto no deja de ser una opinión personal – que las respuestas son igualmente personales. Y, aunque todo ser humano tengamos el mismo origen, se nos presenten los mismos “trabajo de Ulises”, y nos larguemos por la misma puerta, se me antoja (como decía mi padre) que “cá cual es cá cual”, y, si bien las preguntas son siempre las mismas, las respuestas son siempre distintas… Pero no deja de ser una labor de introspección positiva que a todos nos interesa hacer en algún momento de nuestra existencia. Y, llegado el momento, tratar de intuir si entre la primera y la tercera pregunta, hemos hecho lo que, o cómo, deberíamos, para que ambas adquieran significado, o no lo hemos hecho aún… Porque ahí es donde reside la tal correspondencia.
Yo no sé dónde, ni cuándo, ni de quién, vienen tales pregunticas, lo confieso. Mi ignorancia al respecto es total. Pero sí se que Kant se planteaba, y planteaba a los demás, cuatro pregunticas que, sin ser las mismas, sí que venían a remachar el mismo clavo… y eran: ¿qué puedo saber?, ¿qué debo hacer?, ¿qué me cabe esperar?, y ¿qué es el ser humano?.. Y decía que todo el fundamento de toda filosofía cabe en ellas… Es posible, puede ser, que a algunos les sea, o nos sea, más fácil abordar la cuestión desde estas preguntas del filósofo prusiano que desde las otras, pero eso tendrá que experimentarlo cada uno.
Lo que el tal pensador sí avanzó es que las tres primeras se dirigen y se reducen a la cuarta y última. O sea, el ser humano es el fruto de su propio conocimiento y el protagonista de su propia experiencia. Yo veo (con perdón) la incógnita oculta en ese ¿qué cabe esperar?.. Kant, al introducir “me” en sus interrogantes, concreta y fija al ser humano general en el nivel de persona particular. En ese cada uno que es “cá cual”, y que no puede ser tratado, ni tratarse a sí mismo, a nivel de ganado. La pregunta es: ¿Cuándo dejo de ser gente y empiezo a ser yo?.. La religión lleva más de veinte siglos manejando dogmas, convirtiendo a la persona en personal, y enfrentando a los pueblos entre sí. Los prelados viven de vender “su” inmortalidad a los mortales, “su” felicidad a los afligidos, “su” perdón a los pecadores, y “su” mentira a los ignorantes.
Pero dicen, y puede que eso encierre buena parte de la verdad, que, a la hora de su muerte, el hombre está terriblemente solo consigo mismo… Es ese mismo sentimiento de abandono que sufrió el propio hombre divinizado en la cruz: ¿por qué me has abandonado?.. y ahora ya, ¿qué me cabe esperar?..
Sentiré mucho que éste de hoy les haya supuesto un tostón, pero si alguno o alguna se ha puesto a pensar me alegraré un montón. Y con este mal pareado este cuento se habrá acabado… Lo que pasa es que no puedo resistirme, aunque sea de peras a uvas, el sacar algún que otro tema que nos arranque de la circunstancia y nos centre en la importancia; que nos ayude a sacudirnos la vulgaridad de una existencia que reclama su trascendencia… Solo de muy vez en cuando. Mañana volveremos con el cuento nuestro de cada día, que es lo que, en definitiva, nos engrasa la vida… Vale.
MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ // www.escriburgo.com // miguel@galindofi.com
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